Por Sebastián Aguirre

Lo que podía parecer una meta excesivamente ambiciosa, finalmente se convirtió en un ejemplo a nivel mundial. Nueva Zelanda anunció este lunes que habían “eliminado” la pandemia, después de poner fin a los contagios comunitarios. Con 4,8 millones de habitantes, la pandemia ha dejado solo 19 fallecidos tras 1.122 casos detectados de los que el 80% ya está recuperado. Este lunes se informó de un solo paciente positivo por COVID-19 y 4 sospechosos. “Hemos ganado esa batalla”, dijo Jacinda Ardern, cuyo gobierno logró llevar la tasa de transmisión a 0,4%, de las más bajas del mundo.

El Director General de Salud de Nueva Zelanda, Ashley Bloomfield, dijo que las cifras “nos dan confianza de que hemos logrado nuestro objetivo de eliminación” del virus. Eso no significa necesariamente llegar a cero casos, sino a que es posible rastrear el origen de los contagiados. “Sabemos de dónde vienen”, asegura el gobierno isleño.

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La OMS no se ha pronunciado y dar por ganada la batalla contra el virus puede parecer precipitado aún cuando estamos lejos de una vacuna. Por lo mismo, Bloomfield aclaró que no se trata de una “erradicación” de la pandemia y que podría haber nuevos casos, pero en pequeño número y trazables hasta su origen.

¿Cómo llegaron a este punto en Nueva Zelanda? Aquí algunas claves.

Eliminar la curva, no aplanarla

Allá no se habló de mitigación o de medidas progresivas. Desde un comienzo el gobierno oceánico se planteó la tarea de bloquear lo más rápido posible las vías de contagio para evitar a toda costa que el virus se expandiera a nivel nacional. A diferencia de la estrategia global de “aplanar” la curva de contagiados, los neocelandeses buscaron derechamente “eliminar” la curva.

El primer caso confirmado en la isla se registró el 28 de febrero. Apenas dos semanas después, ya había consenso en la necesidad de un plan de acción rápido. El contagio había alcanzado a 102 casos confirmados cundo el gobierno hizo el anuncio: para el 21 de marzo se estableció un plan de respuesta que contemplaba cuatro niveles y que comenzó ese mismo día en la Fase 2. Apenas 4 días después se decretó emergencia nacional y el inicio de la fase 4, la más restrictiva de todas.

“La estrategia de eliminación invierte el orden de las políticas, introduciendo medidas más fuertes en el inicio de la expansión de la pandemia en un esfuerzo por prevenir la introducción y la transmisión local del patógeno”, escribió el Doctor Michael Baker en un paper publicado a comienzos de abril en el New Zealand Medical Journal.

Baker, académico de la Universidad de Otago en Wellington y uno de los epidemiólogos más importantes de ese país, detallaba que una estrategia de eliminación requería de tres cosas: un fuerte sistema de vigilancia epidemiológico; un sistema de salud público “efectivo e igualitario” para detectar y aislar a los pacientes; y la capacidad de sostener el programa a nivel nacional actualizando la estrategia con el paso del tiempo. Tres puntos en los que Nueva Zelanda cumplió a la perfección.

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Medidas de cuarentena total

“Estamos a horas de salir de las medidas de confinamiento más estrictas de la historia moderna de Nueva Zelanda”, dijo la Primera Ministra Jacinda Ardern en el punto de prensa de este lunes en el que daba por ganada la batalla contra el COVID-19. En un tono de satisfacción, pero sin triunfalismos, describió lo que significó esta etapa. “Durante 5 semanas hemos estado viviendo y trabajando en formas que sólo dos meses atrás nos hubieran parecido imposibles. Pero lo logramos y lo hemos hecho juntos”, aseguró la líder isleña.

El 26 de marzo empezó a regir la fase 4, en la que el país entró en una cuarentena total. Y muy estricta. Incluyó el cierre de todas las escuelas, actividades no esenciales, encuentros sociales y restricciones de viaje. La declaración de un estado de emergencia permitió un fuerte control en las calles. Todo para cortar las cadenas de transmisión del virus, con la ventaja un cierre de fronteras efectivo por su condición de isla. “Eso les permitió llegar rápidamente a una tasa de supresión del virus”, explica Cristóbal Cuadrado, Secretario Técnico del Departamento de Políticas de Salud y Estudios del Colegio Médico de Chile. El desafío está en darle viabilidad en el tiempo. “Esto va a ser sustentable en la medida en que logren mantener sus fronteras cerradas. Porque si dejan circulación viral van a tener rebrotes”, explica el académico.

“Actúa como si tuvieras COVID-19”, decía un mensaje de texto que llegó a los neocelandeses, donde se instaba a la responsabilidad individual. Mientras la guía oficial del gobierno ocupó el concepto de “burbuja” para limitar el contacto permitido única y exclusivamente con tu núcleo familiar.

“Probablemente era la única manera de garantizar que la población rápidamente adheriría a las normas de distanciamiento físico que se necesitan para terminar con el contagio”, dijo Baker junto a Nick Wilson en una columna publicada en el diario inglés The Guardian.

La determinación de aplicar este plan y el timing es clave. “Mientras más avanzada esté la curva epidémica, mayor la cantidad de casos, el efecto de un cierre total demora más en aparecer”, explica Cuadrado. “Aplicarlo más precozmente genera una mejor contención”, señaló.

Ahora en la fase 3 se relajan algunas medidas. “Estamos abriendo la economía, pero no la vida social”, dijo Ardern. Gradualmente se volverá al trabajo y reabrirán los colegios para recibir a los niños hasta los 10 años. Además se permitirá incluir a más personas en la “burbuja” familiar, como cuidadores o familiares cercanos. También se permitirá el ejercicio al aire libre. Pero la Primera Ministra fue enfática en señalar que “este no será un regreso a la vida pre COVID-19”.

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Amplia capacidad de testeo

Desde el inicio del plan, Nueva Zelanda comenzó una intensiva aplicación de tests a nivel nacional para detectar a los contagiados. Entre los países de la OCDE, está en el puesto 14 de aquellos que aplican más exámenes de diagnóstico con 25 por cada 1.000 habitantes. Muy sobre Chile, por ejemplo, que a la fecha tiene una tasa de 8 tests por cada 1.000 personas.

Desde el 26 de marzo, cuando el país entró en la fase 4 de su estrategia con las medidas más fuertes de confinamiento, la velocidad de testeo fue subiendo más rápido y casi cuadruplicaron su capacidad: pasaron de una tasa de 3,21 diagnósticos a 11,52 por cada 1.000 habitantes.

Y hasta ahora siguen testeando, con niveles de positividad -número de casos positivos respecto al número de tests aplicados- que llega a sólo 0,17% en el último reporte. “Esto nos da una gran evidencia de que no hay una expansión comunitaria del virus que no hayamos detectado”, dijo Ardern, quien de todas maneras aseguró que se seguirá testando a la comunidad. “Tenemos que buscar a los últimos casos y eso es como encontrar una aguja en un pajar”, agregó.

El liderazgo de Ardern

En el análisis político, el rol de la Primera Ministra neocelandesa ha sido importante para enfrentar la pandemia. En su estilo -simple, cercano y asertivo- encabezó la crisis con un rol activo, pero respaldado por el mundo científico. Durante estos días estuvo en contacto directo con la ciudadanía, no solo en puntos de prensa oficial sino también a través de Facebook Live. Ya sea desde su oficina, vestida formalmente, o en el living de su casa, vestida con un polerón, en un estilo mucho más cercano.

“Un estilo que es al mismo tempo asertivo, pero humilde. Empático, pero duro”. Así la describió la revista Forbes en un artículo dedicado a las líderes mundiales que han enfrentado la pandemia. Mientras el Financial Times destaca que era “un modelo de liderazgo compasivo en tiempos turbulentos”, respaldado por los resultados de las medidas. Mientras la revista The Atlantic le dedicó un reportaje donde resalta sus capacidad como “quizás el más efectivo en el planeta” por sus resultados para contener el virus.

Y destacaba que el 88% de los neocelandeses confiaban en la respuesta del gobierno a la emergencia y un 84% aprobaba el plan de respuesta, a pesar de las estrictas restricciones.

En sus mensajes se ha encargado de resaltar el rol de los Kiwis (como se conoce a los neocelandeses) poniendo énfasis en las responsabilidades individuales y el sacrificio que significa. “Tomaron la decisión de que juntos podríamos protegernos unos a otros. Y lo han hecho. Han salvado vidas”, dijo Ardern, quien al mismo tiempo destacaba que frente al COVID-19 “estamos todos juntos”.

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