Por Mónica Rincón
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Perder poder. De eso se trata parte de lo que cae de maduro que hay que hacer y que hace mucho debió reformarse.

En estos días hay dos ejemplos claros: la discusión sobre paridad y la reforma para impedir que se puedan reelegir indefinidamente parlamentarios y alcaldes.

Esta última norma ha enfrentado resistencias internas, al ponerse límite de dos períodos a senadores y 3 para diputados, hay por ejemplo 8 senadores que el 2021 no podrán postular.

Pero en una democracia, y más en una en crisis, donde apenas el 2% confía en el Parlamento, en nada ayuda que haya legisladores que están en Valparaíso desde el retorno a la democracia. Nombres como José Miguel Ortiz o Patricio Melero llevan 30 años en sus cargos.

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También avanza con dificultad el intento por lograr paridad en una eventual convención mixta o constituyente. A pesar de que la gran mayoría de los chilenos está de acuerdo, no pocos legisladores se oponen y otros sostiene que no es tan relevante.

Excusas para no hacer una u otra reforma se pueden encontrar. Frente al límite a la reelección sostienen que es la gente la que los vota, como si tener la plataforma de un cargo no los pusiera en una situación de ventaja.

Cuando se habla de paridad, es simple responder ahora -con todo lo que costó en el pasado sacarlas adelante- que las cuotas de candidatas bastan y que las mujeres deben ganarse en la cancha sus cargos.

Ya es cansador repetir que la cancha no es pareja, que el financiamiento no es igualitario, que los partidos las destinan a competencias más difíciles o donde hay menos posibilidades, que hay barreras culturales evidentes.

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Se trata al final de perder poder. Porque cuando alguien que lleva décadas en su asiento sale, entra un representante nuevo. Porque cuando entra una mujer, hay un hombre menos.

Renovar las élites es necesario para oxigenar la democracia: ésa que no consiste sólo en el derecho a elegir sino a que ser elegidas sea real.

El economista Zingales ha hecho famosa la frase “salvar al capitalismo de los capitalistas” podría inventarse una nueva: “salvemos a la democracia de sus representantes”. Bueno, de varios de ellos

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