Por Fernando Paulsen
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A veces la historia tiende a repetirse. O, por lo menos, a que las personas asocien lo que hoy ocurre con experiencias que tuvieron en el pasado.

La mayor cantidad de veces, aquello es el estándar, no es problema. Hacemos a diario los mismos recorridos, por las mismas calles, porque eso nos da seguridad de llegar al destino. Conmemoramos aniversarios, cumpleaños con los mismos ritos, que permiten asegurar el comportamiento adecuado a la ocasión.

A veces las cosas se presentan de tal manera que los métodos clásicos no funcionan. Es el momento de los cambios. Cuando lo que funcionaba ya no lo hace. Y hay que buscar la nueva vía que una problema con una solución inédita. Lo hicimos en 1988 y lo volvimos a hacer con el plebiscito de entrada el 2019, que puso un camino nuevo para resolver un problema antiguo.

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Cuidado con la tentación de la fórmula conocida, cuando el tema demanda novedad. Y la novedad en democracia llega siempre de la mano de la empatía, el respeto y el coraje del diálogo. Palabras que cuesta poco declararlas y un montón asumirlas. Porque a veces implica ceder y, otras, cambiar lo que hemos visto siempre.

Esa mezcla de continuidad y cambio es lo que trae la magia de la civilidad. Como dice un proverbio hindú: “la vejez comienza cuando los recuerdos son más fuertes que la esperanza”.

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