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(CNN) – Encontrar a un psicólogo o psicóloga puede ser difícil, sobre todo teniendo en cuenta la gran demanda actual y el que muchos no acepten nuevos pacientes.

Una encuesta de la Asociación Americana de Psicología mostró que más de la mitad de los profesionales (56%), sólo en Estados Unidos, no tienen agenda disponible para nuevos pacientes.

Y eso a pesar de que, según una encuesta de CNN/KFF de 2022, nueve de cada diez adultos creen que existe una crisis de salud mental en dicho país.

Así que, una vez que has encontrado un especialista, decidir “cortar relación” con él puede ser aún más difícil.

Te has armado de valor para concertar esa primera cita y has tenido unas cuantas sesiones iniciales en las que has revelado tus detalles más íntimos y tus vulnerabilidades, y eso siempre va a ser un poco incómodo.

La primera hora de terapia en la vida de cualquier persona es una de las más raras que vivirá alguna vez“, afirma el Dr. John Duffy, psicólogo y autor de Rescuing Our Sons: 8 Solutions to Our Crisis of Disaffected Teen Boys (A Psychologist’s Roadmap).

“Hay una extraño volumen de vulnerabilidad que tienes que ofrecerle a un perfecto desconocido, incluso para calibrar si creas una conexión en términos de personalidad o enfoque”.

¿Y si es más que un poco incómodo? ¿Cómo saber si ese terapeuta no es el adecuado para ti?

CNN habló con varios expertos para saber cuándo dejar a un terapeuta y, si es así, cómo hacerlo.

Una vez que has encontrado un terapeuta, dejarlo marchar puede ser difícil.
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¿El problema eres tú o tu psicólogo/a?

Los expertos afirman que, antes de dejar de ver a tu terapeuta actual, deberías tratar de averiguar si realmente las cosas no están funcionando o si simplemente te sientes incómodo.

“Puede que estés hablando de cosas difíciles respecto a las que no te habías abierto en mucho tiempo y que afloren sentimientos de tristeza, miedo o rabia“, dice la doctora Andrea Bonior, psicóloga y profesora de psicología en la Universidad de Georgetown.

“Pero pregúntate, ¿pareciera que estamos trabajando para lograr algo?“.

Bonior subrayó que es importante ser honesto con uno mismo sobre aquello en lo que se necesita ayuda y hasta qué punto se está dispuesto a ser comunicativo.

“A menudo, no revelamos qué tanto alcohol bebemos, o qué tanto le gritamos a nuestros hijos, porque tenemos miedo de que nos vean como realmente somos. Quizá llevamos mucha vergüenza dentro. Si somos realmente sinceros con nosotros mismos, no le estamos contando al terapeuta toda la historia”.

La especialista aconseja contarle al terapeuta si uno se llega a sentir incómodo, o incluso escribirle una nota de antemano.

Y esto tiene motivo en que aunque la terapia no siempre se siente bien, debe ser útil.

Ten claro lo que pretendes conseguir de la terapia

Ten una idea concreta lo que buscas lograr con la terapia, aunque esa meta cambie con el tiempo.

¿Quieres un espacio para hablar de lo que te pasa sin mucha retroalimentación, una situación más de dar y recibir, trabajo para hacer entre sesiones u otra cosa?

“Algunas personas quieren un psicólogo que les asigne un montón de tareas, que sea muy activo y les plantee desafíos“, dice Bonior.

“Otras, más bien, buscan a alguien que sea un poco más tranquilo y cariñoso, y que cree un ambiente que les dé espacio para hablar”.

Busca a otro psicológo/a

Si sientes que no sacas nada en claro de las sesiones o que no encajas bien con tu psicólogo/a, quizá sería bueno tantear el terreno con otros.

Aunque hayas investigado el currículum y trayectoria de tu primer terapeuta, puede que te informas más respecto a qué es lo que realmente necesitas después de haber tenido unas cuantas sesiones con él o ella.

Los médicos pueden dar buenas recomendaciones. También amigos y familiares que ya hayan hecho terapia y manejen nombres de especialistas que les hayan gustado.

Numerosos directorios y sitios web suelen incluir información sobre la formación del terapeuta y sus áreas de especialización, como la ansiedad, el duelo, los conflictos familiares y la terapia de pareja.

Algunos profesionales incluso llegan a ofrecer una primera sesión gratuita.

La Dra. Sheehan D. Fisher, psicóloga y profesora adjunta de la Northwestern University, aconseja acudir al primer encuentro con una lista de preguntas que te ayuden a identificar con quién te sientes más cómodo.

Algunos ejemplos de preguntas son si trabajarán con objetivos concretos y específicos, la orientación teórica que pueden practicar (como la atención plena o la terapia cognitivo-conductual) y si sus creencias religiosas (o la ausencia de ellas) te hacen sentir a gusto.

Otras cuestiones a tener en cuenta son la flexibilidad de las sesiones y si aceptan seguros, por ejemplo.

Pero también hay un punto clave en la relación eficaz entre paciente y terapeuta.

“La química también importa”, dice Fisher, así como estar de acuerdo en los objetivos que se quieren alcanzar, sentirse seguro y establecer una conexión.

Si esto no ocurre o no sientes que te estés acercando a tus objetivos, puede que haya llegado el momento de cambiar de rumbo y poner fin a la relación.

Los finales pueden ser oportunidades

Terminar una relación con cualquier persona puede provocar sentimientos de tristeza, duda o fracaso, pero lo importante es recordar que la terapia debe ser una herramienta que te ayude.

Si sientes que no es así, no deberías sentir culpa por dejar ir.

No te quedes porque tengas miedo de herir los sentimientos de tu psicólogo/a.

“Mucha gente se queda en terapia para no dañar el ego del terapeuta”, sostiene Duffy. “Esa no es una buena razón para quedarse”.

Aconseja aprovechar el fin de la relación paciente/especialista como una oportunidad para crecer y ser sincero con los sentimientos.

“La forma de sacar el tema es decir algo parecido a: ‘Me siento muy incómodo sacando este tema, estoy ansioso, nervioso, pero creo que puede que necesite hablar sobre cambiar de psicólogo/a“.

Lo mismo puede ocurrir con un terapeuta al que has acudido durante mucho tiempo.

Puede que al principio sintieras que te ayudaba, pero que ahora tu crecimiento se haya estancado, o que hayas desarrollado necesidades distintas, pero te sientas fiel a él o ella.

Lo mejor que puedes hacer es ser sincero con ellos, dice Bonior.

“Si tienes miedo de volver el asunto tenso o herir los sentimientos del terapeuta, recuerda que su función profesional es hablar de cosas que pueden resultar incómodas y difíciles. Es, literalmente, parte de su trabajo”.

No ghostees a tu psicólogo/a

Sean cuales sean las circunstancias, una de las peores cosas que puedes hacer es dejar de asistir a las sesiones sin ninguna explicación.

“La ironía es que las personas más propensas a ghostear son las que pueden llegar a ser algo evasivas, y algo ansiosas socialmente y no son buenas para hacer valer sus propias necesidades“, afirma Bonior.

Además, explica que, si haces eso en terapia, estás perdiendo una oportunidad de poder romper aquel ciclo.

“El ghosting también te pone en desventaja”, asegura Fisher, “porque te deja a la deriva en el camino de averiguar qué es lo que necesitas sin la experiencia de un terapeuta. Puede que ya no quieras ver a aquel psicólogo, pero es su trabajo ayudarte a encontrar a alguien mejor, si se lo permites”.

“Como terapeutas, somos responsables de nuestros pacientes“, añadió. “Necesitamos saber que están seguros y que les va bien”.

Sin embargo, una excepción a la regla es si el psicólogo en cuestión te hace sentir inseguro o no es ético.

En estos casos, hay que dejar de verle inmediatamente y, si es posible, denunciarlo a su órgano profesional.

El buen tipo de ruptura

Existe el mejor tipo de ruptura: cuando sientes que ya no necesitas ver a un terapeuta porque has progresado mucho y estás listo para seguir por tu propia cuenta.

“En realidad, no es diferente a tomar remedios o medicación. No deberías seguir tomándola si no la necesitas”, dice Fisher.

Aun así, no siempre es fácil.

“Mucha gente pierde el espíritu o el foco de la terapia cuando lleva tratándose con el mismo especialista alguien durante mucho, mucho tiempo, porque la sesión pueden convertirse en un espacio muy cómodo y fácil, y puede sentirse muy segura cuando en realidad nada se mueve ni cambia“, afirma Duffy.

En lugar de ir a paso de tortuga, recomienda evaluar los progresos cada dos sesiones y sentirse capaz de controlar los avances.

Al fin y al cabo, se trata de hacer algo que te ayude.

No tiene por qué ser un final repentino. La ruptura con el terapeuta puede ser gradual, dejando la puerta abierta a futuras visitas cuando sean necesarias.

Al igual que ir al gimnasio para cuidar el cuerpo, la terapia es una herramienta que puede ayudarte a cuidar la mente, tanto si requiere un entrenamiento intensivo como una puesta a punto ocasional.

“He tenido gente que ha vuelto años después y me ha dicho: ‘Siento que algunos de mis viejos hábitos están volviendo y sólo necesito dos o tres sesiones para volver a ponerme en marcha’, y eso puede funcionar de maravilla”, agrega Bonior.

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