Por Mónica Rincón
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A veces las cabezas de pescado son importantes. Como entre Reino Unido y la Unión Europea, es justamente la pesca la piedra de tope de complejas negociaciones para definir las normas que regirán su relación cuando el 31 de diciembre empiece de veras la vida post Brexit.

Negociaciones que parecen estar a punto de culminar. A cuatro años y medio el referéndum, y tres Primeros Ministros británicos después, Europa vio un trágico ensayo de lo que podría ser una salida con cero acuerdo.

Un 25% de los alimentos viene de Europa y a su vez, el mercado británico es el o uno de los más importantes para varios países del viejo continente. Movilidad de ciudadados, abastecimiento de remedios, la industria aérea, pensiones y mucho más está en juego.

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Pandemia y nueva cepa inglesa mediante, los otros países cerraron sus fronteras a Reino Unido y las largas filas de camiones, el miedo a un desabastecimiento, caídas en las bolsas y complicaciones políticas fueron sólo parte del panorama.

Boris Johnson sabe que no es cierto que dé igual si hay o no acuerdo, que no puede tratar a Europa como a Australia, ni simplemente regirse por las normas de la OMC. O para ser más exactos de que puede, puede… pero con costos demasiado altos.

Conservar lo más posible las condiciones de la relación que tenían con la UE es el objetivo y de paso no seguir viendo deserciones de sus filas conservadoras y aplacar a los adversarios.

Para bailar tango se necesitan dos, para sobrevivir al Brexit, y más en medio de una pandemia y crisis económica, también.

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