Por Valeria Barahona

Quién fue Gabriela Mistral, la primera Premio Nobel de Literatura de Chile, es un misterio que los años han ido revelando de a gota, como un ámbar que no termina de caer, sin pausa pero sin prisa, cristalizando el tronco del árbol de su mito. Primero, públicamente solo fue la profesora abnegada y amante de los niños, la que escribió “Piececitos”, olvidando ese canto de pasión que constituyen “Los sonetos de la muerte”. El que Mistral tuviera vida sexual sorprendió al país —¡hace solo 10 años!— con la publicación de “Niña errante”, la intensa correspondencia entre ella y su albacea, Doris Dana.

Disfrazada y amordazada, quizás gracias a la lejanía —producto de su trabajo en el servicio exterior—y la soledad, la poeta escribió sus memorias de forma fragmentaria: “Lo mejor y lo peor que he recibido en mi larga vida está en unos Cuadernos que se leerán a mi muerte. Entonces sabrán los míos —de allá adentro— muchas cosas, y entenderán mi ausencia del país”, señala el Voto con que comienza el libro Bendita mi lengua sea (diario íntimo), compilado por el también poeta Jaime Quezada y publicado por Catalonia, que este año sumó tres nuevos textos a la primera versión, de 2002: los cuadernos de la Patagonia, de Santiago y del paladar.

Lee también: “Si no hay justicia, hay funa”: Las razones tras la ola de denuncias en redes sociales por violencia de género

“Todo en esta vida, el bienestar relativo, la comprensión, me ha llegado tarde”, afirma Mistral en las primeras hojas, para luego dar paso a apuntes sobre la infancia en un pueblo perdido, un amor maltrecho y algunas ideas sobre educación. Leo Bendita… en un pueblo perdido (Llay-Llay), donde aún no tengo alguien con quien hablar aparte de mi pololo, rodeados de campo. A ratos oigo a los pájaros decir palabras sueltas, uno de los perros ladra hacia el techo y el viento trae murmullos.

Mistral, a través de sus cuadernos, aparece como una comadre con la que intercambiar pelambres mientras tomamos vino y podamos las rosas. Aquí, los 10 mejores frutos de su lengua:

1. Cordial con Juana Inés de Cruz

Asunto muy en secreto el que tengo, y como tal me lo han contado. Pero soy mujer, y me pica la lengua por divulgarlo: Juana Inés de la Cruz (Luisa Anabalón Sanderson) me envió su reciente libro con una muy halagadora dedicatoria. Le contesté en cuatro líneas, pero muy cordiales. Sin grandes elogios, pero sin frialdad, con intención fraterna. Dicen que esas líneas le hicieron el peor efecto, por su brevedad y por lo diluido del elogio.

2. Yo soy el verdadero cura

El obispo me habló de mi mala práctica de no hacer vida social, con lo cual pierde el colegio. Le dije: “Nunca, ni por la situación más encumbrada, haré concesiones al mundo. O me admite el pueblo así o me echa”. (…) Triste yo me siento cada vez que hablo con un cura. Tal vez sea soberbia, que yo soy el verdadero cura.

3. Promocionar la pomada de una señora

El colmo de las exigencias fantásticas fue la de una señora a quien no conozco, (…) me escribe diciéndome que me admiraba mucho y que me suplicaba por sus hijos y por su esposo, que la ayude. Que ella había preparado una pomada para el cutis y yo debía recomendársela, hacerle propaganda, y hasta vendérsela entre las profesoras del liceo. ¡Solo le faltó haberle puesto mi nombre y anunciarla con mi retrato! Por supuesto que esta carta quedó sin respuesta.

Lee también: La cultura de la cancelación, la práctica de eliminar a un artista de tu vida tras sentirte decepcionada

4. Los literatos

Los literatos no han sido mi círculo: como en todas partes tienen bandos feroces y no son gratos de tratar para las gentes como yo, poco literatas. Los viejos son los más caballerosos, pero no tengo con ellos afinidades literarias.

5. Uruguayos

Un grupo de jóvenes uruguayos me invitan a un homenaje que preparan en su país, tomándome como representante de la mujer de América. Yo no deseo sino que me dejen en paz, sin vítores. A mí me basta saber que esos jóvenes me guardan algún afecto. (…) En la América se vive tributando homenajes y no se trabaja; haciendo discursos vehementes que avergüenzan a los festejados por su exceso; gastando la palabra en vanidades que a nada conducen.

6. Neruda escribe futurismos que no venden

Pablo Neruda, nuestro mejor poeta nuevo (aunque ahora [apunte que data de entre 1925 y 1935] escribe futurismos que no se venden ni se leen). De Neruda tengo solo un libro de segundo orden, pero es lo mejor nuestro en la poesía actual.

7. Cahuín con Federico de Onís en New York

Federico de Onís, es cierto, me llevó a Nueva York, me dio clases que hacer, y me hizo la primera edición de mi libro. Callo, por decencia, las pequeñeces anexas. Pero no callo el choque, la colisión que tuvimos cuando yo comencé a dar mis clases. No se esperaba que yo ni nadie fuera a defender lo indefendible: la indiada. Y menos esperaba que el alumnado captase y apoyara ese alegato en donde la sinceridad iba como saeta al corazón. Desplazó sus espías. Dos colegas en la clase. Dos soplonas que tomaban apuntes de mis improperios, y después se escurrían, antes que terminara la hora, a llevarle el trofeo de la evidencia: un sartal de verdades escritas por… Bernal Díaz y por el padre Las Casas. A las citas de testigos españoles, yo solo allegaba el calor de mi sangre. (…) Y aunque medité con calma y supe que “un murciélago no hace gruta”, Federico de Onís no podía haber inventado, él solo, tamaña ceguera. (…) Para el odio y para la estupidez nunca estaremos vacunados.

Lee también: Romina Reyes, escritora: “Los relatos de heterosexualidad me parecen un poco repetidos y agobiantes”

8. Respuesta a Vicente Huidobro

Yo no conozco al (Vicente) Huidobro de ahora. Sé que anduvo por Madrid hace algunos años, cacareando entre los jóvenes y proclamando sus invenciones o “creacionismos” (¿así lo llama?). El bueno de Rosamel del Valle, que le reprochó mi ausencia en aquellas páginas de una antología publicada en Santiago, recibió nada menos que esta gruesa y sin pudor respuesta: “Esa pobre Mistral lechoza y dulzona, tiene en los senos un poco de leche con malicia”. Tal cual, parece chisme. ¡Claro, en esa antología llamada de poesía nueva, y preparada por sus “discípulos” criollos, qué páginas iba a tener una vieja como yo! Gracia pura —por no decir bárbara— del snob caballero vanguardista.

9. Nada con González Videla ni con Ibáñez del Campo

Recibo convites de Chile, ninguno es oficial. Yo espero poder sortearlos y postergarlos. No deseo volver a toparme con aquel Soberbio Señor (Gabriel González Videla) que me trató con los pies en Brasil. Y casi lloro cuando leo que el próximo patrón es, precisamente, aquel otro que me destituyó del cargo de cónsul hace años: fue mi Coronel (Carlos Ibáñez del Campo). Parece que Chile pierde más y más su sensatez y su memoria histórica. (…) Esa inclinación de mi país a los matones me preocupa y no logro entenderla.

10. Neruda y García Lorca me echaron de Madrid

Nunca me quisieron ni Pablo (Neruda) ni Delia (del Carril, su esposa), sobre todo ella. Según el relato de gente española de toda calidad moral, mi echada de Madrid, cuando yo era cónsul allí, fue obra conjugada de García Lorca  y Neruda. Aquel lo quería mucho y sabía a la vez mi choque con la frenética gente republicana y… la monárquica también. García Lorca era un temperamental. Pablo, un enamorado de la España España.

Bendita mi lengua sea (diario íntimo)
Gabriela Mistral (compilador Jaime Quezada)
Editorial Catalonia
304 páginas
Precio de referencia: $18.900

Tags:

Deja tu comentario