Por Mónica Rincón
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El Ejército ayudará a combatir el narcotráfico en la frontera. La decisión la comunicó hoy el presidente Sebastián Piñera. Firmó un decreto que marca un cambio en una doctrina que había sido constante desde el retorno a la democracia: Ejército alejado de labores policiales y dedicado a labores de guerra o de emergencia.

Tan clara era esa doctrina, que hace unas semanas en CNN Chile esto fue lo que nos dijo el ministro del Interior, Andrés Chadwick: “Lo tenemos descartado, porque son las policías las que tienen las competencias, la preparación y el trabajo profesional para combatir al narcotráfico”.

El ministro era tajante: descartado, dijo. El Ejército no ayudaría al combate del narcotráfico, entre otras cosas, porque las policías eran las capacitadas para esa tarea.

Si miramos la experiencia continental, involucrar al Ejército no ha sido una buena experiencia. Ni en Colombia, ni en México, ni en Brasil la llamada “guerra contra las drogas” ha sido eficiente y los costos en vidas y en derechos vulnerados es enorme.

Hoy el mandatario chileno asegura que la labor del Ejército estará acotada a la frontera, pero al mismo tiempo nos dice “quiero dejarlo muy en claro: el narcotráfico, el crimen organizado, es un enemigo que hay que combatir sin tregua y utilizando todos los instrumentos a nuestra disposición“.

Todos, dice el presidente. ¿Si hoy es en la frontera, por qué mañana no podrían decidir llevar al Ejército a las poblaciones tomadas por las drogas? ¿Qué consecuencias tendría esto? Es momento de discutirlo seriamente.

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