Por Jacinta Molina
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La estatua del traficante de esclavos Edward Colston lanzada al agua en Bristol, Inglaterra. Múltiples esculturas del rey Leopoldo II -responsable del genocidio de al menos diez millones de congoleños- pintadas y rayadas a lo largo de Bélgica. Monumentos de Cristóbal Colón derribados en algunas ciudades de Estados Unidos.

Todas acciones que han surgido en medio de las manifestaciones provocadas por el asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd a manos de la policía en Minneapolis, y que revelan el antecedente colonialista que subyace a ese racismo contra el cual hoy se protesta en varias calles y ciudades del mundo.

Manifestaciones que han forzado a municipios y gobiernos a revisar qué hacer con estos monumentos instalados por años en avenidas y plazas, convertidas hoy en focos de conflicto.

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El Instituto de Justicia y Reconciliación con sede en La Haya (IHJR, por sus siglas en inglés) ha detectado 175 casos en 70 países que ya han generado o podrían generar controversia. La entidad ha asistido a algunos gobiernos locales que hoy comienzan a revisar la historia tras sus estatuas, calles y otras instalaciones públicas como medida de prevención.

Un proceso que no es fácil, cuenta la periodista chilena Catalina Gaete, investigadora asociada del IHJR: “Muchos de estos personajes dieron prestigio a sus países, llaman al orgullo, pero al mismo tiempo, a una historia olvidada”.

Hoy, gracias a la repercusión mundial del movimiento Black Lives Matter, ese lado olvidado sale a la luz.

Pero esta demanda mundial por revisar el pasado y resignificar el espacio público ya había surgido en las calles chilenas. Ocho meses antes, de hecho, cuando estatuas ligadas a figuras de la conquista española y militares corrieron una suerte similar durante el estallido social. Según un catastro liderado por el Consejo de Monumentos Nacionales entre diciembre de 2019 y febrero de 2020, 1.353 bienes patrimoniales sufrieron algún tipo de daño.

En Arica, por ejemplo, se destruyó una estatua de Cristóbal Colón que databa de 1910 y que se ubicada en una plaza llamada igual que el navegante a quien se le atribuye el descubrimiento de América. En La Serena, una figura del conquistador español Francisco de Aguirre fue sacada y reemplazada por la de una mujer diaguita.

En Temuco, una estatua de Pedro de Valdivia fue decapitada y su cabeza colgada en la mano de la escultura del toqui mapuche Caupolicán, símbolo de la resistencia contra la conquista española; y en Punta Arenas, otra en honor al empresario español José Menéndez fue destruida. A este último se le responsabiliza por el genocidio de la etnia Selk’nam, hoy extinguida.

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Según el Premio Nacional de Historia 2006, Gabriel Salazar, estas acciones son una reacción contra las élites. “En Chile, los vencedores de las batallas, masacres, golpes de estado, han establecido una memoria oficial y contra eso hoy hay una reacción general. Son estatuas que no fueron decididas por las comunidades, sino por el gobierno central, que es la misma élite“, explica.

Patricio Mora, arquitecto y director ejecutivo de la fundación Proyecta Memoria, concuerda. “Son monumentos eurocéntricos, no representan la naturaleza de los pueblos originarios. De los 1.400 que hay en Chile, la mayoría son dedicados a colonizadores”. Según él, este tipo de manifestaciones surgen a falta de una política pública al respecto.

Quizás la manifestación más emblemática y controvertida de todas ocurrió en el lugar más famoso del país: la Plaza Baquedano o Plaza Italia, como también es conocida. Y si de nombres adicionales se trata, también bautizada como “Plaza de la Dignidad” en ese tiempo. Fue allí donde se concentraron las manifestaciones contra la desigualdad y en cada una de ellas era posible distinguir un gran número de banderas mapuche.

Según Gabriel Salazar eso se fue porque hay un vínculo de identificación que data de años con el pueblo indígena más grande de Chile. “El pueblo mestizo representa 2/3 de la población chilena. A causa de la discriminación que sufrieron por parte de la élite blanca, desde hace mucho tiempo que los mestizos se sintieron más ligados y vinculados con el pueblo mapuche. Hay una identificación con el pueblo mapuche y su espíritu de lucha“.

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De esas manifestaciones fue testigo y protagonista una estatua emplazada en el lugar desde 1928. Se trata de la que representa al general del ejército Manuel Baquedano, considerado un héroe de la Guerra del Pacífico. Desde ese 18 de octubre hasta marzo de este año, dicho monumento mostraba múltiples rayados realizados por los manifestantes durante las protestas. Y quizás ahora parece lejano, pero 2020 comenzó con un extendido debate sobre si la dañada estatua debía permanecer en la zona o no.

Finalmente, el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) decidió unánimemente mantenerla y hoy luce como nueva. Solo horas después de iniciado el estado de catástrofe decretado para contener el avance del COVID-19, el monumento fue limpiado completamente. Según explicó el intendente Felipe Guevara en ese momento, la acción se enmarcó en un plan de reconstrucción de fachadas, calzadas, monumentos, transporte y otros espacios públicos.

“La pandemia ha establecido un gran paréntesis. Pero estos son procesos profundos, que se arrastran en la historia de Chile por siglos, son problemas no resueltos. Pretender que porque la pandemia dejó despejada la Plaza Italia esto se va a olvidar… ¡Olvídalo!“, dice Salazar. “Negar, hacer como que no existe, siempre va a tener consecuencias. Eso lo vemos ahora con el movimiento Black Lives Matter. Eso es la moraleja de todo esto”, advierte Catalina Gaete.

En Chile, dañar un monumento nacional puede ser sancionado hasta con penas de reclusión menor según la actual legislación. Por eso, desde el Consejo de Monumentos Nacionales rechazan estas acciones, pero reconocen que el estallido social dejó un desafío pendiente. “Más allá de la condena, debemos ser capaces, también, de entender el fenómeno que subyace“, dice Erwin Brevis, secretario técnico del CMN. “Sin buscar una vía de justificación, ese trasfondo (de crisis social) puede explicar en parte las reivindicaciones y resignificaciones que han asumido como patrón el tumbar monumentos de conquistadores españoles o colonos del siglo XIX”, agrega.

Hoy, en medio de la controversia, son varios los gobiernos locales alrededor del mundo que debaten qué hacer con este tipo de bienes públicos. Desde crear comisiones que evalúen su significado hasta removerlos. La pregunta también queda pendiente a este lado del planeta y lo cierto es que no existe consenso entre historiadores y expertos. Algunos apoyan la idea de remover estas estatuas que consideran poco representativas. Otros acusan que con esto se quiere borrar la historia.

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En lo que sí hay consenso es que, por ahora, en medio de la emergencia sanitaria causada por el COVID-19, la discusión deberá esperar. “Será un proceso gradual que tendrá sus tiempos y convocará tanto a actores públicos como privados. Con todo, la recuperación y revalorización del patrimonio urbano es un reto primordial”, especifica Brewis.

“Hoy no es el momento debido a la pandemia, pero cuando decidamos cuál será la nueva Constitución, podríamos decidir cuáles serán nuestros símbolos“, comenta Patricio Mora, apostando las fichas a una eventual aprobación de una nueva Constitución en el plebiscito del próximo 25 de octubre.

Lo mismo cree el Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar. “Si el proceso lo controlan las comunidades de ciudadanos, cada comunidad debería decir qué quiere recordar y qué no“, señala. “Hay monumentos cuya significación simbólica representan un desafío mayor, donde se hace especialmente relevante el rol y participación de comunidades locales”, dice Erwin Brevis.

Lo cierto es que habrá que esperar para ver si ese debate, que hoy varios en el planeta comienzan a plantearse, vuelve al centro de la discusión público en Chile.

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