Por Daniel Matamala
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El que vemos en la foto es el Barrio Pablo Escobar de Medellín. Cuando en 1982 esta barriada fue arrasada por un incendio, fue Escobar quien pagó la reconstrucción y entregó viviendas nuevas a sus habitantes, quienes, hasta hoy, le agradecen manteniendo ese nombre extraoficial.

“Para nosotros, Pablo fue el Estado”, dijo uno de sus vecinos al diario Clarín.

Pablo Escobar solía construir canchas de fútbol, plazas y viviendas en barrios olvidados por la autoridad, que son los que suele dominar el narco. Cuando un Estado tiene dificultades para controlar todo su territorio, como en Colombia, en México o más aún en estados fallidos como Afganistán y Guinea-Bisáu, en África, los narcotraficantes suelen estar ahí para cubrir el vacío, reemplazar a la autoridad e incluso ganar legitimidad con obras sociales.

Chile, por cierto, no ha llegado a ese extremo: nuestro Estado es eficiente comparado con los que nombramos antes. Pero hay zonas a las que no llega. Ya hace 10 años, Ciper publicó un catastro de 80 zonas ocupadas, con 660 mil personas sólo en Santiago alejadas de los servicios básicos y dominadas por el poder de los narcotraficantes.

Estos son los últimos datos oficiales sobre delincuencia en Chile, elaborados por Chile 21 sobre la Encuesta de Seguridad. Los delitos violentos caen fuertemente en Vitacura, La Reina, Las Condes o Lo Barnechea, pero suben también fuerte en Pudahuel, Lo Prado, Cerrillos, Pedro Aguirre Cerda y Renca.
También aquí parece haber dos Chiles y dos Santiagos. Uno en que el Estado, sus servicios sociales y sus fuerzas policiales sí mandan, y otro en que no. Precisamente un vacío de poder en que el narco domina a sus anchas.

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