Son dos frentes, épocas distintas, estrategias opuestas. Pero uno -el Frente Patriótico Manuel Rodríguez autónomo- se ha convertido en un fantasma que persigue al otro, el Frente Amplio.
Es, hasta cierto punto, comprensible que exista un vínculo emocional para el Partido Comunista, que dio vida al Frente, aunque rompió con él aún en dictadura.
Pero, ¿por qué un nuevo movimiento político, cuyos líderes ni siquiera entraban al colegio cuando Jaime Guzmán fue asesinado, se enreda en un tema como este?
Y ojo, no es la primera vez. En enero, Gabriel Boric ya había proclamado “sus respetos” hacia Mauricio Hernández durante una manifestación en apoyo al ex frentista, involucrado no solo en el asesinato de Guzmán, sino también condenado por secuestro en Brasil.
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Tras visitar a Palma en París, Boric ha reiterado que condena el asesinato de Guzmán. Pero una verdadera condena debe incluir la exigencia de justicia y por lo tanto de que el criminal confeso, cumpla su pena.
En cambio, se insiste en separar el asesinato de la figura del asesino. Persiste en parte de esta nueva izquierda una idea romántica de los frentistas como guerrilleros de la resistencia. Pero asesinar a sangre fría a un senador, y secuestrar a un civil cuyo único pecado era llevar el apellido Edwards, no son acciones románticas, de resistencia ni de heroísmo.
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Tampoco lo son dedicarse al secuestro extorsivo en otros países, como lo han hecho al menos dos de los ex frentistas prófugos.
Boric, que había mostrado visión política al denunciar la dictadura en Venezuela, comete ahora en cambio un grave error. Está por verse si él y el Frente Amplio en su totalidad, quedan amarrados a las viejas emociones de la tribu, o en cambio son capaces de mostrarse como políticos de Estado, comprometidos sin matices con la justicia.
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