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Claudia Bobadilla es fundadora de la iniciativa Puente Social, una plataforma de reflexión enfocada en las empresas que busca diseñar acciones para reconectar con sus trabajadores, contratistas, clientes-ciudadanos y comunidades. “El gatillador principal, o lo que yo más rescato de esa experiencia, fue mostrar de una manera muy elocuente el déficit que tenemos en sistemas humanos colaborativos o en infraestructura colaborativa”, explicó la abogada.

La directora de empresas habló de la inexistencia de infraestructuras de colaboración para resolver problemas. “Nunca hemos reparado en que hay algo que es esencial y yo diría fundacional y básico, para que todo lo otro haga sentido que es tener una infraestructura de las relaciones, y no solamente una infraestructura de las relaciones, sino que una infraestructura o un sistema de relaciones colaborativo”, aseguró.

Existen tres pilares fundamentales de los sistemas colaborativos: confianza, propósito común y liderazgo a largo plazo. “Los tres pilares fundamentales son, primero, confianza. Miremos los índices de confianza en nuestra sociedad, deficitarios desde hace mucho tiempo, no estamos hablando los últimos 2 años, o 3 años a partir del estallido”, afirmó la fundadora de Puente Social.

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“Segundo, propósito común. ¿Cuál es el propósito común que tenemos como sociedad? Estamos en una discusión sobre algo de aquello a través de la Convención Constituyente, pero no solamente se va a resolver ahí”, agregó.

Tercero, un liderazgo que no ceda al corto plazo, un liderazgo que mire al largo plazo y que no ceda a la tentación de tener que rendir la cuenta política de corto plazo, la cuenta financiera en el caso de las empresas, la cuenta social si es un líder social para la comunidad, sino que, junto con gestionar los desafíos legítimos y necesarios de responder al corto plazo, tenga siempre la mirada puesta en el largo plazo”, describió.

Bobadilla explicó cómo las empresas pueden ser parte de las soluciones en la sociedad. “No entender que la empresa es un actor social, es no entender algo fundamental. ¿Y por qué es tan importante? Porque a la empresa no le puede dar lo mismo el contexto social donde opera, donde despliega su infraestructura y donde hace su intercambio de bienes y servicios”, planteó, agregando que las empresas tienen que responder a tres dimensiones: de gobierno corporativo, medioambientales y sociales.

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Las empresas se han empezado a autoregular en la actualidad, a juicio de Bobadilla, por la influencia de las generaciones más jóvenes y la preocupación central por las comunidades. “Ya no es posible que el desarrollo económico, desde mi punto de vista, sea a costa de la vida digna de las personas y las comunidades donde las empresas interactúan”, agregó.

La abogada prefiere hablar de cuidado, en vez de salud mental cuando se refiere a las empresas porque hace énfasis en los vínculos. “Cuando hay deterioro en la salud mental, desde los más pequeños a los más agudos, eso tiene impactos, por supuesto, en productividad. Pero quiero ir más allá de eso, tiene impacto en la calidad de vida, de armonía, de felicidad, de cohesión de esa misma organización (…) Lo que ocurre en una empresa se empieza a reproducir en el resto de la sociedad. Una organización sana, una empresa sana es una contribución para la salud mental, pero en el concepto del cuidado amplio que requiere una sociedad”, planteó.

 

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