Por Javier Macaya
Foto: Agencia Uno

La política exige lo mejor de las personas. Y lo mejor de las personas está en lo profundo de cada uno, ahí donde las valores y las actitudes configuran la esencia pura de la personalidad. Valores como la convicción irrestricta de defender lo que uno cree y actitudes como la coherencia constante son dos elementos que todos los políticos deberían tener, o al menos trabajar para alcanzarlos.

Aristóteles decía que los líderes políticos debían ser los más virtuosos, puesto que ellos eran los más capacitados para guiar a la poli hacia un bien común que realmente fuera bueno y genuinamente común. Cuan alejado de ese perfil están algunos de los políticos de hoy en día, que no solo viven alejados de las virtudes básicas, sino que avanzan a pasos agigantados hacia los vicios, los que finalmente terminan por corromper las instituciones, horadar la democracia y socavar un frágil pacto social que cada día se sostiene más por inercia que por voluntad política.

Estas últimas semanas exigieron lo mejor de todos aquellos que asumimos la responsabilidad de representar a otras personas y así orientar el rumbo del país hacia lo que creemos bueno, honesto, puro y común. Se nos exigió lo mejor en nuestra labor profesional, pero también se nos emplazó fuertemente a ser la mejor versión de nosotros mismos, y actuar en consecuencia a nuestros valores profundos. Se nos exigió coherencia y convicción.

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Coherencia para votar proyectos complejos de acuerdo con nuestras creencias, que sabemos y reafirmamos como las correctas para Chile y los chilenos. Y no es creerse dueño de la verdad, pero la realidad ha demostrado que la libertad, la justicia, la dignidad de la persona y la responsabilidad de una sociedad civil empoderada son elementos que permiten un desarrollo social sostenido en el tiempo y la mejor real de la calidad de vida de las personas. La coherencia es una cualidad que todo político debería tener y la que debería guiar sus acciones, porque no hay nada más peligroso que un capitán que se deja llevar por la marea, sin asumir la responsabilidad de perder el rumbo, no llegar a puerto o naufragar en el intento.

Por otro lado, está la convicción, que no es más que la seguridad que tenemos de que estamos en lo correcto. Y nuevamente, no por ser dueños de la verdad, sino que porque hemos experimentado en carne propia las ideas que defendemos. Ideas como la vida o la democracia tienen que defenderse con esta virtud, porque si no es muy fácil dejarse llevar por el canto de las sirenas y abandonar toda certeza de lo conocido, aventurándose hacia un destino que puede conducir al más soberano de los fracasos. Un fracaso político, un fracaso social y lo peor de todo, un fracaso personal. De los dos primeros es posible retornar, pero el tercero te puede conducir al peor de los laberintos helénicos y hacerte sucumbir ante ti mismo.

El bullado proyecto del tercer retiro de fondos de pensiones se ha tomado la agenda. Este proyecto contaba con dos características que lo volvían especial: unánimemente los políticos lo encontraban una mala política púbica, pero en la otra cara de la moneda era un proyecto inmensamente popular, lo que abría una disyuntiva. Las opciones en cuestión eran ser coherente con la defensa de la institucionalidad democrática, representada en la Constitución y la ley, o sucumbir ante la presión popular y reformar la Carta Magna para permitir el retiro de los fondos. Yo opté por la primera opción y rechacé la moción parlamentaria, porque me niego a ser recordado como un político que renunció a su convicción y amordazó su coherencia.

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Ahora bien, ante esa situación, el gobierno presentó un requerimiento al Tribunal Constitucional para desestimar el proyecto. Pero no se quedó ahí, mucho le dijimos que esa no era la única respuesta y entendiendo la importancia que revisten las ayudas económicas para los chilenos, decidió presentar un mejor proyecto de tercer retiro, primero porque es legal y segundo por que es más integral y completo, que significará un gran aporte para las personas. Este nuevo proyecto considera un reintegro en los fondos de pensión y además se hace cargo de todas aquellas personas que están sin fondos a causa de los retiros anteriores. Pero también es una muestra de humildad del presidente Sebastián Piñera, quien salió al paso de las críticas y con hidalguía realizó una propuesta que satisface la necesidad inmediata de las personas, asegura el futuro de las pensiones y resguarda la institucionalidad democrática.

Aun cuando el proyecto es mucho mejor que el que descansa en el TC, la oposición no perdió tiempo para criticarlo, vaya novedad. Sin embargo, estas palabras también son válidas para ellos y creo justo exigir la misma coherencia y humildad que se tuvo, y priorizar, de una vez por todas, el bienestar de las personas por sobre mezquinos cálculos políticos. Sé que para algunos puede ser una gran quimera, pero confío en que la mayoría logrará ver los múltiples beneficios que tiene este proyecto por sobre el otro.

El llamado a la oposición es claro. Dejar el aprovechamiento político de lado, y evitar que una crisis mayor nos explote en el futuro, cuando tengamos que resolver cómo tapamos los grandes hoyos que estamos creando hoy. Yo al menos, tengo clara la respuesta: con coherencia y convicción. Siempre con coherencia y convicción.

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