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Hace algunas semanas, la psicoanalista Constanza Michelson lanzó su último libro Hacer la noche. “Este texto lo empiezo a escribir en la pandemia, pero no es un libro sobre la pandemia, sino que es sobre la época”, adelantó.

En conversación con CNN Chile, la escritora sostuvo que la pandemia “acentúa ciertas cuestiones que ya venían, esta idea de un mundo que se pierde, que es la sensación de que, a pesar de que sabemos cada vez más cosas, (…) ya no comprendemos el mundo y no estamos a la altura de comprender la complejidad”.

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Michelson detalló que durante el primer año de pandemia, uno de los síntomas que apareció con mayor frecuencia fue “un tipo muy particular de insomnio”. “El insomnio que me produjo escribir este libro no es el neurológico, es uno que yo llamo insomnio neurótico”.

“Es un insomnio donde se (…) está en una posición existencial muy particular, es estar despierto o vivo, pero sin existencia, que es una posición muy parecida a las depresiones graves. Es un modo de existencia muy parecido a lo que describen muchos autores de los soldados en la guerra, que son situaciones sin perspectiva donde no tenemos lenguaje para abordar una realidad”, agregó.

La experta detalló que, durante la pandemia, las personas declaraban “soñar de una manera muy vívida”. “Tenían la impresión de soñar mucho y, efectivamente, cuando no hay lenguaje y algo nos excede, el soñar es una especie de secretario nocturno que hace un trabajo de elaborar las esquirlas de esas cosas que se quedan flotando”.

“La racionalidad del dormir opera en otros mecanismos, pero estamos trabajando. Hay estudios que demuestran que, por ejemplo, los veteranos traumatizados de la guerra entran al sueño en una modalidad distinta a lo común (…) Los soldados entraban directamente al sueño REM, como si hubiera una presión por soñar”, agregó.

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Michelson sostuvo que, cuando algo nos excede, “tenemos una presión por elaborar más”. “Es la presión que nos queda cuando hay algo que no podemos digerir y necesitamos hablar con alguien sobre eso, no para encontrar una solución, sino porque necesitamos digerir”.

“Ese trabajo es el que nos permite amortiguar algo de la realidad y mi impresión es que en ese trabajo (…) estamos al debe porque los discursos de salud mental no lo promueven, no promueven la simbolización ni la mentalización, sino que la farmacoterapia”, zanjó.

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