Por Mónica Rincón
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“Cárcel para los pobres, clases de ética para los ricos”. Así recibieron los alumnos de la Universidad Adolfo Ibáñez a los temporales estudiantes Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín. Comenzaron en esa casa de estudios las clases de ética a las que fueron condenados en el marco del caso Penta.

Una medida que indignó e indigna porque parece una burla como castigo para personas que cometieron delitos graves.

Es cierto que además fueron condenados a cuatro años, pero de libertad vigilada. O sea, salvo la prisión preventiva, de condena no tuvieron ni un día tras las rejas. Y los $850 millones de multa penal son bastante insignificantes para personas con un tremendo patrimonio.

Penas ridículas después de defraudar al Fisco en $1.700 millones y financiar ilegalmente la política, porque el daño que ellos y otros le causaron a nuestra democracia fue enorme.

Es difícil pensar que por más prestigiosa que sea esa universidad y excelentes sus profesores, Délano y Lavín realmente vayan a aprender de ética o cambiar el juicio que tiene sobre su actuar pasado. Para ellos Penta no fue una máquina para defraudar, sino una máquina de crear trabajo.

Mientras otros que cometen delitos tributarios, pero que no son poderosos, sufren todo el rigor de la ley. Un ejemplo: cuatro años de presidio en Puerto Montt para un comerciante que presentó dos facturas falsas con un perjuicio de $2 millones. ¿Los ex dueños de Penta? Repito, evadieron $1.700 millones en tributos.

Al final, lo sabemos, la justicia no es ciega. Como dijeron los estudiantes de la Adolfo Ibáñez: cárcel para los pobres, clases de ética para los ricos, porque en Chile se encarcela la pobreza.

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