Por Anne Traub

Puede que el título de esta columna suene contradictorio. Sabido es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los niños no usen pantallas o dispositivos tecnológicos hasta los dos años. Es decir, cero televisión, ni tampoco jugar con pantallas. Posteriormente, de los dos hasta los cinco años, la recomendación es que se usen como mucho una hora al día.

Pero claro, si somos rigurosos, el problema no es necesariamente la tecnología y las pantallas, sino que cómo éstas se emplean, tanto por niños como por sus cuidadores primarios. Bien diseñada y usada, la tecnología en la educación temprana es compatible y puede ayudar a fomentar y aumentar el desarrollo de habilidades cognitivas, sociales y emocionales en los niños, en especial de contextos vulnerables, además de ser una fuente de medición de competencias y habilidades.

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Esto lo hemos visto en Chile, por ejemplo, el año 2021 con el Desafío ChildTech, impulsado por Impactus Ventures, puente social que busca que startups tecnológicas se centren en el desarrollo socioemocional de niños y niñas, promoviendo y entregando soluciones alcanzables por familias de escasos recursos.

En concreto, esta convocatoria en infancia tuvo como objetivo desarrollar y proveer el uso de recursos tecnológicos que potenciaran el impacto dentro de las poblaciones favorecidas por una ONG o empresa con impacto social en Chile, con la finalidad de que mediante la tecnología se pudiera reducir costos, llegar a más beneficiarios y ser una alternativa de escalabilidad a proyectos sociales que de otro modo les resultaría complejo sostener su crecimiento en el tiempo.

Esa vez resultó ganadora la startup Afinidata junto a la Fundación Familias Power. Venimos desde entonces desarrollando un trabajo conjunto que se plasma en una gran alianza en que más de 1200 padres y madres de Chile, usando inteligencia artificial y modelados semana a semana por Fundación Familias Power, tienen más de 50.000 actividades para desarrollar en familia, con diferentes niveles de dificultad y aplicables a distintos contextos o espacios.

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Así, la estimulación temprana y el desarrollo de habilidades de manera integral se han convertido en un ítem recurrente y natural en los hogares con menos oportunidades.

Cabe destacar que la evidencia científica señala que, durante los primeros cinco años de vida, el cerebro humano está en su máxima capacidad de desarrollo, por eso es fundamental, durante dicha etapa, estimular las habilidades cognitivas, sociales y emocionales de los niños. Por su parte los padres o adultos significativos, son fundamentales en la entrega de esas herramientas que serán claves para su desarrollo integral a futuro.

También, la tecnología es un apoyo de medición precisa para tomar decisiones en educación de primera infancia. En particular, estudios han demostrado que la conversación interactiva – en concreto, la conversación de ida y vuelta – es un factor clave para el desarrollo saludable del cerebro en la primera infancia. Sin embargo, la mayoría de las familias no saben cuánto hablan con sus hijos, algo que ahora podrá ser medido

Por eso, a inicios de marzo dimos el vamos a una investigación inédita en el país y a nivel latinoamericano de la mano del Laboratorio de Innovación para el Aprendizaje SOKI. Mediante un contador lingüístico denominado LENA, (siglas de Language Environment Analysis), que busca determinar hasta qué punto el fomento de una conversación más interactiva puede ayudar a las familias a mejorar las habilidades lingüísticas tempranas de sus hijos y, a su vez, su preparación para la escuela.

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Con LENA buscamos medir fehacientemente el impacto que tienen los programas de estimulación temprana en las habilidades lingüísticas en niños y niñas de hasta cuatro años de edad en situación vulnerable en todo el país. En particular, los niños chilenos usan un dispositivo, más pequeño que teléfono móvil, en una bolsa dentro de una bata durante dos días. Uno, al inicio del programa y, nuevamente, en la jornada de término, que será en diciembre. Así, sobre la base de los datos capturados, se podrá hacer una comparativa del impacto de las sesiones de la Fundación en los niños y sus familias.

Cabe señalar que todo esto se da en un contexto preocupante en el que las secuelas del estallido y pandemia, tras 2,5 años de encierro, se resumen en que, por ejemplo, los niños de 4 años no dicen más de 5 palabras, no reconocen los colores, no han tomado una tijera, caminan con cierto grado de inestabilidad, varios con sobrepeso y chutear una pelota no está en sus instintos. Lo anterior según investigaciones y la experiencia en terreno de la fundación.

A su vez, la reciente investigación “Un terremoto educacional: estimación de la brecha que dejó el cierre de las escuelas” que elaboró el centro de estudios Horizontal y en la que se estimó el efecto de la pérdida de aprendizajes de niños y adolescentes se indicó que, en promedio, entre octubre de 2020 y octubre de 2021, la pérdida de aprendizajes fue de un 50,9%, con grandes disparidades entre los estudiantes, tanto por su nivel socioeconómico como por el tipo de establecimiento en el que estudian.

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