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La pandemia ha planteado innumerables desafíos, nos ha exigido mucho más de lo que estábamos acostumbrados en diversos ámbitos. En el hogar esto se ha visto reflejado en situaciones que nunca antes habíamos tenido que administrar. De la noche a la mañana, el living se convirtió en oficina, salón de clases, lugar de crianza y de entretención, todo al mismo tiempo.

En este contexto, manejar nuestras emociones y la de nuestros hijos se convierte en uno de los mayores desafíos. Para analizar este tema y poner el foco específicamente en los niños, Paloma Ávila conversó con la académica de la UC María Pía Santelices, directora del Centro Cuida, investigadora del Instituto Milenio para la Investigación de la Depresión y la Personalidad.

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Los niños y niñas son afectados por el confinamiento y el estrés que genera la pandemia, de una forma que no siempre es interpretada de manera correcta por los adultos. Es por ello que los padres deben desarrollar herramientas que le permitan manejar no solo su propia angustia sino la de sus hijos.

En relación a esto, Santelices recomienda: “Primero, que no sean invisibles. Tener en cuenta que si a nosotros nos afecta con ansiedad, temor e incertidumbre, esos mismos sentimientos les afectan a los niños y niñas, de una manera mucho más intensa porque de su comprensión cognitiva es mucho más difícil darle un sentido a lo que está pasando”.

Por ello, son más vulnerables y necesitan un mayor acompañamiento de los adultos en su entorno para que ellos puedan integrar esta experiencia y no se convierta en traumática, asegura la experta.

Manejar esta situación con los niños depende de la etapa en la que se encuentran, según su edad: “Un bebé que no habla todavía le da sentido a la experiencia desde la emoción. Si un bebé nos ve estresados, se va a sintonizar con esa emoción. Al bebé hay que transmitirle seguridad, necesitan vernos sólidos, pese a que no es fácil hacerlo, pero no es imposible”.

La directora del Centro Cuida recomienda buscar esos recursos emocionales de seguridad en adultos mediante actividades de esparcimiento, buscar un estilo de vida saludable y hacer ejercicios de respiración, entre otros. “Para mantenernos sanos psicológicamente y transmitirle a nuestros hijos la seguridad que necesitan”, explica.

En niños más grandes, entre los 3 y 5 años, están en una etapa que la académica de la UC califica como delicada “porque se está formando lo que se llama la teoría de la mente“, por lo que necesitan un acompañamiento. “Se puede hacer a través de cuentos, o a través de los dibujos para que saquen sus emociones. Lo que necesitan de nosotros es acompañarlos y explicarles lo que está pasando: ¿por qué estamos todos en la casa? ¿Por qué nos estamos cuidando? Y de esa manera la experiencia no será traumática”.

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En el caso de los niños escolarizados, de 5 a 12 años, necesitan empatía, porque no tienen su espacio de pertenecer a una comunidad educativa, donde no solo aprenden sino que socializan con sus pares. “Puede que esto los haga más irritables. Lo primero es comprensión y flexibilidad de nuestra parte, estar disponibles, al menos una hora al día, para ponernos al servicio de sus necesidades”.

Estas estrategias se recomiendan realizarlas al menos una vez al día, sin distracciones como el celular, para que el tiempo dedicado a los hijos sea eficiente y que sientan los niños que los adultos los están atendiendo.

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