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Para una gran mayoría de chilenos, el primer recuerdo que tienen de Osvaldo Artaza es de principios de los ’90. Delantal blanco, pelo largo tomado y la responsabilidad sobre sus hombros de liderar, hace justo 30 años, la primera separación exitosa de siameses en Chile.

Hasta hoy la gente en la calle se lo agradece, pero lo cierto es que este pediatra, egresado de la Universidad de Chile, no separó a nadie, sino que como subdirector del Calvo Mackenna, fue la cara visible del equipo que logró la hazaña en 1993.

“Nunca nadie se olvida de la separación de los siameses. Me preguntan por qué ya no uso el pelo largo, tomado y me quité la barba”, cuenta a CNN Íntimo. “Quedó eso en la mente y el corazón de las personas de una forma impresionante“.

Agencia Uno

El médico detalla que esto ocurrió en un momento “donde los hospitales estaban desfinanciados (…) El gasto público estaba desplomado, estaban floreciendo las clínicas privadas y, por lo tanto, la sensación al interior de los hospitales era de abandono“.

Esa operación fue como una llamarada de esperanza, de volver a creer en nosotros (…). Abrió todo un camino de desarrollo, de nuevos proyectos y recuperar la fe. Fue importante, ya que aún se utiliza esa cirugía como un ejemplo de trabajo en equipo”, agrega.

Nuevas posibilidades

El especialista contó que aquella operación le abrió nuevas posibilidades. El expresidente Ricardo Lagos lo nombró ministro de Salud para suceder a Michelle Bachelet, siendo su nombramiento en febrero del 2002 el más aplaudido de ese gabinete.

En la cartera, Artaza tuvo que utilizar toda su legitimidad para implementar el Plan AUGE. “Si no hubiera tenido el reconocimiento de la opinión pública, el presidente Lagos no me hubiera encargado liderar un proceso de reforma en su etapa más complicada (…). Que la reforma saliera en gran medida se debió a que la gente me conocía y tenía credibilidad“.

Sin embargo, esta fue una tarea dura e incomprendida que lo llevó al desgaste y a salir del ministerio a los 13 meses en marzo de 2003. “Soy muy emocional y me acuerdo de que una vez que ya no podía más, fui donde el presidente y me puse a llorar (…). Lo más duro fue que por todos lados me llegaban críticas y de gente muy cercana. El Colegio Médico me trató durísimo”.

Ya casado y con tres hijos, dejó la política activa para dedicarse al diseño de políticas públicas, a la gestión desde los territorios y también a la docencia. Ha sido consultor en varios países de América Latina, tales como Argentina, y trabajó dos años para la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en México.

El doctor recuerda con nostalgia el tiempo que estuvo fuera del país cumpliendo diversas labores. “Fueron años de mucho crecimiento. Yo no puedo no dar gracias a la vida por las oportunidades de crecimiento. O sea, por el poder estar en contacto con gente maravillosa y poder estar aportando humildemente en lo que se puede”, afirma.

En cuanto a la realidad de la salud pública en la región, sostiene que “hay muchas cosas que se han hecho, muchos avances, pero los desafíos que quedan son enormes. Hay mucho que crecer y mejorar. El gasto público en salud es bajo y eso explica que la gente tenga que sacar de su bolsillo para poder enfrentar una enfermedad”.

“La percepción de que depende de dónde naces, de tu condición socioeconómica, si tienes acceso o no a atención de calidad, eso también es muy fuerte. Aunque se han hecho avances y hay que reconocerlos, los desafíos que quedan son gigantes“, añade.

“Entramos en un espiral de locura”

En su paso por la política, Osvaldo Artaza expresó su inclinación hacia la teología de la liberación y mencionó que su grupo cercano se dividió entre los que apoyaban a Salvador Allende y los que respaldaban a Radomiro Tomic. “El tema de la revolución armada no se me hacía compatible con lo que pensaba”, afirmó. Sin embargo, una vez que Allende fue elegido, se sumó a la celebración.

“Lo que generó la separación entre nosotros fue el tema de la Escuela Nacional Unificada. Después entramos en un espiral de locura en el que dejamos de conversar. Los que antes éramos amigos dejamos de hablarnos y se convirtió en un tema de trincheras. Espero que en Chile nunca más vuelva a pasar. Me angustio cuando veo el clima de polarización, se me erizan los pelos cuando la crítica política llega a un punto que impide una conversación y un diálogo respetuoso. Yo viví tiempos tan duros debido a esa falta de capacidad para respetarnos y dialogar”, relató.

En 1973, Osvaldo Artaza ingresó a la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile. Recuerda que en su curso había más de 300 estudiantes, pero tras el golpe de Estado, no volvió a ver a cien de sus compañeros “Los que vivimos esa época aprendimos que los derechos humanos no es una cuestión teórica y aprendimos el valor del respeto y del diálogo es demasiado importante …. Me trajo recuerdos duros y difíciles, cómo apelar a la memoria”, expresó.

Sobre su reflexión acerca de los 50 años de la conmemoración del Golpe de Estado, Osvaldo Artaza expresó: “El ser humano está construido de historia, somos seres sociales, y la única manera de no repetir los errores es tener la capacidad de mirar la historia y tener mucho cuidado con la memoria“.

“El sistema de salud no colapsará”

Ya en su calidad de especialista, Osvaldo Artaza ahondó en el fallo de la Corte Suprema contra las Isapres desde su perspectiva: “Va a depender de si hay generosidad en los actores políticos. Todos tienen que ceder un poco. Tenemos que entender que no puede haber una atención de salud diferente para aquellos que tienen más recursos y para los que son pobres. Debe haber salud universal, es decir, acceso a una atención digna para todos, y eso requiere que acordemos unir todos los recursos”.

“Tengo la esperanza de que la profundidad de esta crisis nos obligará a ponernos de acuerdo. El sistema de salud no colapsará y la solución puede ser mejor si los actores políticos demuestran toda su generosidad. Apelo a eso”, concluyó.

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