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45 mujeres fueron asesinadas en 2019 y en lo que va del 2020, ya van 5 femicidios consumados y 18 frustrados en Chile. El asesinato de mujeres por sus parejas es la cara más visible y brutal del abuso y la violencia.

Una manifestación de poder “que va desde lo que es el acoso sexual callejero, que creo es algo extremadamente común en nuestro país (…) hasta la violación“, señala Octavia Martínez, de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem).

En la misma línea, añade que “tenemos entremedio todo lo que es el incesto, el abuso sexual, mutilación genital, embarazo forzado, cosas que quizás no son tan discutidas a nivel público, pero que de todas maneras ocurren”.

Martínez también sostiene que la mayoría de los abusos no se denuncian, muchas veces, porque no hay conciencia de que lo ocurrido fue un abuso. “Cuando el marido le impide a la mujer usar pastillas anticonceptivas o cualquier método de anticoncepción o cuando se niegan a ocupar condón, por ejemplo, eso también es violencia sexual”, afirma.

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Junto a lo anterior, hay otras dificultades que impiden denunciar. “Primero, es un proceso muy delicado el poder llegar a reconocer que lo que viviste fue violencia sexual, segundo, atreverte a hacerlo público y tercero, ver si es que hay maneras de poder llevar esto por la vía formal judicial”, agrega la abogada.

La violencia contra la mujer es cotidiana, se da en el espacio privado y en el público, basta con preguntarles: “Si fuera hombre sería muy distinto andar en la calle en la noche que cuando una es mujer. Está esa inseguridad”, sincera Camila Avila, estudiante universitaria. “Sigue habiendo violencia sexual hacia la mujer, discriminación de todo tipo”, complementa Trinidad Lantaño.

Pareciera que no tenemos el derecho de vivir tranquilas, expresarnos tranquilas”, afirma la estudiante Magda Britom en tanto que para Jennifer Bravo la violencia “parte de cosas super básicas, como super simples que uno normaliza”.

El fenómeno está tan arraigado en nuestra sociedad que recién este lunes se promulgó la Ley Gabriela, que en lo esencial establece que “las parejas o ex parejas sin convivencia también quedan dentro de la calificación de femicidio”.

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Antes de esta ley, no se tipificaba este delito cuando el crimen ocurría dentro del pololeo, por ejemplo. Carolina Cuevas, subsecretaria de la Mujer y Equidad de Género explica que las penas que ahora “pueden enfrentar son mucho más altas y se abre otra categoría para también reconocer como femicidio todos aquellos crímenes que tienen como origen el odio contra la mujer”.

Hasta antes de promulgada esta norma, los jueces consideraban como atenuante si el hombre asesinaba a su pareja motivado por una infidelidad o bajo un ataque de celos, argumentando que son estados emocionales que sitúan al agresor al margen de la racionalidad, lo que en cierta forma lo exculparía de sus acciones. Esto ya no será posible gracias a la Ley Gabriela, pero que lo haya sido, evidencia el verdadero trasfondo social de la violencia.

Gloria Jiménez Moyá, profesora de psicología de la Universidad Católica explica que “no son asesinatos que se cometen en función de variables individuales, sino que tienen que ver con una estructura que hay detrás que está sustentando de alguna forma y sosteniendo que esa violencia se cometa”.

Jiménez Moyá alude a concepciones estructurales que apuntan que los roles de género asignados son una representación creada culturalmente, que construye la idea de lo femenino y lo masculino, asignando atributos a hombres y mujeres. De esta forma, nos vamos construyendo de formas diferentes en las que poco y nada tiene que ver la biología. Por ejemplo, la sociedad ha catalogado a las mujeres como el “sexo débil”, por lo que fueron reducidas a las labores de la casa. Por contraparte, a los hombres se les enseñó a ser arriesgados y competitivos. Esas diferencias son, en parte, el origen de la violencia.

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“Cómo debe ser una mujer, cómo debe ser una buena mujer, cómo debe ser un hombre cuando su mujer o la mujer con la que mantiene una relación no se comporta como se supone que debe comportarse. Esos roles y en esos mandatos de género es cuando empieza a surgir esa necesidad de violencia”, profundiza la psicóloga.

“El estado es un juez, que nos juzga por nacer”, entonan LasTesis quienes hicieron de Un violador en tu camino en el himno global del feminismo. Un acto que ellas mismas califican y defienden como “violento”, ya que “lo que decimos es muy violento”. “El violador eres tú”, dicen en otra parte de su performance política, palabras que expresan lo que mujeres viven día a día.

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