Por Mónica Rincón
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Jueves en la tarde, medialuna de Rancagua con 6 mil personas. ¿A quién o qué pueden haber ido a ver? ¿Un político? No. ¿Un actor o actriz? ¿Un recital? No, nada de eso.

Fueron a ver a al astrónomo José Maza, el autor de los betsellers “Somos polvo de estrellas” o “Marte, la próxima frontera”. O sea, un rockstar también, pero del conocimiento.

La de Rancagua se transformó en la charla más concurrida de la historia de la ciencia en Chile. Y lo sucedido es una prueba más de que en este país hay hambre de cultura, de conocimiento.

Científicos como él, la astrónoma María Teresa Ruiz, la climatóloga Maisa Roja y varios otros, han contribuido mucho con sus investigaciones y hallazgos, pero también en la difusión del saber.

Mostrando fenómenos que desconocemos, llamando la atención sobre temas relevantes y haciendo simple lo complejo. Como cuando José Maza en su concurridísima charla dijo: “si en promedio la distancia de la Tierra a la Luna fuera de un paso, para llegar a Marte tendríamos que caminar 200 pasos, y esa es una gran diferencia”.

La difusión que ellos realizan es clave. Porque al educarnos nos van ampliando la mirada, acercan áreas que parecen lejanas como a años luz de nosotros y se constituyen con humildad en modelos para niños y niñas. Para que las nuevas generaciones tengan a estas profesiones dentro de sus posibilidades futuras.

Es justo lo que una nación como la nuestra necesita con urgencia: más ciencia, más conocimiento. Y claro más inversión en estas áreas.

Que haya más Jose o Marias Teresa o Maisas. Que haya más chilenos y chilenas mirando más al cielo, soñando alto bien alto.

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