0

Si Conrado Ristori creó el Servicio Nacional de Salud y diseñó el plan de vacunación infantil, su hijo Leonardo ha hecho escuela como médico urgenciólogo, aun en tiempos cuando la especialidad ni siquiera existía como tal.

Mi papá tuvo una influencia super importante en mi decisión de estudiar medicina y yo como que nunca dudé de que lo iba a estudiar (…). Él tuvo una influencia tremendamente poderosa en eso”, cuenta Leonardo RistoriCNN Íntimo.

El doctor detalla que se fue encantando con su profesión a medida que avanzaba en la carrera. A los 24 años, en 1973, justo tras egresar de medicina de la Universidad Católica, llegó a la asistencia pública como segundo ayudante de cirugía.

“Llegué a la urgencia junto a otros dos compañeros de curso porque el padre de uno era jefe de turno en la posta y nos llevó. Íbamos a todos los turnos de noche (…) y ahí nos fuimos involucrando en esta especialidad que es bien apasionante“, relata.

Desde entonces, su vida y vocación han estado unidas al trabajo en urgencia que por décadas desarrolló en la Posta Central. Allí conoció, pololeó y se casó con Dolores Callejas, enfermera, con quien compartía el rigor de estar alertas las 24 horas del día.

¿Qué fue lo que lo conquistó de la urgencia?
—Primero hay que reconocer que es bastante entretenido, pero también se trabaja en equipo, se establecen lazos de camaradería muy fuertes, ya que uno comparte situaciones de estrés con un mismo equipo y se va interiorizando la manera de pensar de los otros.

En sus 50 años de carrera, “son muchas más las satisfacciones que los fracasos y el sacrificio que pudieran significar los turnos de noche o los festivos se compensan ampliamente con la satisfacción de ver resultados buenos”, señala el médico.

Los días que toca más la frustración, ¿cómo se superan y cómo se levanta el equipo?
—Nosotros siempre aconsejamos tratar de no involucrarnos personalmente en los casos, profesionalmente hasta el fondo, pero involucrarse muy personalmente complica, aunque de repente no se puede evitar, ya que una vez que uno ha hecho todo por el paciente y el resultado no es bueno, realmente se da una sensación de fracaso y una impotencia que complica.

Uno por hacer algunas cosas se pierde de otras, ¿siente que se perdió de cosas por estar en un servicio de urgencias?
—Yo hacía dobles turnos en la asistencia pública y en el tiempo libre hacía servicios domiciliarios. Entonces, de repente, pienso que hay una parte de la infancia menor de mis hijos que la vi poco, participé poco en eso. Afortunadamente, mi señora que es enfermera, entendía el tema, pero para algunos colegas eso ha sido motivo de quiebre

Sin colgar el delantal

En 1993, el doctor Ristori asume como director de la Posta Central. Ahí es cuando su rostro comienza a hacerse familiar a través de las vocerías, algo que, pese a la necesidad de información, no era común.

El médico cuenta que tomó la decisión de hacerlas, ya que “era testigo de que muchas veces la información salía, pero distorsionada, con diagnósticos errados y más alarmista de lo que era la realidad, y, además, porque estoy convencido de que el periodismo es una profesión que requiere que se lleve a cabo”.

Preferí que diéramos la información oficial (…) con los diagnósticos en un idioma que se entendiera, con una aproximación del pronóstico del paciente y señalando lo que esperábamos de eso porque varias veces vi decir chambonadas terribles. No fue difícil y creo que fue bien aceptado”, añade.

Durante un buen tiempo le tocó administrar pobreza, con largas esperas y pacientes internados en camillas por falta de recursos. Con los años, la Posta Central comenzó a dar el salto que la posicionó como el hospital de atención de urgencias de adulto de alta complejidad que es hoy.

El 1 de septiembre de 2006, después de 42 años en la institución y 13 años como director, se despidió de la Posta Central, pero no de la urgencia. Con la experiencia de haberlo visto todo, llegó a hacerse cargo de la urgencia de la clínica Indisa.

Usted dejó la Posta Central para llegar a la salud privada, ¿cuál es la diferencia que ve usted en estos dos mundos?
—Desde el punto de vista clínico, mucha diferencia no hay, ya que la medicina es sumamente democrática; lo que sí tenemos es un mejor acceso a recursos tecnológicos y a una resolución de problemas mucho más pronto.

¿Por qué usted después de haberlo visto todo quiso seguir en la urgencia?
—La urgencia me pareció siempre una especialidad muy atractiva (…). Yo dejé la asistencia pública, la dirección, voluntariamente, porque me pareció que era necesario un recambio de generación, como que yo ya estaba muy escuchado, muy visto, y me apreció que había que encantar de otra forma.

¿Qué hay más, frustraciones, penas o satisfacciones?
—Por lejos satisfacciones. Yo diría que el 95% de las cosas que nosotros vemos en urgencia nos dan la satisfacción; el ver a personas con su problema resulto y bien, tener un trabajo en equipo coordinado, incluso divertido.

“También uno se hace de amigos entrañables en ese trabajo y, por supuesto, salimos adelante y los enfermos lo agradecen. Lamentablemente, nuestro contacto con el paciente es corto, no logramos entablar un grado de amistad, pero sí, se van muy agradecidos“, añade.

¿Qué es lo que le ha enseñado de las personas el trabajo en urgencia?
—Nosotros aprendemos mucho a costa de la enfermedad de otros y yo creo que nuestros mejores profesores han sido los pacientes (…). También pienso que no está todo dicho, no sabemos todo, nunca vamos a saber todo, nunca hay que bajar la guardia. Siento que la medicina de urgencia va a ser siempre necesaria y espero que estemos siempre ahí disponibles. Es bonito, vale la pena.

Tags:

Deja tu comentario