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La noche del domingo murió a los 90 años Fernando Karadima, ex sacerdote a quien se le prohibió el ejercicio del cargo en la Iglesia Católica, debido a denuncias en su contra por delitos sexuales contra menores de edad.

En 2010 había sido denunciado por Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo por abusos sexuales contra menores de edad. Si bien el Vaticano lo condenó, en el ámbito penal los crímenes no fueron perseguidos ya que habían prescrito.

Ante la noticia del fallecimiento, CNN Chile habló con María Olivia Mönckeberg, periodista y autora del libro Karadima, el señor de los infiernos.

“No solo no tuvo sanción penal si no que, además, este personaje no demostró ninguna señal de arrepentimiento“, dijo sobre el final de Karadima.

Junto a esto, Mönckeberg remarcó que “dejó de ser sacerdote no porque quizo, lo obligaron por un tardío pronunciamiento, o enjuiciamiento, del Vaticano (…) No hubo sanción penal en Chile, aunque estuvo toda la historia antes de la prescripción de los delitos”.

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La periodista, que en 2011 publicó su investigación de los abusos, afirmó que “fue una persona que, a mi juicio, no solo cometió delitos sexuales, si no que también tuvo abuso de conciencia sobre muchos jóvenes que fue reclutando en la iglesia de El Bosque, que funcionaba en sus tiempos como una verdadera secta”.

“Tenía un movimiento de jóvenes, Acción Católica, que trataba de imitar a lo que hizo el padre Hurtado; ahí buscaba que fueran niños de colegios particulares y familias de sectores acomodados, pero que estuvieran en situaciones de vulnerabilidad, para asumir un rol de padre”, comentó y agregó que “lo hacía en nombre de Dios, con todo lo que eso implica para un creyente (…) dominaba la vida de quienes lo rodeaban“.

Pero las redes del ex sacerdote no terminaban ahí. En palabras de Mönckeberg, “además, cultivaba ‘vocaciones sacerdotales’ y generó un círculo de cerca de 40 sacerdotes que instalaba en distintas parroquias de la Región Metropolitana; ejercía sobre todos ellos una dominación muy grande”

La periodista se refirió también a las influencias de Karadima en familias acomodadas: “frecuentaba sectores económicos y de familias poderosas, frecuentaba sus casas y se hacía amigos, tomaba a los hijos y a las familias completas para hacer adeptos (…) era una cuestión bastante siniestra la que había logrado montar”.

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Sobre el destape real del caso, recordó que “se logró saber cuando se empezaron a develar los testimonios de Hamilton, Cruz y Murillo, cuando hablaron en la televisión nacional y esto estalló”.

“Había habido situaciones complejas de otros curas, pero que no habían tenido este impacto“, sentenció sobre el efecto mediático que finamente le dio relevancia pública a las denuncias.

La jerarquía de la Iglesia Católica hizo oídos sordos a las primeras denuncias, eran los tiempos del Cardenal Francisco Javier Errázuriz que, como se suele decir, no pescó”, rememoró la periodista y destacó que “hubo denuncias desde mediados de la década del 80 (…) aquí hubo mucho encubrimiento“.

Consultada sobre el presente de denuncias similares contra la Iglesia Católica, dijo que “lamentablemente creo que no se dejan del todo atrás (…) conocimos situaciones de congregaciones como los jesuitas, los maristas y salecianos, encubiertos por el propio Cardenal Ezzati (…) acordémonos de situaciones como las de Cristián Precht, que cometió abusos, creo que debería haber una mirada de mayor indagación por parte de la iglesia y también de la justicia”.

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En tanto, Mönckeberg instó a que las autoridades del Estado y la iglesia no dejen de investigar. “Deberían estar todos alerta, porque cuando se habla de la estructura de las iglesias, donde también están las iglesias evangélicas, hay algo cuando se ejerce el control de conciencia, cuando se habla en nombre de Dios (…) se habla de que la religión es algo privado, yo creo que no, porque se condicionan muchas actitudes”, manifestó.

Finalmente, sobre sus reflexiones en torno a Karadima y las consecuencias de sus abusos, afirmó que “rompen vidas, dejan heridos (…) por supuesto que son atentados contra los Derechos Humanos básicos (…) a pesar de las burlas y desmentidos, estas principales víctimas se atrevieron, pero hay víctimas que aún no (…) el abuso es algo que demora tiempo en reconocer y hay reconocer el daño no solo desde lo sexual”.

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