Por Mónica Rincón
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Sabiendo que es terreno fértil para la corrupción, el mundo municipal no ha sido escrutado con la rigurosidad que se merece.

Y es grave en sí y más porque es un sector -el municipal- que es el primer y a veces único contacto de las personas con el Estado y genera más confianza, al menos que parlamentarios, jueces y ejecutivo central. Hasta que no la genere.

En estos días hay cargos formulados por la Contraloría contra exalcalde Torrealba de Vitacura que acreditan que dinero de corporaciones iba en sobres sus bolsillos, supimos de la insólita desaparición de escuchas en el caso luminarias sección Recoleta-Jadue y ya hay objeciones de Contraloría al municipio que dirige Irací Hassler, por la compra en 8 mil millones de un inmueble que al vendedor le costó 4 veces menos.

En estos casos no hay sentencia judicial y rige la presunción de inocencia. Pero debieran prender ciertas luces rojas.
Avanza lento el Ministerio Público y ya requetesabido que cuando el tiempo pasa, la verdad huye. Nada ayuda que cada sector político calla o acusa persecución sobre el propio y se indigna con el del frente.

Y los porfiados hechos vuelven a mostrar deficiencias legales, por ejemplo, sobre ley del lobby. Si la autoridad solicita reuniones y no el privado, entonces -que conveniente- no hay obligación de registrar la cita y tampoco las llamadas, WhatsApp u otras formas de comunicación están incluidas.

Si la Justicia no hace su trabajo, deja instalada dos ideas: que todos son corruptos -porque no separa la paja del polvo- y que da igual robarle al estado porque no te pasa nada. Demasiado evidente: la justicia cuando tanto tarda… no es justicia.

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