Por María Luisa Carrión
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La chispa, dice, vino de Mon Laferte, pero la letra nació del dolor personal. Vivir Quintana había llegado a la casa de sus padres a pasar un periodo de vacaciones, en Francisco I. Madero en el estado de Coahuila en el norte de México, cuando recibió una llamada.

Recuerda que su padre la estaba ayudando cuando sonó el teléfono. Era Mon Laferte. Le contó que iba a cantar en el Zócalo y que “sería bueno denunciar lo de los feminicidios”, recuerda Vivir.

Sus padres nunca habían sido testigos de su proceso creativo. Y allí en la casa de su infancia, ‘la casa de la esquina’, comenzó a componer la canción que semanas y meses después traspasaría las fronteras y que en ese minuto la hizo viajar en el tiempo y recordar uno de los episodios que marcaría su vida.

Mientras estudiaba en la universidad, precisamente en Coahuila, una de sus compañeras fue asesinada. 10 años han pasado de ese hecho, pero el dolor sigue intacto.

“Estar ahí en Coahuila haciendo esa canción, recordando, fue súper fuerte, porque me puse a recordar todo lo que había pasado con mi compañera Sandra”, dice Vivir.

Y agrega la cantautora: “Ahí recordando, como decimos en México, me cayó el 20, me cayó que habíamos pasado por un rompimiento de alma y de corazón por el asesinato de nuestra compañera”.

Comenzó a escribir en el jardín, luego siguió en la cochera, donde en un pizarrón sigue aún el testimonio de su composición. Sus padres lo tienen ahí como un vestigio del proceso.

Todo eso ocurrió un 24 de febrero, mientras en Chile Mon Laferte arrasaba en el Festival de Viña del Mar. La chilena le pide la canción, Vivir se la envía y el resto es historia: una pieza potente, dolorosa y que su autora espera no se siga cantando por muchos años, porque eso significa que más mujeres han muerto en el camino.

¿Por qué no nombra a Sandra en Canción sin miedo? “Para mí es muy fuerte pronunciar su nombre. Nos quedó un hueco muy tremendo a todos”, dice desde México. “Era una mujer súper brillante, alegre, divertida”, agrega.

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De Viviana a Vivir

Viviana Monserrat Quintana Rodríguez tiene 35 años. Además de música estudió pedagogía, es la hermana de al medio, pero la única mujer de tres hijos.

“Tuve el privilegio de vivir en una casa amorosa, una casa donde se respetaba la voz de todos. Mi papá nos trataba a mis hermanos y a mí por igual. Mi papá siendo hombre nos enseñó a planchar a los tres, a poner clavos, a agarrar el taladro”, asegura Vivir.

Sus padres son maestros jubilados. Tomás Quintana, su papá, fue profesor de matemáticas y su mamá, Gloria Rodríguez, de geografía y ciencias sociales.

En tanto, su hermano mayor también se dedicó a la enseñanza y el menor trabaja para una empresa trasnacional.

—¿Cómo llegó la música a ti? ¿Cuándo pasaste de Viviana a Vivir y por qué?
—Yo me cambio el nombre a Vivir porque en mi árbol genealógico somos como 4 Vivianas. Dos de ellas quisieron dedicarse a la música. Recuerdo a mi abuela materna haberme dicho que ella estaba en un escenario cuando tenía como 13 ó 14 años y que llegó su mamá y su papá a bajarla. Me dice ‘me bajaron del cabello, literal, y me dijeron usted no puede cantar. Las mujeres que cantan son unas perdidas’. Cuando me empezó a ver con la guitarra me decía que me cuidara mucho y cuando me vio que cantaba más, me decía que bueno que cantas porque a mí no me dejaron.

—Sabemos que también fue profesora unos años ¿Cómo fue la experiencia de hacer clases? ¿Cómo recuerda esos años?
—Estudié porque siempre había como esta idea de que ‘sí dedícate a la música, pero primero estudia una carrera’. Entré a estudiar español y me encantó. Me di cuenta que me fascinaba dar clases a chicos de entre 12 y 15 años en nivel secundario. Estuve dando clases durante 3 años en unas secundarias públicas. Maravilloso, me encanta dar clases, pero también me di cuenta que mi pasión más grande era la música. Mi inspectora, que me llevaba muy bien con ella, me decía “Vivir, ya te diste cuenta que tú utilizas la música para enseñar todo”.

Y claro, en estas imágenes que nos compartió Vivir se la puede ver junto a sus alumnos y siempre acompañada con una guitarra.

Nos cuenta que muchos de sus ex alumnos la han contactado, aunque han pasado incluso 10 años. En esa época también cantaba por las noches en bares, para hacer dinero extra.

Casi 8 años. Ese es el tiempo que ha transcurrido desde que dejó las aulas para dedicarse 100% a la música.

“Yo digo que esta canción ya no es mía”

Desde que lanzó la canción en marzo, muchas mujeres la han contactado para contar sus historias. Lo han hecho a través, principalmente, de redes sociales.

“No pensábamos que iba a tener este impacto y esta fuerza. Sin embargo, lo hicimos con todo el corazón”, asegura Vivir. Dice lo hicimos, porque si bien ella es la compositora también trabajó con El Palomar y con la chilena Paz Court.

“Realmente tenemos este problema del feminicidio en todos lados. Lo tenemos muchísimo en México, lo tenemos muchísimo en Chile, lo tenemos en toda Latinoamérica y en el mundo”, reflexiona la artista.

Cuando uno la escucha es imposible no emocionarse, uno se acuerda de sus historias personales, porque lamentablemente todas tenemos una, ¿cómo hace para no llorar, para terminar de cantarla?

“El primer día que ensayamos había chicas del Palomar que no podían terminar de cantar la canción. O terminábamos el ensayo y veíamos que alguna compañera estaba llorando. Entonces era como hacer contención junto con ella y acompañamiento. Así pasaron los días de los ensayos, a veces lloraba una, luego la otra”, dice.

“El día del Zócalo tuvimos el soundcheck a las 12 del día, antes de subir al escenario, recuerdo que otra compañera chilena, que se llama Sabina Odone, y una compañera de acá de México, que se llama Ximena Mor, nos pusieron unos ejercicios de vocalización y de conexión con la tierra y fueron tan hermosos y ahí fue cuando mi contención se cayó. Ahí empecé a llorar súper fuerte y no podía parar y entre todas me agarraron y me dijeron no estás sola. Si te sientes sola nos volteas a ver, acuérdate que somos 40 contigo y Mon va a estar a tu lado también”, recuerda.

Momento de mucha emoción que dice agradece que se diera antes del concierto en el que había 90 mil personas. “Las voces de todas las que no están estuvieron muy presentes”, asegura.

Al siguiente día era otro día icónico: la marcha por el 8 de marzo. Nos cuenta que fue junto a Mon Laferte, Natalia Lafourcade, Joy de Jesse & Joy. Eran el contingente “mujeres en la música”, más de 200 mujeres, desde bajistas hasta cantantes. “Fue maravilloso, porque también la cantamos en la calle”, recuerda.

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—¿Cómo toma el hecho de que Canción sin Miedo haya traspasado las fronteras? Incluso en Chile hay versiones con los nombres de quienes han perdido la vida.
—Yo digo que esta canción ya no es mía, que esta canción es de todas las compañeras que no están y de todas las compañeras que estamos luchando por aquellas que ya no están. Yo quisiera que esta canción ya no se volviera a cantar nunca por lo que significa, cantarla significa que hay un problema. Entonces yo me lleno de alegría cuando escucho que toman la canción en todas partes, pero también me lleno de mucha rabia y de mucha tristeza cuando escucho que cada vez son más nombres, que en cada región son nombres distintos. También escuchar los nombres de los grupos originarios de allá, como acá las comandantas como allá los grupos mapuche, siento mucho abrazo por ustedes, por mis compañeras de allá de Chile.

—¿Cómo nació la relación con Mon Laferte? ¿Cómo se conocieron?
—A Mon la conocí en enero apenas de este año. A su música la conocía de hace mucho, la seguía. Fui viendo como fue creciendo y volviéndose esta mujer tan grande que es ahora. La conocí porque ella en su sororidad y en su feminismo invitó a mujeres que estuvieran dentro de la música a cantar con ella en el cierre de su gira Norma, que fue en el Palacio de los Deportes acá en México. Fue una experiencia maravillosa cantar en el Palacio de los Deportes junto a Mon. Fueron dos ensayos y ella siempre súper linda, súper sencilla, súper humana.

¿Podrán hacer algo juntas las dos artistas? Una publicación en Facebook adelanta un eventual trabajo que Vivir trata de mantener en resguardo. “Hay una sorpresa musical, pero no puedo decirla. Pero sí hay una colaboración ahí con ella, que está maravillosa, que me encanta”, afirma.

Publicado por Vivir Quintana en Lunes, 17 de agosto de 2020

Pero Mon Laferte no es su única conexión con Chile. Vivir cuenta que ha “tenido una conexión musical muy fuerte desde hace muchos años, desde que era una niña. Mi papá me ponía mucho a Violeta Parra, uno de mis cantautores favoritos es Manuel García, me gustan muchas mujeres de allá de Chile como interpretan la música”.

Y que ahora existan varias versiones de Canción sin Miedo en nuestro país para la mexicana sólo aumenta este vínculo. “La canción la puede cantar quien la quiera cantar. Yo creo que nada más soy la mensajera, el mensaje ya estaba ahí”, asegura.

“Estoy muy agradecida con las compas de allá, que sigan levantando la voz, que sigan haciendo lucha, que se tiene que hacer en toda Latinoamérica y que cada una estamos tratando de hacerlo desde donde estamos. Y si las canciones y el arte rebotan, que rebote hasta donde tenga que rebotar, pues qué bueno, porque el arte a fin de cuentas no es más que el reflejo de la sociedad, de lo que se está viviendo”, señala Vivir.

—¿Le gustaría venir a Chile? ¿Quizás Mon Laferte pueda ser la anfitriona? Claro, una vez que pase la emergencia sanitaria
—Lo hemos platicado. También lo he platicado mucho con una colectiva de allá que se llama La Matria Fest. Con muchas compañeras he platicado, sobre todo de Chile y de Argentina, yo tengo esa vela encendida en mi corazón, que realmente es una llama muy fuerte, y tengo toda la esperanza de que después de que suceda esto pues encontrarnos por allá. Sería como un gran honor pisar aquellas tierras.

—¿Ha podido ver, escuchar el trabajo de Lastesis? El trabajo de este colectivo – Un violador en tu camino- también ha dado la vuelta al mundo
Me parece maravilloso. De hecho, fui a la réplica que hubo aquí en el Zócalo. Me acuerdo que me acababa de caer, tuve un accidente en las escaleras de mi casa y me lastimé muy feo la rodilla derecha. Acababa de pasar lo del accidente cuando salió lo de Un violador en tu camino, que me pareció una genialidad, una pieza de denuncia muy fuerte y muy maravillosa. Después convocaron las compas mexicanas a hacer la réplica y yo apenas podía medio caminar y me dijeron, “pero ¿cómo vas a ir así?” Y Yo dije “pues yo quiero ir”. Y me fui con todo y bastón y rodillera.

Este es parte del registro de aquella jornada que Vivir grabó con su celular:

“Ojalá esta canción no se cante cada 8M”

¿Qué viene para el futuro? A Vivir le gustaría que su Canción sin Miedo no se siguiera cantando. Tal cual. “Duele mucho, porque yo escucho canciones de la Violeta de hace muchos años y son tan actuales. Entonces yo digo, ojalá esta canción no se cante cada 8M, porque significaría que siguen matando mujeres y violentando”, indica la artista.

Y añade: “Me da mucha tristeza cuando veo a niñas cantando la canción. Me da una tristeza enorme, porque siento que nuestras niñas deberían estar descubriendo el mundo, descubriendo la ciencia, el arte y en cambio están aprendiendo desde niñas a defenderse, porque tenemos que enseñarles a defenderse desde niñas”.

En cuanto a la música nos adelanta de un trabajo en el que también está colaborando codo a codo con El Palomar.

“Estamos trabajando con una agrupación de Holanda y junto con El Palomar también y con varias músicas de acá de México y de Latinoamérica, estamos armando una canción que escribí para denunciar la violencia que existe o que está existiendo durante la pandemia, porque acá en México al menos subió el 66%. Dijimos, tenemos que hacer algo y nuestra manera de hacer algo es con la música”.

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