Por Mónica Rincón
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Prudencia. Una de las cuatro virtudes cardinales sobre las que se asientan todas las otras, según la RAE. Consiste en discernir lo que es bueno de lo que es malo para seguirlo o huir de ello.

La prudencia siempre es necesaria, pero más cuando se ejercen altas responsabilidades y con mayor razón, tras el cruel y cobarde asesinato de tres carabineros, vivimos momentos no solo tensos, sino también con muchas más preguntas que respuestas.

Cómo tener tan claro cuál es el mejor camino en el mediano plazo, si aún sabemos poco con certeza de lo que ocurrió. Lo que sí es claro es que hemos visto esta virtud ausente en muchos ejemplos de lado y lado de todo el espectro político.

Hemos visto propuestas de hecho, de todo lado y de todo tipo. Si lo que quieren decir es más apoyos para Carabineros, para las Fuerzas Armadas, más recursos para seguridad, díganlo así, porque las formas en que ellos se concreten pueden ser muchas y es necesario buscar las mejores, más factibles y, sobre todo, plantearlas.

Requiere hallar el momento adecuado para que sean los datos y no la comprensible emoción de este horroroso momento. La que imprime prudencia no es sinónimo de cobardía, sino de templanza, cautela, moderación y es más, exige valentía porque hay que ser valiente para no ir a las barras bravas, para dejar pasar oportunidades de fama efímera o sí, minutos de rating.

Es difícil mantener el corazón caliente y la cabeza fría, pero eso es lo que esperamos de las autoridades.

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