Por Matilde Burgos
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Hace rato que el siquiatra y director ejecutivo de la Fundación ProCultura, Alberto Larraín, nos viene advirtiendo del deterioro de la salud mental de los chilenos.

Antes del coronavirus, antes incluso del estallido social de octubre, 1 de cada 4 chilenos tenía un problema de salud mental. A cuatro meses de instalada la pandemia en nuestro país, el golpe ante la incertidumbre, los cambios de rutina, la amenaza a la muerte, a la enfermedad y a perder el trabajo, entre tantas otras preocupaciones, ha hecho que las consultas y licencias se disparen, y si antes de marzo el doctor Larraín atendía 7 pacientes al día, ahora puede llegar a atender 70.

“Las consultas han aumentado muchísimo y algunos de los reflejos que tenemos de ello es el aumento de las licencias médicas. El último mes tuvimos un alza de consultas médicas de un 25%, lo que hace que hoy día, por lejos, las enfermedades mentales sean la primera causa de enfermedad de los chilenos“, finaliza.

Justamente esto es lo que ha puesto sobre la mesa en el programa Saludable-Mente, que convocó el gobierno y de lo que conversamos en esta entrevista.

—Doctor, ¿cuál es el diagnóstico que hace hoy a la salud mental de los chilenos?
—Hoy día lo que se está viendo es que va a haber un incremento de las patologías mentales, la OMS ha estimado que esto va a ser un 30% por sobre lo que los países tenían y eso a Chile lo deja en una situación bastante compleja. Nosotros antes de la pandemia teníamos en torno a 3 millones 800 mil personas con enfermedades mentales, y el incremento significa que podríamos llegar a tener hasta 5 millones de personas sintomáticas. Eso asociado a que nosotros teníamos una cobertura más bien baja -en torno al 20%- puede significar que una gran cantidad de personas no tenga cobertura y les pueda costar recibir asistencia y acompañamiento.

—¿Cuáles son hoy las principales razones de consulta?
—Lo más generalizado son hoy los trastornos del sueño, personas que tienen dificultades para quedarse dormido o personas que despiertan muchas veces en la noche o que amanecen cansados. Pero también los cuadros ansiosos, personas que, en buen chileno, andan como nerviosas, que están en todo momento preocupados y que puede llegar incluso a desencadenar ciertos cuadros de crisis de pánico, que es la condición más compleja a lo que esto podría llevar. También las personas que tenían enfermedades mentales previas, en general el estrés es un factor que descompensa estas enfermedades, entonces estamos recibiendo un montón de consultas de personas que necesitan adecuación de tratamiento o modificación de lo que estaban tomando. Pero también, por otro lado, el sistema se ha ido quedando corto con algunos fármacos, o sea, gente que venía con tratamiento ha tenido que recibir ajuste de tratamiento, dado que no hay stock en el mercado.

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—¿Cómo nos afecta la incertidumbre que se ha levantado frente a todo?
—La incertidumbre nos afecta muchísimo porque, básicamente, nosotros en el día a día tratamos de construir y funcionar en base a las confianzas y eso se establece mediante rutinas, ritos, que nos permiten disminuir nuestra angustia ante las situaciones que no controlamos. Hoy día la pandemia lo que hace es romper todos esos ritos, romper todas las rutinas y eso nos deja situados en el medio de “la nada”. No sabemos cuándo van a volver los colegios, no hay claridad cuándo se pueda volver a los trabajos, o qué cosas se pueden programar. Eso va generando angustia, y para poder enfrentar este tipo de cosas, lo que tenemos que hacer es establecer ciertas acciones que nos permitan estar mejor, que son cosas que podemos hacer dentro de nuestro hogar o dentro de nuestros grupos familiares

—Pongamos un ejemplo.
—La primera recomendación es que ojalá no se proyecten en el tiempo. Que partan en la mañana vistiéndose y bañándose, porque es importante para la salud mental que uno pueda marcar el tiempo, porque necesito percibir el cambio del tiempo. Lo segundo, después que me levanto y me baño me pregunto cómo estoy, cómo me estoy sintiendo para poder ver cuánto puedo proyectar el tipo de actividades que puedo realizar en este día en concreto y en eso trato de organizarme y dosificar qué tipo de actividades voy a hacer y en qué contexto las voy a hacer. Si yo vivo en un lugar muy pequeño, por lo menos tratar de diferenciar el lugar donde voy a trabajar versus el lugar donde voy a tratar de distraerme. Generar esas diferenciaciones ayuda bastante.

“Otro consejo que sirve mucho a las personas que están haciendo cuarentenas permanentes es lograr mover una mesa cerca de la ventana y ver poder ver cómo pasan las nubes, ver los cambios de luz que hay durante el día, eso permite percibir que hay un cambio de tiempo y eso ayuda a disminuir la angustia”, explica.

—¿A qué grupos está afectando desde el punto de vista de la salud mental esta crisis? ¿Quiénes son más vulnerables o con menos herramientas?
—Nosotros lo que vemos hoy día hay un gran problema en el tema escolar, donde la incertidumbre sigue estando y no hemos logrado todas las adecuaciones necesarias para poder transmitir seguridad. Lo que necesitamos como país es darle a las personas una sensación de tranquilidad y certeza. Por ejemplo, un adolescente que partió en tercero medio el año pasado, durante el fin de año vino el estallido social, este es su último año escolar, el ministerio está planteando además es que este año habría una prueba de transición universitaria, que sería una adecuación de la antigua PSU. Lo que tenemos que hacer con ese adolescente es darle algunas certezas, por ejemplo decirle que este año el ingreso va a ser con las notas hasta tercero medio o que este año no habrá repitencia. Lo mismo pasa con la gente que está en la universidad, el primer año que han tenido es bastante irregular, donde además el cuarto medio que tuvieron estuvo cargado por el estallido social. Ese es un grupo enorme y prioritario.

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Salir a buscar a mujeres expuestas a la violencia

—¿Qué pasa con las mujeres que muchas veces tienen que hacer el confinamiento con quien se ha convertido en su agresor?
—Lo que uno ve en las cifras, es que la violencia intradomiciliaria, especialmente la violencia contra la mujer va a subir en torno a un 30%, y lamentablemente la estrategia que hemos establecido como país todavía es deficiente. La evidencia lo que dice es que nosotros tenemos que ir a buscar a esas mujeres, buscarlas activamente, tratar de activar todas las redes comunitarias que nos permita identificar que una mujer puede estar en situación de violencia. Pero el mecanismo del país sigue siendo que ella active y eso claramente es insuficiente.

—¿Cómo lo están viviendo los adultos mayores?
—Tienen una situación de complejidad, primero porque son el grupo que tiene mayor riesgo y eso significa que están permanente pensando en que si se contagian pueden tener un desenlace fatal, pero también porque la sociedad en general los ve en una situación de fragilidad. Los mensajes que reciben son que todo lo que se está haciendo es para cuidarlos a ellos y no hay espacio de reconocimiento a la vida que han tenido y al aprendizaje que podrían transmitir en torno a la resiliencia o al enfrentamiento de situaciones difíciles. Eso sumado a la soledad y al empobrecimiento, que es bastante estructural dentro de las personas mayores, hacen que ellos tengan más riesgo de tener patologías siquiátricas.

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Enfrentar la muerte

—Tal vez una de las cosas más difíciles es enfrentar la muerte. ¿Cómo se hace un duelo cuando ni siquiera se ha tenido la posibilidad de despedirse o pasar con un ser querido sus últimos momentos?
—Nosotros tenemos que ser capaces de canalizar el duelo y poder canalizar la pena que estamos sintiendo. Una cosa que el virus no puede robarnos es la capacidad de demostrarle afecto a la persona que tuvimos, y eso se puede hacer con una despedida simbólica. Hay varias maneras en que se puede hacer, una muy simple puede ser escribirle una carta y compartirla con alguien, juntarnos cuando se pueda, con quienes quisimos a esa persona y recordemos lo que vivimos juntos. También pueden ser actos que me recuerden a ese ser querido. Por ejemplo, preparar el plato que le gustaba, poner un retrato o incluso tener una planta que yo la tenga simbólicamente asociada a su presencia. Pero también puedo acordar con mi comunidad, con la gente que yo vivo, que cuando pase todo esto, vamos a poder hacer el rito que habríamos hecho para poder despedirnos. Si hacemos estas acciones, va a disminuir la angustia y vamos a poder compartir la pena que estamos viviendo y finalmente internalizarla de mejor.

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