Por Carlos Muñoz Saravia

La inteligencia artificial (IA) ha sido un tema de moda a lo largo de este año. Mucho se ha comentado acerca de las oportunidades que esta herramienta brinda en múltiples disciplinas, pero también ha terminado convirtiéndose en un motivo de alarma por las implicancias que puede acarrear su mal uso.

En el mundo de la auditoría financiera también está siendo una materia muy relevante, como lo demuestra el hecho de que algunas de las denominadas Big 4 (las cuatro grandes firmas que dominan el mercado de las auditorías financieras en Chile y a nivel global) hayan suscrito convenios para potenciar el uso de la IA en el negocio con empresas proveedoras de soluciones como Google y Microsoft.

Es un movimiento lógico, que en rigor deberían realizar todas las firmas independientes que prestan este servicio, sin importar su tamaño. Para dar contexto, la revisión de los activos y pasivos de una sociedad todavía es una tarea que se aborda en gran parte con el apoyo de Excel, llevado a cabo por numerosos profesionales especializados en esta materia.

El panorama descrito cambiará radicalmente con el uso de la IA. En la actualidad, muchas firmas han diversificado su oferta de servicios, pero aún mantienen áreas de contabilidad y auditoría financiera que contratan la mayor cantidad de capital humano (más del 50% de la dotación total, en varios casos). Sin embargo, con la aplicación de soluciones de IA, habrá posiciones laborales que dejarán de ser necesarias, reduciendo el número de profesionales destinados a labores rutinarias, los que se reenfocarán a labores de más análisis que aportan un más valor agregado.

Así las cosas, con el uso de IA las Big 4 podrán alcanzar mayores eficiencias y ganancias en productividad, y bajar sus precios.

Se trata de una gran oportunidad para las grandes auditoras, que hasta ahora se han restado de ofrecer sus servicios a cierto segmento de empresas porque no les resulta rentable hacerlo, dado que los costos actuales por concepto de “mano de obra” las obligan a establecer tarifas que esos clientes no pueden pagar. Recurren, entonces, a alternativas ubicadas en el llamado “second tier”, conformado por firmas más pequeñas, por lo general especializadas únicamente en auditorías financieras, con menores tarifas. Gracias a la IA, esos mismos clientes podrán ser atendidos por las Big 4, las cuales ofrecerán sus servicios con menos profesionales, pero más capacitados y un mayor valor agregado, significando en definitiva un mejor estándar de servicio.

Las auditoras del second tier deben reaccionar y evitar ese riesgo rápidamente, pues si no se ponen a tono invirtiendo en IA, su posición en el mercado, así como sus indicadores de eficiencia y sostenibilidad, se verán resentidos.

Si una situación así llegará a ocurrir, aumentaría la brecha que existe entre las llamadas Big 4 y el resto de las firmas del second tier, un gap que, recordemos, los reguladores de todo el mundo quieren reducir. Por eso es tan importante este tema para la industria.

Naturalmente, invertir en IA conlleva tener los recursos necesarios para hacerlo. No obstante, es una cuestión que requiere una visión corporativa que soslaye los costos asociados en pro de incorporar herramientas de trabajo que aseguren la viabilidad de la firma. Aquellas que aún no han comenzado a evolucionar en esa dirección, prontamente van a empezar a notar un importante efecto negativo en los ingresos y una importante pérdida de eficiencia en sus procesos.

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