La noticia sorprendió a Colombia mientras dormía, esta madrugada: el comité noruego entregó a Juan Manuel Santos el Premio Nobel , convirtiendo al presidente en el segundo colombiano en recibir el galardón, después del escritor Gabriel García Márquez.
El premio es una apuesta arriesgada, sólo 5 días después de que los colombianos rechazaran el acuerdo de paz negociado entre Santos y las FARC. El líder de la guerrilla, Timochenko, no fue galardonado. En otras ocasiones, el Nobel ha premiado a personajes con un historial oscuro cuando firman acuerdos de paz. Lo hizo con Henry Kissinger, pese a su apoyo a las dictaduras latinoamericanas; con Yaser Arafat, pese al terrorismo de la OLP; y con Frederik De Klerk, pese a su historial racista. Esta vez, en cambio, el comité noruego sólo premió a una de las partes firmantes, dejando en claro el enorme desprestigio de las FARC.
Santos recibirá el premio el 10 de diciembre. Si llega a esa ceremonia en Oslo con un acuerdo de paz renegociado y legitimado por sus compatriotas, el Nobel se habrá anotado un éxito rotundo. Si en cambio, para diciembre la tregua está rota y la paz lejana, la decisión de hoy se anotará en la lista de fiascos del premio. Una apuesta arriesgada, que el comité del Nobel decidió que valía la pena correr.
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