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Todos los que estamos en esta mesa, ustedes en su casa, estamos aquí porque alguien nos cuidó. Nos alimentó, crió, educó. Nos curó cuando estábamos enfermas y enfermos, nos consoló en la tristeza, en la rabia, en el dolor. Nos enseñó a jugar, a confiar, y nos impulsó a crecer.

En esta mesa, y en sus casas, también cuidamos. Lo hacemos por nuestros hijos, padres y madres, hermanos, ancianos, enfermos de la familia, nietos.

El cuidado, ese acto de entrega incondicional, sobre el que descansa la vida y la sociedad, se mostró en toda su importancia en la pandemia. Fue una ventana que permitió ver que nada funcionaba si faltaba el cuidado de quienes no pueden valerse por sí mismos.

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Pero pasada la fase aguda de la pandemia, todo ha tendido a volver a lo mismo. A no valorar, agradecer y relevar este papel, que no es pagado y muchas veces ni siquiera reconocido. Y que según el banco central representaría el 26% del PIB si hubiera que pagarlo.

Ayer fue el día internacional de las personas cuidadoras, que en un 85% son mujeres.

Mi minuto de confianza es para agradecer y celebrar a quienes nos han cuidado en la vida, y también celebrar a quienes cuidan hoy.

Y hacer votos para que la sociedad comience a valorar este trabajo, que no es remunerado, pero sin duda es el trabajo mas esencial, el de mayor responsabilidad, y el que la sociedad, el estado y los individuos debemos visibilizar, compartir y sobre todo, apreciar.

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