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Ascanio Cavallo conoce a pocas personas que se llamen como él. Sospecha que su papá sacó la idea de un libro de Alejandro Dumas donde Ascanio era el príncipe y algo de eso heredó como hijo único, escuchando la historia de su abuelo italiano, que llegó como inmigrante, o de su madre, nacida en Capitán Pastene.

Él mismo se define como un niño solitario y un adolescente fugitivo. Estudió en colegio público, pero su madre se empecinó en que la secundaria tenía que ser en el mejor de los públicos, el Instituto Nacional, donde entró al segundo intento en plena Unidad Popular, por lo que el rigor que esperaba su madre fue a medias.

El día del golpe de Estado recuerda que había ido a clases hasta que fue evacuado. “Con un par de amigos decidimos ir a mirar lo que pasaba en La Moneda y vimos salir al presidente Allende por última vez, lo cual fue un momento muy fugaz, ya que después empezó la balacera y ahí era puro correr”, contó en CNN Íntimo.

Comenzó la dictadura, y contra toda lógica, Ascanio decidió matricularse en periodismo en la Universidad de Chile, sin imaginar que se convertiría en un riguroso narrador de la época que partía. Desde entonces, nunca ha dejado de reportear, conversar, preguntar, entrevistar, ya sea para un artículo o solo para entender.

Respecto al periodismo, confiesa que no fue su primera opción. “Yo no sabía lo que quería estudiar, pensé en estudiar cine, pero ese año justo se cerró la única escuela que había y me quede sin nada. Ahí me pregunté para qué sirvo o para qué era más útil, se me ocurrió que podía escribir y al final llegué a periodismo por descarte“.

¿Cómo fue estudiar en esos años?
Era una universidad intervenida militarmente. La Escuela de Periodismo, además, había sido un bastión del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) por lo que fue arrasada después del golpe, prácticamente refundada, y cuando nosotros llegamos era como un territorio nuevo, como si se hubiera construido recién.

Mis profesores eran funcionales al régimen, en general. Estaban muy poco comprometidos con los alumnos y fueron bastante hostiles con ellos y ellas en algunos casos”, señalan. Detalla que de ahí sacó “un par de profesores amigos y eso fue todo. No fue una pasada gloriosa por la universidad“.

Me imagino que eso de reportear, cuestionar e investigar no existía.
No, aunque la Chile tenía una tradición que era como una inercia y eso era el reporteo. Se decía que los de la Católica escribían bien, pero los de la Chile reporteaban y ese espíritu como que estaba metido en alguna parte y, por lo tanto, tú te dedicabas a eso. Se estaba muy concentrado en que la principal doctrina del oficio era el reporteo.

—¿Dónde partiste trabajando y cómo fueron esos años?
Hice práctica en la revista Hoy y ahí estaba el firmamento del periodismo chileno en esa época, toda la gente que podías admirar estaba en ese lugar. Esos años no eran fáciles. Sin embargo, cuando tú vives en esa situación de dictadura, vives en la normalidad porque esa era la normalidad, (…) no se sentía que hubiera algo particular.

De Hoy pasaste a La Época, una revista que duró 11 años, ¿era un diario doctrinario?
No, era un diario que, lamentablemente, le tocó el plebiscito del ’88. Digo lamentablemente, ya que eso nos obligó a tomar posición y nos convirtió, sin quererlo o pretenderlo, en el diario del “No”. Para nosotros era más importante el proyecto de hacer un diario tipo El País o Le Monde y eso suponía no envolverse tanto en la política.

Eso fue una desgracia, aunque otros lo ven como una epopeya. Para mí fue una desgracia, ya que costó mucho estabilizar el diario. Solamente después que pasó esto, la elección de Aylwin y todo eso, solo ahí pudimos empezar a ser un diario como el que habíamos querido al comienzo y ahí asumí yo la dirección”, agrega.

Tú nunca has creído en el periodismo militante.
Exacto. Actualmente, todos nos llamamos columnistas, pero yo siempre he pensado en mí como un cronista, un analista, y siempre buscando un poco de reporteo aunque sea, que es cada vez más difícil.

Revelando la historia oculta

A través de cientos de entrevistas y la recopilación de documentos, Ascanio ha reconstruido la memoria política del país de los últimos 50 años en libros rigurosamente investigados. Todo este trabajo, entre otras cosas, lo hicieron merecedor en el año 2021 del Premio Nacional de Periodismo.

Comenzaste a escribir estas historias ocultas, ya que dijiste que querías saldar una deuda con el periodismo al hacer esta investigación y estos libros, el cual el primero fue La historia oculta del régimen militar.
Eso fue una cosa bien pretenciosa, puesto que nosotros pensábamos que el periodismo había dejado de trabajar de verdad durante la época de Pinochet y que había que contar una historia que repusiera todos esos hechos omitidos. Aquello no es tan exacto, pero esa era como la pretensión.

En esta línea, reveló que existió una razón más “pedestre”: “La verdad es que el diario (La Época) tenía un problema con la circulación y necesitábamos un día subirla. Entonces, planeamos hacer esta serie, aunque en realidad nunca tuvimos un plan. El único plan debe haber sido un punteo de 20 capítulos y el libro tiene 53″.

—Era el año 88 u 89 cuando empiezan a escribirlo, por ende, todavía estaba la junta gobernando. En esos libros se empieza a ver que había fracturas adentro, ¿cómo se reporteaba eso, quien te abría la puerta?
La gente siempre habla. Nosotros pensábamos cuando empezamos que no íbamos a encontrar a nadie que nos hablara y fue al revés, cuando la gente se empezó a dar cuenta que era cronológica, nos llamaban para adelantarse y eso pasó con las personas más inesperadas del mundo. La lista de fuentes de eso, que es secreta, es tremenda.

—¿Qué te sorprendió de ese relato?
El ver que el régimen, que era percibido como una lámina de acero impenetrable, no era así. Tenía toda clase de fisuras y era un gobierno, al final, de coalición, aunque suene raro, donde había grupos de derecha que pensaban de distintas formas (…) y la misma junta no pensaba igual en todos los temas. Entonces, había muchas fracturas, pero si tú no te metías nunca lo sabías.

Por ejemplo, que Pinochet no quería a Jaime Guzmán.
Claro, todo el mundo suponía que eran uña y carne, pero no, todo lo contrario.

Tú documentaste una historia que este 2023 cumple 50 años, ¿cómo estás viviendo este 2023 al hacer la retrospectiva?, ¿qué significa llegar a los 50 años?
Hemos pasado demasiado tiempo en esto. Con todo lo duro que haya sido el periodo, no sé si se justifica que 50 años después sigamos pensando en lo mismo. (…) Esto ha sido una llaga, no lo entiendo muy bien por qué. (…) La persistencia de las ganas de recordar y de resucitar cosas es tan intensa.

—A 50 años, ¿es paradójico que sea Republicanos el partido más fuerte electoralmente y que la derecha tenga más de un 50-60%?
Es una paradoja simbólica, pero no creo que eso tenga mucho aterrizaje en la gente real porque la gente no está pensando -todos- en los 50 años del golpe. Hay que pensar que una mayoría del electorado ya nació después del golpe y muchos aún después de Pinochet.

¿Tú dirías que los republicanos son de extrema derecha?, ¿dónde los pones?, considerando que la Unión Demócrata Independiente (UDI) hoy se dice un partido de derecha.
Está donde mismo porque en gran medida republicanos es un desprendimiento de la UDI (…). Por ende, estimo que no es útil llamarlos extrema derecha. Son muy conservadores, gente que tiene un cierto rechazo hacia el mundo de la izquierda, pero en este caso lo que hizo crecer al partido no son sus militantes, sino que es la mayoría de la gente que está en contra de cosas circunstanciales como la delincuencia, la inflación y otras cosas parecidas, probablemente también con un cierto sentimiento de reflujo respecto de lo que había pasado en la Convención y desde el 18-O.

—Allende es un referente del presidente Gabriel Boric, ¿cómo puede el mandatario conmemorar estos 50 años en una situación que es muy distinta a la que él pensó que iba a estar?
Yo siempre pensé, desde el primer minuto, que a este Gobierno no le corresponde hablar de eso, que no tenían que hacer ningún gesto ni de conmemoración ni de nada, porque lo que pasó en los años de la Unidad Popular es muy complejo para la izquierda. (…) El fenómeno de la relación entre la Unidad Popular y Salvador Allende es una cosa muy difícil y muy difícil de entender también. (…) Yo digo, ¿cómo podemos conmemorar si no lo comprendemos?

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