(CNN Español) —  Los incendios en la selva amazónica se dispararon este septiembre, que se ha convertido en el peor mes en más de una década, según Reuters. De acuerdo con los datos de INPE, la agencia nacional de investigación espacial, este año hubo cerca de 37.000 alertas de incendio hasta el 26 de septiembre, lo que significa un aumento del 120% con respecto al mismo mes de 2021 y el peor resultado desde 2010.

La destrucción de este ecosistema —clave para el ciclo hidrológico de América y hogar del 25% de la biodiversidad terrestre— suele aumentar en los años electorales como resultado de dos acciones: una disminución en la aplicación de la ley y la acción de los madereros, los grandes agricultores y ganaderos y la industria minera, que se apuran ante el temor de que pueda haber cambios en las políticas de conservación de la Amazonía.

Pero no se trata de un fenómeno aislado. En 2021, por ejemplo, la deforestación se duplicó en comparación con el promedio del período 2009-2018, según la Organización Meteorológica Mundial, y se perdió un 22% más de área forestal que el año previo.

Y la forma en que responda a esta realidad el futuro presidente es clave.

En 2019, la deforestación en el Amazonas en Brasil se disparó en un 30%. Esta imagen muestra un terreno deforestado cerca de una zona afectada por los incendios ese año en el estado de Rondonia (AFP/Getty Images)

En 2019, la deforestación en el Amazonas en Brasil se disparó en un 30%. Esta imagen muestra un terreno deforestado cerca de una zona afectada por los incendios ese año en el estado de Rondonia (AFP/Getty Images)

Lo que prometen Bolsonaro y Lula… y lo que han hecho

La Amazonía ha sido una palabra repetida en la campaña de cara a las elecciones que definirán si el actual mandatario, Jair Bolsonaro, obtiene un nuevo mandato, o si el ex presidente Lula da Silva (2003 – 2010) vuelve al Palacio del Planalto.

En una serie de acciones desde que asumió el poder en 2019, el Gobierno de Bolsonaro “ha debilitado efectivamente a las agencias ambientales federales y demonizado a las organizaciones que trabajan para preservar la selva tropical, y se ha manifestado a favor del crecimiento económico en las tierras indígenas, argumentando que es bienestar para los propios grupos indígenas, tal como explica en este análisis Kara Fox de CNN.

La semana pasada, en su discurso en la ONU, Bolsonaro dijo que la mayor parte de la Amazonía está intacta y apuntó contra los medios de comunicación por sus informes vinculados a la deforestación. Si bien en diversas ocasiones no ha respondido a los pedidos de comentarios de CNN, la administración ha defendido sus programas para combatir las actividades ilegales en la selva tropical, que están presentes en su programa de Gobierno.

Lula, del otro lado, ha criticado ferozmente la “política de devastación” de la administración actual, en palabras de su programa, y se ha comprometido a combatir los crímenes ambientales.

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“Bajo nuestros gobiernos, hemos reducido la deforestación en la Amazonía en casi un 80%, la mayor contribución jamás realizada por un país a la mitigación del cambio climático entre 2004 y 2012. Ya nos hemos comprometido con el futuro del planeta, sin ninguna obligación legal, y lo volveremos a hacer”, promete su programa.

Desde Greenpeace confirmaron estas cifras: para 2004 el país tenía un desmantelamiento récord de 24.000 km cuadrados anuales y se puso en marcha un plan de prevención y combate que permitió reducir en un 83% la deforestación.

Las decisiones que se tomen afectarán directamente a los pueblos indígenas que habitan y protegen la Amazonía y a todo Brasil. E indirectamente nos afectarán también a nosotros, desde el sur de la Argentina al norte de México y más allá. Te explicamos por qué.

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Los activistas piden compromisos para revertir las políticas actuales

En esta campaña, la cuestión ambiental “surgió más que en años anteriores, pero todavía de una forma bien superficial, sin metas claras”, explicó a CNN en Español Mariana Mota, coordinadora de Políticas Públicas de Greenpeace Brasil. Para la organización, “el próximo Gobierno, sea cual sea, precisa tener un compromiso concreto y efectivo de revertir la política actual implementada por el Gobierno de Bolsonaro”.

Hay cuatro aspectos claves, según Mota. Uno de ellos es el financiamiento: el presupuesto para la agenda ambiental de 2020, según las cifras que manejan, fue el menor en 21 años, y desde entonces siguió cayendo. Para la organización, es imperativo trabajar para el fin del bloqueo al Fondo Amazonía, una iniciativa conjunta de Noruega, Alemania y Brasil que implicaba donaciones de los países europeos para la protección de la selva y que quedó paralizado en la administración actual.

“Además de la capacidad presupuestaria, es necesario que las instituciones de protección del medio ambiente cuenten con personal técnicamente capacitado, lo que no ocurre en la actualidad“, dijo Mota, sumando un segundo punto.

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También es vital para ellos el compromiso con la participación ciudadana y con la transparencia. Bolsonaro “cerró muchos consejos, comités participativos, en los que la sociedad colabora y logra ayudar a construir políticas que beneficien a la colectividad y no a los intereses privados”, explicó Mota, por lo que la recuperación de estos espacios para ellos es clave de revertir la gobernanza actual.

La organización reconoce los antecedentes positivos de Lula en materia de gestión de la Amazonía, que también incluyeron el establecimiento de unidades de conservación que ocupaban millones de hectáreas, pero insiste en la necesidad que tendrá la próxima administración de hacer frente a la precaria situación actual.

Cómo la Amazonía determina el clima de un continente entero

El clima del continente está siendo afectado por la crisis que atraviesa la Amazonía, explicó previamente a CNN en Español Rodney Martínez, representante para América del Norte, Central y del Caribe de la OMM.

¿Por qué? “La cobertura vegetal de la selva es esencial para el ciclo hidrológico regional”, explicó, y la destrucción del ecosistema para convertir el territorio en pastizales ha reducido “la capacidad natural de la Amazonía para distribuir humedad que es útil para todos los países de Sudamérica, inclusive el Caribe”.

Los bosques tropicales cubren solo el 6% de la Tierra, pero albergan el 50% de la biodiversidad. Esta imagen de 2017 muestra los árboles muertos en una sección recientemente deforestada de cerca de Abuna, en el estado de Rondonia, Brasil. (Crédito: Mario Tama/Getty Images)

Los bosques tropicales cubren solo el 6% de la Tierra, pero albergan el 50% de la biodiversidad. Esta imagen de 2017 muestra los árboles muertos en una sección recientemente deforestada de cerca de Abuna, en el estado de Rondonia, Brasil (Crédito: Mario Tama/Getty Images)

En otras palabras: la transpiración que genera la selva amazónica es fundamental para el retorno del agua a la atmósfera, agua que luego vuelve a la tierra. Sin embargo, la destrucción de la selva y el reemplazo por otra vegetación como las pasturas hace que el proceso de transpiración no sea favorable al ciclo: estas pasturas absorben la humedad y secan el suelo.

Las sequías que ha enfrentado el país y toda la región y los incendios forestales “hacen que esa degradación de suelos empeore y la posibilidad de regeneración también empeore”.

“Lo que está pasando y va a seguir pasando en la Amazonía va a afectar a todo el continente y posiblemente más allá de nuestro continente, al clima global”, explicó. Es decir que no solo se trata del impacto regional, sino que “se lo comienza a asociar como un factor que puede influir a través de encadenamientos (…) al clima global”.

El punto de inflexión: de selva a sabana

De hecho, la selva de la Amazonía podría estar acercándose a un punto de inflexión crítico que haga que se transforme en una sabana de hierba, según un estudio publicado en marzo de este año.

Los científicos afirman que alrededor de tres cuartas partes de la selva tropical muestran signos de “pérdida de resiliencia”, es decir, una menor capacidad para recuperarse de perturbaciones como sequías, tala e incendios y que esa pérdida de resiliencia desde hace más de 20 años es señal de un declive irreversible.

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No se puede saber exactamente cuándo pasará de selva a sabana pero cuando sea evidente ya será demasiado tarde. Si se llega a ese punto, “tendremos una importante retroalimentación al cambio climático global”, dijo entonces Timothy M. Lenton, director del Instituto de Sistemas Globales de la Universidad de Exeter, Reino Unido.

La Amazonía permite la eliminación de unos 90.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, sobre todo en los árboles, pero también en el suelo, dijo el científico, y si deja de ser una selva tropical no podrá almacenar ese carbono.

Europa y Estados Unidos han estado atentos a la situación de la Amazonía. Para el Gobierno de Joe Biden, según dijo en 2021 el portavoz del Departamento de Estado, “apoyar y alentar las acciones de Brasil para reducir la deforestación y asegurar el camino hacia un futuro fuerte con cero emisiones netas” es un “enfoque clave”. La relación de la administración con Bolsonaro, en lo que respecta a la selva amazónica, ha tenido sus escollos en medio de las demandas del país norteamericano y las respuestas sudamericanas.

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Lula, mientras tanto, ya recurrió a la Unión Europea, afirmando días atrás que necesitaría de su apoyo para preservar la biodiversidad y para fomentar el desarrollo en la Amazonía sin que se dañe la selva.

El partido entre Bolsonaro y Lula, en lo ambiental, también se está jugando fuera de las canchas del país.

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