Por Camila Flores

Todos alguna vez hemos sido víctimas de ruidos molestos a altas horas de la noche, lo que interrumpe el descanso y la tranquilidad en nuestros hogares.

Según datos del Ministerio del Medioambiente, el 29% de la población se encuentra potencialmente expuesta durante la noche a niveles de ruido inaceptables, y el 6% de las personas padecen de alta perturbación de sueño debido a los niveles de ruido que genera el tránsito vehicular. Además, a esto hay que sumarle el abuso de los vecinos, debido al exceso de volumen y música en horarios que claramente exceden la norma.

Las principales fuentes de ruidos urbanos las encontramos en los vehículos, la locomoción pública, en las obras de construcción y también por los mismos vecinos. Estos ruidos generan efectos adversos en el descanso y el sueño de quienes se encuentran dentro de los radios más próximos. En efecto, se ha comprobado que los ruidos por muy bajos que sean aumentan la actividad cerebral, la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria y por supuesto la presión sanguínea.

Por cierto, este tipo de contaminante auditivo se fundamenta en la falta de respeto hacia los demás, ya que la forma de ocasionar el ruido depende exclusivamente del criterio de quien lo utilice. El derecho que nos asiste para disfrutar de un ambiente tranquilo debería ser un principio básico en cualquier comunidad, sin embargo, hoy en día esto parece ser completamente ignorado.

En términos generales, podríamos sostener que la constante exposición al ruido impide al ser humanos la posibilidad de alcanzar lo que serían las fases más profundas del sueño, que entregan más confort y fortaleza para las personas.

Hay personas con hábitos muy poco amigables de la vida en sociedad, haciendo fiestas hasta la madrugada en días de semana. Principalmente me han llegado denuncias de padres que tienen problemas para conducir el sueño de sus hijos menores, que despiertan asustados por la música, la risotada y las juergas. También de muchos vecinos que tienen que vivir ruidos molestos de vehículos o motos que hacen piques y carreras.

Lamentablemente en esta materia hoy el sistema es bastante permisivo, porque uno llama a Carabineros y pasan una multa, pero el problema es que esa multa casi nadie la paga. Entonces hay que endurecer las penas, que esto pase de ser una falta a un delito. 

Y que no solo desde el punto de vista económico sea una pena onerosa, sino que en los casos más graves tenga aparejada una pena privativa de libertad. Es por esto que presenté un proyecto de ley en el Congreso para incorporar un nuevo numeral al Código Penal, con el objetivo de sancionar a quienes generen ruidos molestos en niveles y horarios prohibidos por la normativa.

En este tiempo me he reunido y he conocido el testimonio realmente dramático de algunas personas, debido a la afectación a diario que tienen por la exposición prolongada a ruidos molestos, entre ellos niños con espectro autista y adultos mayores, quienes ven con impotencia como quienes incurren en esta práctica siguen metiendo bulla y no reciben ninguna sanción porque actualmente no es un delito.

Por eso, la importancia de este proyecto reside en que afecta la calidad de vida de todos, ya que después nos preguntamos por qué estamos más odiosos, más lentos, más irritables y tiene que ver con un mal descanso y un mal sueño. Resguardar eso es lo que estamos buscando con esta iniciativa.

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