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Jeannette von Wolfersdorff conoce los problemas de Chile a fondo y habla con pasión de la desigualdad del país a pesar de haber nacido a más de 11 mil kilómetros de distancia.

Nació en Alemania, específicamente en la ciudad de Aquisgrán, y a los 22 años, después de haber estudiado el equivalente a ingeniería comercial, viajó a Chile para hacer su práctica.

“Soy muy independiente y quería un lugar que no fuera muy conocido en Europa (…) Chile tenía una historia especial y un mercado financiero que era interesante conocer como estudiante”, cuenta en CNN Íntimo sobre su decisión de visitar el país en 1999.

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La experta detalla que al inicio estuvo solo dos meses en Chile, lo que “fue muy poco como para llegar a entender cómo funciona la sociedad. (…) Mi crítica más social o mi preocupación por temas de funcionamiento del mercado diría que nacieron después“.

Ya han pasado 20 años desde que decidió asentarse en el país. La experta en finanzas hoy es madre de tres hijos y nunca ha dejado de ser frontal ni de decir lo que piensa, aunque pueda incomodarle a la misma élite a la que pertenece.

Según relata, en su natal Alemania su familia era “clase media aunque con cierto privilegio, ya que (…) tenemos un título muy simple de nobleza, sin Barón ni conde ni nada, pero igual hay círculos en Alemania que se mantienen entre la nobleza de alguna manera“.

Agencia UNO

“Crecimos con este fondo más cultural y un poco feudal, me atrevo a decir, en algunas partes”, agrega. “Tuvimos estos círculos y otros más, donde mis papás estaban interesados y pertenecíamos, pero económicamente éramos más bien clase media“.

Von Wolfersdorff cuenta que en este contexto es donde empezó a “reflexionar mucho sobre lo que pasa con los hijos cuando crecen con demasiada protección y recursos y cuan mal hacen a la sociedad y a ellos mismos tener excesivos privilegios“.

Una historia de amor

Cuando estaba viajando por primera vez a Chile en 1999 conoció en su última escala en el aeropuerto de Ezeiza, a quien cuatro años después se convertiría en su marido, Cristoph Schiess, hijo de inmigrantes alemanes y cabeza del holding Tánica.

“En 1999 estaba a las seis de la mañana leyendo un libro sobre la economía chilena. Estaba todo cerrado en el aeropuerto, no había celulares (…) y yo no hablaba mucho español“, narra la especialista en finanzas.

“Me senté al lado de una monja en la mañana y estando al lado de ella con un libro de economía en la mano me vio el que iba a ser mi marido. Él dijo que esa imagen era muy extraña y me conversó (…) Yo no tenía ningún plan de casarme, ni de emparejarme, venía a hacer mi trabajo en Chile“, añade.

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Von Wolfersdorff detalla que el avión “venía vacío, así que se sentó al lado mío, me pasó un papelito con su teléfono y faltando un mes para devolverme encontré el papelito (…), lo llamé y me mostró Santiago. Nos entendíamos muy bien y después de cuatro semanas tenía que volver, así que quedó ahí, pero luego empezamos a escribirnos y tres años después nos casamos“.

Luego de trabajar una década en el holding de los Schiess, la experta separó aguas y fundó el Observatorio Fiscal para impulsar la rendición de cuentas del gasto público. De nombre legal Sonia Jeannette Schiess, confiesa que decidió reemplazarlo una vez que comenzó a opinar sobre la realidad del país.

“Lo hice para no tener que ajustar mi visión ni incomodar y que nadie se confunda con mi apellido pensando que soy parte de un grupo, porque no soy parte de un grupo (…). En lo legal soy Schiess, pero no lo uso y cada vez que alguien me pregunta digo ‘la cónsul me lo recomendó y no me arrepiento’. Fue una buena decisión”, sostiene.

Una diferencia entre los chilenos y los alemanes es la forma de decir las cosas, que ellos son frontales y no por eso significa un ataque personal, ¿eso fue lo primero con lo que chocaste acá?
—”En el colegio tuve muy buenos profesores que insistieron mucho en esta pregunta después de la Segunda Guerra Mundial: ‘¿por qué paso esto en un país tan culto, poético, filósofo y pensador y cómo nadie hizo contrapeso?’. Esa sigue siendo una pregunta muy importante que todas las democracias tienen que hacerse cuando empiezan con concentraciones de poder”.

“Aprendimos en mi generación a debatir siempre y a decir las cosas abiertamente porque no hay forma de mejorar como país si no se trata de mirar las brechas y atreverse a decirlo. Entonces, para mí es un aporte cuando uno critica bien intencionado. Uno puede equivocarse, yo me puedo equivocar (…), pero para mí es positivo hablar de las brechas”, afirma.

—Durante el estallido social surgió una conciencia que aparentemente se remeció por el temor, pero ya han pasado tres años, ¿tú crees que se volvió a dormir esa conciencia?
—No, pero tiene que equilibrarse (…). Cuando las propuestas se plantean quizás de un día para otro, sin la gradualidad ni los acuerdos que se necesitan, las personas tienen temor a los cambios. Al ser humano no le gusta perder su identidad cuando todo se cambia. Esto produce un miedo muy profundo.

Según la especialista, ese fue el proceso por el cual paso el país a nivel constitucional. “Lo veo positivo a la vez porque siento que hemos logrado madurar en este paso y hoy día observo con optimismo la voz de empresas, sobre todo multinacionales, (…) que están preocupados de cómo colaborar con la regulación del mercado, cómo avanzar y cómo hacerse parte de eso en vez de esperar sobre cierto privilegio que hoy pueden tener”.

“Esta conciencia la veo en empresas y yo pienso que a nivel de la sociedad todas las encuestas han mostrado que las personas sí esperan un cambio constitucional, muestran que se espera un cambio”, afirma.

—¿Satanizar el capitalismo viene precisamente porque no se ha desarrollado tal como en el ideal debiera ser?
—El capitalismo está demonizado por lo mal regulado que está (…). Hemos conversado poco sobre cómo regular el capitalismo para que las personas puedan operar distinto, porque cuando hay colusiones y concentraciones tampoco es que haya una mala intención detrás, sino que son las reglas que permiten que las personas vayan evolucionando y se comporten de forma negativa para el resto, pero de alguna manera el sistema permite que haya concentraciones en los mercados, que nos falte sostenibilidad, que haya daños medioambientales”.

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