Si hay un mensaje consistente sobre el cambio climático –que ha quedado bastante claro en la reciente oleada de grandes evaluaciones sobre el tema– es que la temperatura de nuestro planeta ya está cambiando y este es el momento para actuar si queremos evitar consecuencias devastadoras.

Ahora, según un informe de las Naciones Unidas publicado este martes, la proyección de las emisiones de dióxido de carbono –el principal gas de efecto invernadero– para todos los países del mundo está desafortunadamente muy cerca del límite de los 2 grados Celsius establecido en el acuerdo climático de París de 2015.

De hecho, el reporte señala que los objetivos de emisión actuales de todas las naciones terminarían en un aumento de la temperatura global promedio de 3,2 grados Celsius (5,8 grados Fahrenheit) para 2100. Y esto es algo grave.

Un mundo con 3,2 grados adicionales para finales de siglo provocaría muchos de los efectos extremos y graves para la salud humana, las economías globales y el aumento del nivel del mar que se pronostican en los escenarios de “emisiones más altas”, es decir, considerando el peor de los casos.

El Informe sobre la disparidad en las emisiones es el reporte emblemático del programa ONU-Medio Ambiente y presenta el desempeño de los países en sus contribuciones individuales al acuerdo de París. También ayuda a determinar la brecha ente los aportes esperados y lo que se requiere para mantener al planeta dentro del rango de los 1,5 a los 2 grados Celsius sobre las temperaturas preindustriales (quemar combustibles fósiles para necesidades industriales resultó en un gran aumento de los gases de efecto invernaderos en la atmósfera).

El informe de este año revela la mayor brecha de la historia, que es el resultado de un aumento en las emisiones y una lenta acción de mitigación.

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El pronóstico del reporte va en la misma línea de los recientes hallazgos presentados en el Informe Especial sobre los 1,5 grados, publicado el mes pasado por el Grupo Intergubernamental de Expertos Sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés): el mundo no está actuando lo suficientemente rápido para evitar las futuras condiciones extremas de temperatura, mientras el tiempo se agota velozmente.

Según el informe de este martes, las emisiones globales de dióxido de carbono en 2017 alcanzaron los 53,5 gigatones (un gigantón equivale a 1.000 millones de toneladas): es la mayor cantidad jamás liberada a la atmósfera y representa aumento de más del 1% sobre las emisiones de 2016.

Las emisiones globales deben reducirse en un 25% frente a esta cifra para 2030 si queremos limitar el calentamiento global los 2 grados Celsius. Ahora, si el objetivo es permanecer a raya de los 1,5 grados, entonces la disminución debe ser del 55%.

El aumento en 2017 mantiene las emisiones globales relativamente estables entre 2014 y 2016, un periodo que permitió algo de optimismo acerca de que los gases de efecto invernadero podrían estar alcanzando un punto máximo y dejarían de incrementarse. Sin embargo, el informe de la ONU de este martes acaba con ese optimismo.

“Llegar al pico mundial de emisiones para 2020 es crucial para alcanzar los objetivos de temperatura trazados en el Acuerdo de París”, indicó el reporte, “pero la escala y el ritmo de la acción actual siguen siendo insuficientes”.

Pero, no se espera que las emisiones globales alcancen su punto máximo en 2030… mucho menos en 2020. De hecho, en sólo 57 países (que representan el 60% de las emisiones globales) hay proyecciones de alcanzar su nivel máximo para 2030.

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Los autores del informe concluyen que las naciones deben ser más ambiciosas en sus proyecciones para recortes de emisiones, aumentándolas tres veces si quieren cumplir el objetivo de los 2 grados y cinco veces para alcanzar el objetivo de 1,5 grados para 2030.

Sabiendo que ese nivel de acción es extremadamente improbable, el reporte de la ONU apunta al potencial creciente de los “actores no estatales” para ayudar a alcanzar los objetivos globales de emisiones.

Esta categoría incluye órganos de gobierno más pequeños, como las autoridades municipales, estatales y regionales, así como entidades privadas del tipos de empresas, inversionista y organizaciones civiles.

Además de simplemente reducir sus propias emisiones de carbono, estas entidades “crean confianza en los gobiernos con respecto a la política climática y promueven objetivos nacionales más ambiciosos”, según el informe.

Otra herramienta potencial para cerrar la brecha, señaló el reporte, es una reforma de la política fiscal, incluidos impuestos a los combustibles fósiles y subsidios para las alternativas de bajas emisiones, lo que puede crear fuertes incentivos para las inversiones bajas en carbono y reducir las emisiones.

El informe será un tema clave clave cuando las principales figuras ambientales se reúnan en Polonia la próxima semana como parte de la COP24, donde el objetivo declarado es adoptar un plan para ejecutar el Acuerdo de París, que afectará la política energética y climática para los próximos años.

Estados Unidos es el único país que no está en acuerdo climático de París después de que el presidente Donald Trump se retirara del pacto en 2017, argumentando que imponía cargas financieras “draconianas” sobre el pueblo estadounidense.

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