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Gabriela Hernández no tiene pelos en la lengua y se reconoce a sí misma como “un espíritu libre“. Su padre, un español de ideas republicanas, le inculcó a ella y a sus dos hermanas que debían ser profesionales e independientes.

Desde joven fue la más rebelde entre sus hermanas y apenas salió del Liceo Manuel de Salas decidió que quería ser actriz. Estudió en la Escuela de la Universidad de Chile, donde fue compañera de grandes artistas, entre ellos Víctor Jara.

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Su despegue vino en 1964 cuando reemplazó a Carmen Barros en el protagónico de La Pérgola de las Flores. Partió de gira a México y no volvió hasta 24 años después, ya que luego de cinco años en dicho lugar decidió viajar a Estados Unidos y finalmente a España, donde vivió largos años.

En el país europeo conoció a quien sería su marido y padre de María José, su única hija. Sin embargo, en 1988 decidió venir a probar suerte a Chile, ese mismo año la contrataron para el elenco de Bellas y Audaces y no paró más.

En entrevista con CNN ÍntimoGabriela Hernández Gómez conversó, entre otras cosas, sobre su amor por la actuación y abordó su paso por distintas partes del mundo y los éxitos que han marcado su amplia carrera.

Una vida de amor al teatro

A sus 83 años, Gaby Hernández se encuentra trabajando en uno de sus proyectos más ambiciosos y deseados: Molly Bloom, un potente monólogo de 80 minutos inspirado en Penélope, el último capítulo de Ulises de James Joyce.

Al respecto, cuenta que “es un libro difícil y tenía 17 años cuando lo leí por primera vez (…). Cambió toda la literatura, antes sólo se hablaba de la conversación, del argumento, aquí es lo que piensa la gente. Creó todo un nuevo estilo en 1922, que fue cuando se publicó”.

“Joyce es obsceno, pero al mismo tiempo poético, y tiene esa mezcla que hasta yo pregunté ‘cómo se puede escribir así’. A los 16 años decidí que quería ser actriz y me dije a mí misma: ‘Este monólogo yo tengo que hacerlo en teatro alguna vez‘”, agrega.

Por su edad, Hernández ya había perdido la esperanza en realizar la obra, pero algo sucedió. “Molly Boom tiene como 34 años y pensé que ya se me había pasado la edad (…) Sin embargo, salgo elegida para que Jan Lauwers venga a dirigirme a Chile porque él hace una Molly Bloom vieja que rememora lo mismo, pero desde una perspectiva de casi 50 años más en mi caso”.

—¿Qué hay de ti en este monólogo?
Mucho. Es que yo desde niña fui un espíritu libre, aunque mis hermanas también, pero yo parece que más. Nunca pensé casarme, me casé por cosas de papeles (…). Veía de niña esas familias con los cochecitos los domingos y decía ‘ay no, yo los domingos voy a estar arriba de un escenario, voy a estar viendo unas películas, pero la cosa familiar no’.

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—¿Cómo marcó el caso de Nicolás López en las actrices de nuestros escenarios, porque tú también trabajaste con él?
Apoyo totalmente a las mujeres que denuncian abusos, todas hemos sufrido abusos (…). Sin embargo, encuentro que si tú te metes en las patas de los caballos tienes que saber salir, o si no te la bancas. Igual hoy se ve distinto y las defiendo a brazo partido.

“En mi caso, Nicolás López era muy divertido, tú lo veías venir joteando, pero casi en broma. Tú sabes si lo vas a tomar en serio y decirle ‘córtala’ o no lo cortas o tienes algún interés en participar en alguna película -cosa muy natural y si eres actriz evidentemente-, pero si ves que la cosa va mal, les aconsejo a las chicas que sufren eso cortar ahí, no vale la pena“, añade.

—Él está condenado y me imagino que eso igual cambia los modos de relación.
Ha sido muy bueno que ellas se hayan expuesto y también con Herval Abreu (…). No hay víctimas sin victimarios y cuando se juntan ahí. Tú tienes que aprender a no ser víctima nunca, enseñar a tus hijas a no ser víctimas, enseñar a tus hijos a saber que somos iguales y que no tienes que transgredir la dignidad de la otra persona.

Nuevas experiencias

Durante la década de 1970, la actriz estableció en España, donde realizo diversos montajes de teatro. Luego de más de una década decidió regresar a Chile para votar a favor de la campaña del No en el Plebiscito nacional de 1988.

Tú fuiste compañera de Víctor Jara.
—Él iba un año más adelante que yo, pero éramos muy pocos los que seguíamos teatro. Víctor me sacó un montón de fotos y teníamos una compañía de teatro infantil prohibida porque no nos dejaban actuar fuera hasta recibirnos. Nosotros actuábamos en el Marconi que ahora es el Nescafé de las Artes, que era un cine y los domingos lo arrendábamos.

Hérnandez detalla que la compañía se llamaba 10 enanitos, ya que eran 10 las personas que formaban parte del equipo. “Un día nos pillaron y casi nos echaron de la escuela a todos por desobedecer las reglas de la escuela de no hacer teatro y ganar dinero“.

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Tú fuiste viviendo todos estos acontecimientos políticos que ocurrieron antes y durante la Dictadura desde fuera.
—Estaba en Montevideo feliz en la casa con mi niña de un año, ocurre acá el tanquetazo y mi familia me dijo ‘aquí se va a armar la grande, por qué no vienes y te despides de tu madre y hermanas porque no se sabe lo que va a pasar’, ya que todos estaban, no involucrados, pero sabían (lo venía).

“Fueron exoneradas mis dos hermanas, mis cuñados, habíamos puesto todo lo que habíamos heredado tras la muerte de mi padre en unos bonos para ayudar al Gobierno de Allende y así se fue todo, pero el 11 estaba aquí (en Chile) (…). Lo más terrible fue ir al entierro de Neruda, cuando él murió (…), aunque nunca digo que estuve porque yo no viví (durante) el golpe”, narra.

—Volviste a España, pero luego retornaste a Chile.
Se me venció el pasaporte chileno, ya tenía el español. Fui a renovarlo y estaba lleno de uniformados, la embajada y todo, paso mi pasaporte, me lo toman y me dicen ‘usted ya no es chilena porque ya ha pasado mucha agua de bajo del puente’, con esas palabras, ‘qué aguas le dije, yo soy chilena’. No sé si sabían que ya tenía la nacionalidad española o no, pero no me devolvieron el pasaporte ni me lo renovaron, me lo quitaron y no hubo caso.

La intérprete cuenta cómo logró retornar al país: “Un amigo me dijo anda al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), por lo que partí para allá y me preguntaron si quería venir a Chile, dije que sí porque deseaba votar en el plebiscito, ya que no había hecho nada y lo había visto todo desde un balcón (…) Yo no pensaba quedarme, venía solo a votar al plebiscito“.

La querida Lita

Gaby Hernández ha hecho teatro, cine, miniseries e incluso fue coanimadora en un matinal. A pesar de este largo recorrido, la fama propiamente tal le llegó con el querido papel de Lita Amunátegui en la novela Pituca Sin Lucas.

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—¿Te costó hacer a Lita?
La gocé (…). El papel estaba muy bien escrito, ella va cambiando su forma de pensar, va conociendo este mundo de barrio donde se ayudan unos a otros. Termina vendiendo pan con don Benito, feliz de la vida, con una vida mucho más interesante, humana, sencilla y con amor.

También se reivindica a las personas mayores y tú fuiste reconocida el año pasado por la Fundación Conecta Mayor que reconoce a los 100 líderes mayores de 70, ¿qué te pasa a ti con el paso de los años?
Se hacen cada vez más rápidos los años (…), ya no me alcanza el tiempo para todo lo que quiero hacer. Los pasos de los años no me han dado más sabiduría, a pesar de que William Black decía que el camino del exceso te lleva al palacio de la sabiduría y yo cuando era muy excesiva en la movida y en todo Madrid decía ‘bueno, me va a llevar al palacio de la sabiduría’, pero no me ha llevado.

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