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En un gesto de generosidad y amor desinteresado, existen personas dispuestas a abrir sus hogares y corazones para brindar un nuevo comienzo a niños y niñas que han experimentado el abandono o la falta de cuidado.

En entrevista con Sana Mente, la periodista Deborah Bailey ahondó sobre su experiencia como familia de acogida: “Siempre hay que tener muy claro que se va a ir en algún minuto. Yo siempre supe que había una familia esperándola“, detalló.

Deborah confiesa que antes de conocer el concepto de familia de acogida, nunca había considerado esta opción. Sin embargo, una vez que comprendió la importancia y la necesidad de brindar un hogar seguro y amoroso a un niño en situación de vulnerabilidad, supo que era lo que necesitaba hacer. Para ella, era una proyección natural de su deseo de cuidar y proteger a un niño, tal como lo hacía con su propia hija.

El proceso de ser una familia de acogida puede estar lleno de desafíos, pero también trae consigo innumerables recompensas. Deborah relata con emoción cómo su relación con la niña que acogió ha evolucionado a lo largo del tiempo. Al principio, la pequeña la llamaba “mamá”, pero ahora tiene otra forma de referirse a ella, lo cual no ha disminuido el amor y el vínculo especial que han desarrollado. Además, ver cómo la niña ha encontrado su lugar en una familia adoptiva y cómo ha aprendido a llamar “mamá” y “papá” a sus padres ha sido una experiencia gratificante.

¿Cómo uno se puede preparar para ser familia de acogida?

La preparación emocional es fundamental para las familias de acogida, ya que siempre deben tener en cuenta que el niño o la niña que acogen eventualmente se irá. Detalla que la primera charla que da la psicóloga es que llegara un “niño o niña gris” con un horario establecido que no lloraba ni se reía. Sin embargo, “a la semana ya tenía las mejillas de otro color, empezó a tirar los brazos. Pasó de estar institucionalizada a recibir una familia, a tener amor ella”.

A pesar de las preguntas de quienes le sugerían quedarse con la niña, ella comprendía que su rol era temporal y que había personas adecuadas para ser su familia adoptiva. Cuando finalmente conoció a los padres adoptivos, supo que eran ellos quienes debían continuar el amoroso cuidado de la niña.

La experiencia de Deborah refleja el impacto positivo que las familias de acogida pueden tener en la vida de los niños y niñas en situación de vulnerabilidad. Muchos de estos pequeños han sufrido el abandono y la falta de cuidado, y el paso de vivir en una institución a formar parte de una familia amorosa les brinda una oportunidad invaluable de recibir amor, atención y un sentido de pertenencia.

Es importante destacar que el contacto entre la familia de acogida y el niño o niña depende de cada situación y es determinado en conjunto con el Sename (Servicio Nacional de Menores). En muchos casos, se recomienda mantener un contacto a lo largo del tiempo, ya que estos niños han experimentado el abandono en algún momento de sus vidas y mantener el vínculo puede ayudarles en su proceso de sanación y desarrollo.

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