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Vinka Jackson recuerda que tenía cuatro años cuando vio el Lago de los Cisnes por primera vez y de inmediato su sueño fue ser bailarina. No sabía que al poco tiempo el ballet se convertiría en su refugio frente al abuso sexual sistemático que comenzó a sufrir por parte de su padre.

“Yo los primeros recuerdos que tengo (del abuso) son a los cuatro años. Hay gente que ha hecho hipnosis regresiva y de repente relatan recuerdos de etapas previas, pero yo digo (en mi caso) ‘para qué'”, cuenta a CNN Íntimo. La situación se extendió por cerca de 10 años hasta que él se fue de la casa tras separarse de su madre.

Gracias a sus notas entró a estudiar psicología en la Universidad de Chile y aunque nunca pensó que fuera capaz, ha dedicado su vida y carrera al estudio del abuso sexual infantil, llegando a fundar Derecho al Tiempo, organización que impulsó la ley de imprescriptibilidad de delitos sexuales cometidos en contra de menores de 18 años.

Hoy, Vinka está casada y su vida transcurre entre Estados Unidos y Chile. Mamá de dos hijas, abuela de un niño, psicóloga, educadora, escritora, activista por los derechos de la infancia y embajadora internacional de Child USA, cada día lucha para que ninguna persona vuelva a vivir situaciones similares a las que ella pasó.

La lucha por el tiempo

En julio de 2019 fue promulgada la ley que declara imprescriptibles los delitos sexuales cometidos contra niños, niñas y adolescentes, evitando con ello la impunidad. Esta normativa permite perseguir por siempre penalmente a los responsables, interponer acciones reparatorias contra ellos y terceros civilmente responsables.

Uno de los actores que impulsó esta ley fue la Fundación Derecho al Tiempo, fundada por Vinka, ya que ella misma se vio enfrentada a esas dificultades. “El mundo adulto falla en la atención, en ver cuando hay señales que te perturban, y falla en la intersección. El mundo adulto no leyó esas claves, no pudo, no quiso“.

“Mucha gente (abusada) dice ‘cómo no hablé’, pero es que la capacidad narrativa de un niño, en condiciones normales, toma como 12 años desarrollarse, y (a eso hay que sumarle) si además está sometido a silenciamiento, están las dinámicas psicológicas sádicas del adulto (abusador), está en un contexto donde no se le escucha, no hay educación sexual, educación sobre el autocuidado o la posibilidad de poner un límite a algo”, reflexiona.

Procesar un abuso lleva años y de ahí viene la importancia de leyes como la de imprescriptibilidad y de medidas de reparación, ya que “hay una irradiación hacia el ciclo vital“. En el caso de Vinka, lo que la termina catapultando a la “necesidad de hablar, armar la historia y entenderla” fue el nacimiento de su hija mayor, Diamela, quien hoy tiene 35 años: “Ahí pensé ‘yo tengo que hacer algo con esto’ y ahí como que parte todo el proceso de reparación y de terapia”.

¿Tú te reconciliaste con la historia, con este hombre que tuviste hasta que enterrar?
—Explicar y revisar la historia de alguien no significa exonerar, pero a mí me ayuda a entender ciertas cosas. O sea, el padre, mi padre, que negó su paternidad al final, creció en la precariedad, fue abandonado hartas veces, se educó en un colegio católico donde mi deducción, que fue confirmada por un par de gente de la familia que conocí muy vieja, es que algo pasó ahí. Eso no significa absorber ni exonerar, es tratar de entender, porque entendiendo también eso a mí me ayuda en mi propio proceso.

“Volver a contar la historia y terminar de contarla en distintas generaciones es también un ejercicio que va sanando. Como le dijimos al Ejecutivo en el tiempo de la ley de imprescriptibilidad, que nos preguntaron a Erika Olivera y a mí, ‘¿y ustedes, cuándo contaron la historia?’, nosotras nos miramos y yo dije ‘todavía no he terminado de contarla‘ y Erika dijo que ella tampoco. La historia completa, ni nosotras mismas, queremos escucharla completa, entonces, quizás nunca”, afirma.

Prevención del abuso

Según cifras del Ministerio Público, durante 2022 se recibieron 39.933 denuncias por delitos sexuales en los que la víctima era un niño, niña o adolescente (NNA), lo que es un 42% más respecto a los 28.056 casos que se registraron durante 2021. Estas cifras dejan al descubierto una alarmante tendencia que se ha agudizado en los últimos años.

¿Por qué no se está haciendo nada para prevenir, siendo que es lo más importante?
—No hay una política mandataria de prevención. Hay protocolos de denuncia, de acompañamiento, pero no hay protocolos de prevención que sea igual para todos los establecimientos educacionales del país, eso es una deuda. Hay un aumento super preocupante de las denuncias, de denuncias a la superintendencia de educación, donde ha disminuido el porcentaje de responsables adultos en esa denuncia y aumentado el porcentaje de agresiones físicas y sexuales entre NNA, y creo que eso es muy preocupante.

¿Eso es después de la pandemia?
—Se ha agudizado, sí, pero encuentro peligroso (afirmar eso). Hay muchas situaciones de crisis, de faltas de cuidados de la niñez, de fracasos de cuidados que venían de mucho antes, pero claro, con la pandemia se agravan y además la exposición digital subió de uno a 100 en un par de semanas y continuó hacia adelante. La pandemia fue un proceso super rudo, niños perdieron a sus papás, abuelos, o sea, pasaron muchas cosas, luego crisis internacional, la economía. O sea, pasaron muchas cosas y no nos dimos el tiempo de reinsertarnos, de reconectar los lazos.

Respecto a la educación sexual, hay voces que dicen que se quiere sexualizar a los niños, siendo que una de las bases de la prevención es la educación, ¿no se ha defendido con la suficiente convicción de que no se trata de sexualizar, sino que de comenzar a prevenir?
—Exactamente. Hay también desde previo a la pandemia una crisis de responsabilidad y eso corre desde las familias al Estado, e incluyendo las autoridades, políticos y todo, en el sentido de esperar que las cosas casi que resulten porque sí, como que se espera de los más chicos que naveguen la vida con una especia de resiliencia especial y con una suerte de autoformación en una serie de temas en los que se necesita acompañar.

En esta línea, explica que la educación sexual, educación sexo afectiva, educación sexual afectiva y para relaciones humanas, educación sexual integral o como la quieras llamar ha sido “constantemente detenida, interrumpida, cuestionada, objetada, siendo que la evidencia dice desde hace años que es un factor protector y de prevención del abuso sexual infantil y de detección precoz del abuso (…). Eso es lo terrible, que tú ves que parte tarde, en la pubertad, muchas veces asociada a consejo de curso, ciencias naturales, casi como un anexo y ya cuando eso parte empiezas a ver niños y niñas que hacen la asociación, se dan cuenta de que lo que están viviendo es abuso y develan, imagínate si partimos mucho antes”.

El ministro anterior (Marco Antonio Ávila) no pudo transmitir la necesidad e importancia de la educación sexual. 
—Hay que ponernos bien de acuerdo y creo que distintos ministros de educación, no solo el anterior, han tenido ese desafío. (…). Acá se cree que si va a haber educación sexual como que la familia poco menos que va a desaparecer, uno encuentra ese temor y aprehensión.

¿A qué edad, como psicóloga, crees tú que tiene que comenzar la educación sexual en los niños?
—Es que la educación sexual parte desde cuando naciste, al tiro, o sea, los modos en que nos vinculamos con los bebés, con los recién nacidos, ya está dando información sobre el vínculo con el cuerpo, el vínculo con los otros, lo que pasa con las emociones. Lo que afecta la sexualidad no es un tema aislado, no es algo que comienza con la pubertad ni con la iniciación en las actividades sexuales ni la adultez. Parte desde el día uno en la manera en las que nos aproximamos y nos vinculamos con los bebés.

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