Por qué ver “Psicóticas Inseguras”, la “comedia triste y media emo” que interpreta la angustia millennial
Por Bruno Delgado
14.08.2020 / 20:05
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Casi cuatro años después de estrenar la primera temporada, Pamela Barvo y Javiera Pinto vuelven con nuevos capítulos de la ficción que retrata los conflictos cotidianos de ser una mujer en el camino a la adultez en Santiago. "Al hacer visible estas problemáticas, se genera el confort de decir 'no estoy sola en esto'", comentan en entrevista con CNN Chile.
—¿Cómo presentarían Psicóticas Inseguras a alguien que nunca ha visto la web serie? —Es sobre las inseguridades y aventuras de dos amigas adultas… —… que se están acompañando en ese proceso de emancipación y descubrir lo que quieren.
Así definen Pamela Barvo (29) y Javiera Pinto (30) la serie que crearon como unproyecto entre amigas, que se estrenó en YouTube en 2016 y que este mes lanzó su segunda temporada. Y que se hayan completado la oración entre ellas no es casualidad, su complicidad se refleja en su trabajo, en la historia que protagonizan y en la realidad.
Con sus primeros seis episodios, que no duran más de 15 minutos, Psicóticas Inseguras no solo logró sumar más de un millón de reproducciones, sin publicidad ni apoyo de viralización, lo que de por sí es todo un logro en el competitivo mundo de Internet: le dio la oportunidad a una generación chilena, abandonada por las ficciones más masivas, de verse reflejada en una producción nacional.
La historia parte cuando Pame y Javi (sí, usaron sus nombres reales) egresan de una facultad de Artes, pero ese futuro prometido trabajando con pasión en lo que estudiaron les cierra la puerta en la cara. El campo laboral es escaso y deben ingeniárselas para mantenerse a flote. Una es práctica y pesimista, la otra es una idealista cada vez más desencantada. Mientras van a entrevistas de trabajo que no quieren, pero necesitan, las seguimos en su intento por mantener relaciones sanas, en sus aventuras en Tinder, un aborto y en sus conversaciones por Santiago.
Eso en la primera entrega, porque ahora van un paso más allá para entrar de lleno en la adultez, un concepto que les resulta extraño, difícil de explicar y que las inquieta, pero que cruza los nuevos episodios que se estrenan los viernes y sobre los que hablaron con CNN Chile las amigas tituladas de Dirección Audiovisual UC.
—¿Querían abordar las frustraciones de la adultez o surgió de manera natural con los personajes? —Javiera: En la primera temporada no habían muchas consecuencias de sus actos. Ahora teníamos que seguirlas hacia la adultez y correspondía hablar de cómo se mantenían. Sumamos nuestras experiencias y eso articuló la trama: ellas se quieren ir a vivir juntas, pero sus distintas personalidades y visiones van haciendo que tomen caminos un poco separados. —Pamela: El aspecto laboral nos importaba y queríamos retratarlo, porque es una de las mayores preocupaciones que tenemos como generación. Siguen estando los temas transversales de la primera temporada, pero era algo que nos aqueja como creadoras, como no estar trabajando en algo que estudiaste.
— ¿Por qué decidieron ponerle sus propios nombres a los personajes, Javiera Piña y Pamela Barraza? —J: Había una pulsión media, no sé si exhibicionista, pero sí de exponer una realidad. Como queríamos actuarla nosotras, ya no entiendo por qué, como que queríamos dejar un registro de nuestra amistad y de las cosas que nos pasaban.
—Exhibirnos por redes sociales, mostrar las alegrías y penas, es algo muy de nuestra generación criada con MSN y la que viene con WhatsApp. —P: Soy poco extrovertida, por lo que esa pulsión de exhibirse siempre ha sido a través de una pantalla o un texto. Internet ha sido una parte muy importante. Era un tema que queríamos tratar desde el principio. —J: La exposición me genera muchísima ansiedad. Antes era una ventana por la que me puedo mostrar. Esa pulsión de exhibir nuestras historias tenía que ver con una necesidad de generar comunidad y aceptación de las cosas que nos pasaban nosotras, mujeres de vientitantos años y que no veíamos en ninguna parte, pero que obviamente le pasaban a más amigas.
“Esto soy yo”
En los nuevos capítulos, la Javi trabaja en una agencia audiovisual donde está lejos de ser valorada y de poder expresar su creatividad, y la Pame boletea en una cafetería donde con suerte saben que existe, aunque es casi la única empleada. Quieren irse a vivir juntas cerca de Plaza Italia, arrendando por supuesto, pero ser dos amigas mujeres, sin hijos y con las cotizaciones impagas no lo hace nada fácil.
Descubrir qué hacer con sus vidas, equivocarse y levantarse para volver a tropezar es lo que mueve a esta “comedia triste y media emo” que, en el fondo, busca ponerle humor a las desgracias cotidianas, como toparse con un exitoso ex compañero de colegio o tener que aprender con un tutorial en Internet cómo hacer un currículum. Fracasos de ayer y hoy que, pese a lo identificables, no estaban tan explorados.
“Nuestra generación, a nivel local, especialmente como mujeres, creo no se sentía tan representada, y al hacer visible problemáticas que estamos viviendo, de alguna forma valida la existencia de esos conflictos, genera comunidad y también el confort de decir ‘no estoy sola en esto'”, agrega Javiera.
Algo que comparte Pamela, para quien la idea es “dejar un legado, porque para nuestra generación está muy difícil lograr cosas. Acceder a una propiedad no es algo que está en nuestros planes, entonces es como ir dejando pequeños registros de fotos, ideas, cualquier cosa que te permita a aferrarte a decir ‘esto soy yo‘. Te hace sentir que eres como parte del mundo”.
—¿Por qué creen no había interés en darle cabida a estas experiencias? —P: No sé si no hayan sido retratadas, pero no ha habido financiamiento, porque quienes ponen plata son conservadores y no les interesa una escena donde hay temas más sensibles para ellos, como la sexualidad. —J: Antes la ficción la veías en la tele y nuestra generación ve Internet. No sé si a la tele le interese meterse en algo donde se habla de aborto o cómo comprar las pastillas. También esto es un problema patriarcal, no se le da visibilidad a mujeres más normales. La representación femenina tiende a ser de minas modelos que están con un tipo feo y como que no importa la belleza del personaje masculino. Me saca de quicio, porque representar a mujeres como modelos inaccesibles para hombres que no tienen ni carisma es mostrarlas como un objeto de deseo. Es un grave problema la falta de representación femenina en todas sus dimensiones. Como que por ser bonita vas a tener pantalla, que es algo que nos han comentado: “Ustedes no son bonitas, pero tienen talento”.
—¿Cómo lo hacen para lidiar con esos comentarios? —J: Trato de no enganchar. Ahora que estrenamos estos dos capítulos no he leído nada. Mi mamá me leyó unos comentarios por teléfono y me preguntó cosas como ¿qué es ser posmo (posmoderno)? —P: Hay cosas que te hieren más, que son las que no tenemos resueltas, como que nos digan burguesas. También hablan mucho de mi personaje y a veces son cosas mías que puse en la serie, de alguna forma te critican como persona. —J: Hay comentarios que ya no nos afectan, como que “actúan mal” o “son feas”, el de “son feas” me encanta porque encuentro impresionante que haya tanta fijación, por último dime que soy fome. —P: A mi me carga el de “eres fome” porque es como si fuera un delito ser fome y no tiene nada de malo ser fome, no le estamos haciendo daño a nadie —J: Las cosas que más duelen son las que uno no tiene resueltas y te vas a dormir pensando… —P: … y después uno esto lo habla en terapia —J: Hueona, sí.
Ensayo y error
El guión fue escrito por ellas, la serie dirigida por Iñaki Goldaracena, producida por Caudal Films, financiada en parte por el Fondo Audiovisual del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) 2019 y con el apoyo de sus fans, quienes aportaron en un crowdfunding que permitió ser grabada en 2018, en un Chile sin pandemia y antes del estallido social del 18-O.
Es por eso que ninguno de esos temas está presente en la historia, aunque las angustias, el hastío generalizado y la sensación de crisis constante que dieron vida a las movilizaciones están en el ambiente y aparecen como telón de fondo, algo que hace sentir a la ciudad viva. “Si la hubiéramos grabado después, hubiéramos hecho otro guión”, reconocen.
—¿Cómo hubieran vivido la Javi y la Pame de la serie el 18 de octubre? —J: En marchas, peleando con mi viejo. Me diría “ves puros medios de izquierda”. Mucha ansiedad con el toque de queda y la represión policial en las marchas. Chile despertó, bacán, pero influye en tu estabilidad y cordura, tendría un ataque de pánico, que me pasó en una marcha. —P: Harían una crítica social consciente, pero sin ser activistas, siempre en el plano de, no sé si de la resignación, pero de la queja y del tedio, de decir “hay que luchar, pero igual nos siguen cagando”. En las temporadas pasa mas colado porque lo teníamos más interiorizado, como “esto es una injusticia, mala cuea”.
—¿Y el confinamiento de la pandemia? —J: La ansiedad es un trastorno muy habitual en nuestra generación. Mi personaje intentaría tomar clases de algo, pero no terminará ningún proyecto. Se volvería media loca. La Pame sería más hipocondríaca con el COVID-19. —P: También sería pesimista. Son personajes que se apañan en esta vida horrible y que ahora se evidencia que la vida es horrible. Como que todo es muy penca.
—¿Cuál creen que es una de las principales preocupaciones de la generación? —J: Es una generación marcada por los padres que hicieron su familia y una carrera en base a su esfuerzo, sudor y lágrimas y uno va a estudiar con las oportunidades que te dieron. “Estudia lo que quieras y sé feliz”. Pero hay una sobreoferta de carreras, especialmente artísticas, que no tienen rentabilidad. Y con lo caro que es estudiar y endeudarse para tener que hacer otra cosa, tienes una generación muy frustrada. —P: Es penca, estás frustrado porque no estas generando plata y por eso el país te dice que eres o no importante, y de ahí vienen muchos problemas de salud mental, porque no te estás sintiendo acorde a lo que el sistema quiere de ti.
—Tras filmar la temporada, ¿han aprendido cómo vivir la adultez o es un proceso sin fin? —P: No se termina nunca de aprender. Desde chica se piensa “cuando grande voy a ser no se qué”, a los 30 años otra cosa y cuando llegas a los 30 te dicen que es algo que no se termina. El proceso de la adultez no tiene fin, te vas equivocando, como que lo haces mal, te equivocas y vuelves a intentarlo. Es de ensayo y error. —J: En algún momento me creí la ilusión de la adultez: “Soy independiente, me mantengo, me hago comida, pago mi arriendo y me lavo la ropa”, pero en pandemia siento la necesidad de que alguien se haga cargo. Igual es una ilusión que se construye en base a ideas de tus papás y su adultez es de no cuestionarse. Cuando te cuestionas y te sientes inestable, te vuelves a sentir una niña. Pero nos hacemos cargo, si eso cuenta en algo. Es un concepto muy raro.
—¿Qué consejo se darían sus personajes para sobrevivir a la adultez? —J: De la Javi a la Pame sería “créete un poco más el cuento, está bien, estamos resignadas, es un sistema de mierda, pero ábrete a la posibilidad de que si le pones talento, quizás algo pueda pasar, quizás no el ideal, pero trata de hacerte la vida que quieres hacer”. —P: Es un muy buen consejo en verdad, porque mi personaje a la Javi le diría “bájate de la nube, el sistema está mal, pero nadie va hacer nada por ti”. —J: Y el otro consejo es “vámonos de Santiago, hagamos una vida en otra ciudad, vendamos pasteles, no hay por qué dedicarse a lo que estudiamos, ya fue, pero estemos tranquilas, cuidemos la tierra, preocupémonos de otras cosas”.
Mira el primer capítulo de la segunda temporada acá:
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