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Con 33 años, Antonia Orellana es la ministra más joven del gabinete. Hija de Alfredo Orellana, poeta, y Margarita Guarello, profesora, es la tercera de cuatro hermanas.

Desde pequeña tuvo pasta de líder, ya que a los seis años organizó una protesta por el Atolón de Mururoa en la reja de su condominio en la comuna de La Florida.

También le gustaba leer y confiesa que su vocación de periodista nació más de su aversión a las matemáticas que de la inspiración de su tío Juan Cristóbal Guarello.

En entrevista con CNN Íntimo, Antonia Cósmica Orellana Guarello, actual ministra de la Mujer y la Equidad de Género, conversó sobre su historia familiar, su rol en el gobierno y los desafíos que tiene la cartera que dirige.

Un adiós temprano

La secretaria de Estado cuenta con orgullo que su familia paterna es muy pobre y que su padre fue el único en educarse. Lo recuerda como un hombre brillante y cariñoso, que murió víctima de cáncer cuando solo tenía cinco años.

“De mi papá tengo más recuerdos que son de regaloneo que de como eras, ya que esa imagen la he ido construyendo más con sus amigos, como mi padrino, que es uno de sus mejores amigos (…) Lo que recuerdo es eso, mucho regaloneo y cariño“, señala.

Su mamá, Margarita, tuvo que sacar adelante sola a sus cuatro hijas, cuyas edades en ese momento fluctuaban entre los uno y diez años. No fue una tarea fácil debido a que las cinco son mujeres de carácter y con opinión.

La ministra reconoce que no tuvieron “carencias radicales”, pero crecieron “sin ningún lujo“. “Nunca nos faltó nada, pero también aprendimos muy chicas a ser bien estrictas, por ejemplo, con que todas teníamos que ayudar en la casa porque éramos cuatro y mi mamá profesora”.

Entre lágrimas, la ministra recuerda a su fallecido papá y habla sobre su familia. “Cualquier persona que trabaje conmigo sabe que yo lloro al tiro y que, de hecho, en terreno siempre lloro porque me emociono”, confiesa.

Su papá viene de una familia bien humilde, ¿qué representa eso desde este cargo?, ¿cómo se ve esa realidad habiéndola vivido?
Siempre tuvimos con mis hermanas muy claro que el país era muy desigual porque mi mamá es Guarello de Toro, que es una familia como aristocrática, con apellido, pasado y todo eso, pero la familia de mi papá no sabemos ni siquiera si Orellana es nuestro apellido porque mi tata es guacho de campo.

La periodista explica que “en el campo antes había niños que crecían y pululaban cerca de la casa patronal, alguien los aguachaba y ese es el apellido Orellana, el apellido de la familia que lo aguachó. Entonces, ambas familias (de padre y madre) son muy distintas“.

Trabajando por los cambios

Antonia desde joven tuvo una postura clara que desarrolló para la revolución pingüina del 2006. Tenía 16 años y se tomó el colegio, el Liceo Tajamar, pero, dueña de un sentido práctico, era también la que negociaba con la directora.

Desde ese entonces, nunca más dejó la política, se vinculó muy temprano a los colectivos feministas y es una de las fundadoras de Convergencia Social, el partido del presidente Gabriel Boric. Es también una de sus más cercanas colaboradoras, ahora desde el gabinete.

¿A qué se puede deber que la valoración suya en las encuestas no sea como la que tenían las ministras de la Mujer en el pasado?
Habla mucho de la exposición y el tipo de exposición que tenían, porque (…) el Ministerio de la Mujer era conocido como un ministerio de pautas blandas, es decir, que solo hablaba de cosas que eran más light y a nosotros nos ha tocado, tanto por el rol en el comité político como por la impronta también del Gobierno, hablar de otro tipo de cosas.

En esta línea, detalla que esto mete a la cartera “en la discusión económica, de repente en la discusión más política o incluso la más áspera, que es la que tiene que ver con la alianza de gobierno. Entonces, eso produce un tipo de exposición que es distinta, que es en temas que quizás no son tan valorados por la ciudadanía, como por ejemplo los de las coaliciones”.

Además, usted tiene una cercanía bien importante con el presidente. Está en el comité político, ¿eso la vuelve también un flanco distinto?
Sí, da un nivel de exposición completamente distinto. Antes a las ministras de la Mujer en las entrevistas les preguntaban solo por su agenda sectorial, muy estrecha, porque además ahora nuestra agenda sectorial es mucho más, pero ahora a mí me preguntan también sobre qué opino de las diferencias entre socialismo democrático, sobre errores o no de otros sectores o de otras carteras del Gobierno y de un montón de otras cosas que son temas más duros de entrar.

Definirse como un gobierno feminista es ponerse una presión adicional, en qué sienten que están en deuda.
Yo creo que en explicar bien qué significa eso, porque en el fondo el feminismo es un movimiento que es diverso, que tiene distintas definiciones, sobre todo hoy que se ha vuelto mucho más masivo. Hoy hay incluso parlamentarias de derecha que se dicen feministas, eso antes no existía, era como una palabra muy fea.

¿Se toma en un sentido muy radical?
No sé si radical, pero siempre con sospecha, y eso no tiene que ver con los métodos del movimiento, porque siempre ha sido así. O sea, una mira las caricaturas que se le hacían a las sufragistas en los años veinte y son iguales a las que se le hacen hoy a las activistas, con como la mujer amargada, quizás como no tan femenina, que es solterona.

“Pero qué significa ser un gobierno feminista, eso lo tratamos de expresar con el acto del 8M pasado que tiene que ver con el concepto de Chile para todas y es porque identificamos que las mujeres saben que tiene los mismos derechos que los hombres, pero (…) esa igualdad ante la ley no se ha traducido en cambios en las condiciones de las mujeres en el día a día“, agrega.

Si no fuera ministra, desde la perspectiva feminista, ¿cómo evaluaría a este Gobierno?, ¿qué le pediría?. 
Lo más importante para un Gobierno que se dice feminista es, primero, preservar las conquistas de las generaciones anteriores de mujeres, es decir, no retroceder, porque hay quienes, sobre todo en el Congreso, tienen voluntad de retroceder en derechos que fueron conquistados, no solo por la generación anterior de mujeres en política, sino incluso derechos conquistados por nuestras abuelas.

—¿Cómo cambio la rutina desde que asumió como ministra?
Harto, igual hemos introducido algunas modificaciones también en la rutina del Comité Político, porque tanto la ministra Vallejo como yo tenemos hijos pequeños y yo no puedo dejar colgando la guagua afuera del jardín (…) Por lo tanto, el Comité político parte un poquito más tarde de lo acostumbrado para que no perdamos ese momento, que es tan preciado en la mañana, que es de ir a dejar a los hijos, porque además no podemos ocupar el auto fiscal para ir a dejar a los niños del Jardín. Entonces, yo voy para allá, dejo a mi hijo en el jardín y ahí me junto con mi conductor.

Cuando cumpla los cuatro años en el cargo, ¿qué le gustaría haber dejado como sello de la administración?
Nadie puede aspirar a durar los cuatro años, sería soberbio de mi parte, pero para mí es muy importante sacar la ley integral de violencia, poder tenerla funcionando (…) porque yo sé, porque lo he vivido como acompañante en tribunales, lo difícil que es denunciar y las mujeres chilenas ya saben que la violencia de género es un delito, saben que pueden denunciarlo, pero no quieren hacerlo y eso es por dos motivos principales: porque no le tiene mucha fe a la justicia, para eso estamos modificando la ley con un montón de disposiciones relevantes que suenan chicas, pero son centrales (…) y, por otro lado, porque sienten que nadie las va a acompañar, que van a quedar solas y por eso el foco de nuestra campaña 2022 fue ‘si es mi problema’.

¿Qué echa de menos de su vida antes de ser ministra?
Tener más tiempo, extraño mucho el tiempo con mi hijo y mis amigas.

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