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La primera ministra británica Theresa May se encuentra enfrentando un dura crisis interna por las diferencias que ha generado el preacuerdo del Brexit, aunque ha sobrevivido a todo lo que ha pasado en las últimas horas.

Tras muchas especulaciones sobre qué haría después de la renuncia de siete de sus ministros, incluido el encargado de negociar la salida de la Unión Europea (UE), May dijo que aunque lamenta que los funcionarios dejen el gobierno y sabe que no todos están felices con el texto, está actuando en línea con el interés nacional.

Cuando le preguntaron si pensaba renunciar, su respuesta fue que “ser líder es tomar las decisiones correctas, no las fáciles”, y afirmó que verá el Brexit concretarse, desestimando así cualquier posibilidad de que ella dimita.

El referéndum de 2016 estableció que el 51,9% de los británicos estaban de acuerdo con divorciarse de la UE, contra un 48,1% que votó que no. Ahora, sin embargo, la gente en las calles pareciera estar echándose atrás porque se dan cuenta de las consecuencias que tendrán que pagar por salir del bloque. Una de ellas es la limitación del libre tránsito, no sólo de personas, sino también de mercancías por toda Europa.

La división también es patente en el Parlamento, donde el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, pronunció un intenso discurso: “El acuerdo y la postura de la política exterior representan un fracaso enorme y muy perjudicial. Después de dos años de negociaciones fallidas, el gobierno presenta un acuerdo fallido. El gobierno está en caos”.

Los líderes europeos, en cambio, aceptan el preacuerdo porque garantiza que el quiebre no será tan violento.

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