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Mi minuto de confianza es para pedirle responsabilidad a las bancadas políticas en el Congreso. Mientras se debate la necesidad de evitar la dispersión y el decalaje, con 21 partidos actualmente legislando, varios partidos cobijan a quienes en el papel son independientes, pero que participan de bancadas de partidos y que no pagan ningún costo por sus actitudes antidemocráticas.

Es el caso de la diputada María Luisa Cordero, de quien los senadores de RN se avergüenzan, pero a quien los diputados del partido defienden y buscan contexto para sus declaraciones contra la senadora Fabiola Campillai.

A esa misma bancada pertenece el senador Juan Castro, que hace algunos meses invitó a “Pancho Malo” a una sesión en el exCongreso que le dio chipe libre a ese sujeto para insultar y perjudicar la normal realización de las sesiones. No basta la condena a estas actitudes, o solidarizar con la senadora, si mañana va a ser letra muerta solo por la irresistible tentación de contar con el voto de ese independiente. Ojo, que es un problema transversal en el arco político.

Esta semana vimos además al presidente de la Cámara, Vlado Mirosevic, al límite de sus fuerzas intentando encauzar el debate, pidiendo respeto a quienes pasan por sobre las normas, interrumpiendo, grabando con su celular o amenazando con censurar a la mesa de la Cámara solo para llevar agua a su molino. Mirosevic propuso aumentar las sanciones a quienes llegan tarde o se retiran a instantes de iniciada la sesión, una medida nada extraña en el mundo real donde los actos tienen consecuencias, pero que parece una afrenta en un micromundo donde se pagan pocos o ningún costo por actitudes merecedoras de reproche.

En democracia las diferencias se procesan dialogando. Y en democracia, quienes tienen la representación popular debieran responder a ese privilegio con altura de miras y responsabilidad. Algo así de elemental parece hoy revolucionario, lo que habla del mal momento que viven algunas de nuestras instituciones más importantes.

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