Por Mónica Rincón
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Las medidas que hay que tomar frente a una emergencia como el coronavirus son múltiples y complejas. Se suceden unas a otras y no sirven si no son asumidas de manera coordinada, transparente y oportuna.

Ahora, por ejemplo, está en medio de la polémica si hay que cerrar o no los malls.

Parte de sus trabajadores han protestado para irse a sus casas. El ministro de Economía sostuvo que cerrar los centros comerciales era potestad del presidente, pero ya hay alcaldes que decidieron cerrarlos, adelantándose a las autoridades del Poder Ejecutivo. Otros jefes comunales advierten que el cierre es inútil si se hace sólo en algunas comunas, provocando aglomeraciones en otras, y algunos como Felipe Alesandri le solicitaron al Gobierno que estudie la medida.

Pero si el Colegio Médico cree que hay que cerrar ciudades, ¿no es entonces obvio que es necesario cerrar los mall? Si con razón en los colegios no hay clases, no se permiten reuniones de más de 50 personas, si se clausuran los parques porque en ellos se aglomeran las personas, ¿cómo no tomar la misma medida con los centros comerciales?

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El principio rector debe ser salvaguardar a tiempo la salud de los chilenos. La discusión es cuándo es ese momento. Porque si las medidas se toman tarde, además de poner en riesgo a más personas, los efectos económicos a mediano plazo son mayores.

Parece lógico: salvo farmacias, supermercados, bombas de bencinas y en general lugares de abastecimiento de bienes esenciales, el comercio suntuario debiera dejar de funcionar hasta que sea prudente. Es la salud y la vida de las personas las que están en juego.

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