Por Daniela Pérez

El cáncer gástrico, también conocido como cáncer de estómago, es actualmente la tercera causa de muerte por cáncer en Chile. Suele desarrollarse lentamente a lo largo de muchos años, por lo que es común que sea diagnosticado tardíamente.

Entre los factores de riesgo que propician su aparición se encuentran la genética, el tabaquismo, la alimentación y el sobrepeso u obesidad. Sin embargo, a ellos se suma uno relativamente desconocido para la población: las infecciones por Helicobacter pylori.

El H. pylori se puede contagiar de una persona a otra por contacto cercano, por ejemplo, al besarse, o a través de la comida. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, cerca de dos tercios de la población mundial tiene esta bacteria.

El cáncer gástrico no es una enfermedad infecciosa propiamente tal, pero sí se relaciona estrechamente con la presencia de esta bacteria, por lo que en 1994 la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró un agente cancerígeno de tipo 1.

Una persona que tiene este tipo de cáncer, que ocurre en general de los 50 años en adelante, probablemente adquirió el H. pylori varias décadas antes y pudo haber prevenido el desarrollo de esta patología erradicando la infección de forma oportuna.

En Japón, uno de los países con mayor prevalencia de cáncer gástrico, se realiza una estrategia de tamizaje y tratamiento en la que testean a buena parte de la población y quienes dan positivo a la bacteria son tratados, aunque no tengan síntomas.

Debido a la alta incidencia de esta enfermedad en Chile, un equipo de expertos del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICBM) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile decidió realizar un estudio que aporte evidencia sobre esta estrategia para nuestro país.

La importancia de actuar precozmente

El Dr. Miguel O’Ryan, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y académico del ICBM, explica a CNN Chile que el H. pylori “no es el único, pero es un factor muy decidor en que las personas puedan o no desarrollar cáncer gástrico”.

En una investigación realizada desde 2007 por el ICBM -en la que el Dr. O’Ryan también participó- se logró establecer que, al menos en el caso de Chile, el grueso de la población que contrae esta bacteria lo hace en los primeros años de vida.

“El cáncer ocurre entre los 40, 50 y 60 años para arriba, por lo que estaba la idea de que esta bacteria era un problema del adulto y no del niño, pero como hay otras infecciones que se adquieren precozmente y pueden derivar en alteraciones a nivel de adulto (…), empezamos en los 2000 con estudios en grupos de niños”, explica.

Tras recabar información sobre la presencia, persistencia y efectos de esta bacteria en niños y niñas, el equipo llegó a la conclusión de que “si la erradicamos precozmente, a lo mejor estaremos evitando que muchos de ellos lleguen a desarrollar procesos inflamatorios (que deriven en algún cáncer) a lo largo de la vida”, detalla el investigador.

Aquí es donde entra la estrategia japonesa, que es algo que ellos empezaron a hacer hace algunas décadas, pero en adultos jóvenes, en personas del orden de los 25, 30 años sin síntomas, que es la estrategia de tamizaje y tratamiento. Eso significa que se testea a gran parte de la población y los que son positivos se tratan, aunque no tengan síntomas”, añade.

Según el Dr. O’Ryan, el problema con la estrategia japonesa es que en muchos casos “se llega tarde”. Por eso, los expertos chilenos hicieron un estudio piloto en cerca de 60 niños -30 tratados y 30 no tratados-, donde demostraron que se podía erradicar la bacteria con tratamiento de antibiótico, y la reinfección, al menos luego de dos o tres años de seguimiento, era cercana a un 10%, es decir, cerca del 90% seguía sin reinfección.

Estos promisorios resultados dieron pie a un estudio mayor, en el que especialistas del ICBM, en colaboración con investigadores de las universidades de La Frontera y de Aysén, simularán la estrategia de “tamizaje y tratamiento” para aportar evidencia sobre la efectividad y seguridad de la erradicación del Helicobacter pylori en jóvenes sanos.

“Un estudio único”

El estudio clínico, todavía en fase de enrolamiento, se realizará en las regiones Metropolitana, de La Araucanía y Aysén. El objetivo es reclutar a mil jóvenes de entre 14 y 16 años: 100 serán tratados con antibióticos por dos semanas y los resultados se evaluarán en comparación a un segundo grupo de control, también de cien individuos no tratados.

Los investigadores seguirán a los grupos “para ver varias cosas, tales como si tienen síntomas o no, es decir, si la bacteria está teniendo alguna manifestación clínica evidente, y si eso varía con el tratamiento en el tiempo”. También analizarán si están causando problemas de incremento de resistencia microbiana al suministrar altas dosis de antibiótico.

“Parte del estudio es ver si el uso de antibióticos tiene un impacto en otras bacterias que están en el cuerpo, en cuanto a generación potencial de resistencia, y el otro punto es el tema de la microbiota, es decir, ver si estos tratamientos antibióticos no vayan a ser que alteren la microbiota de las personas y si esa alteración es transitoria o persistente”, detalla el Dr. O’Ryan.

¿Qué sucede si hay reinfección?
—De todas formas, uno podría decir que se le da al estómago, por ejemplo, 15 años libres de bacterias, que son 15 años libres de transformaciones celulares. Se estaría dando mayor posibilidad de periodos libres de riesgo, esto en personas que tienen otro tipo de predisposiciones que se suman a la presencia de H. pylori para que desarrollen cáncer.

En esta línea, el investigador recalca que la idea es que “si nosotros logramos reducir de forma significativa la presencia de H. pylori, estas personas, aunque tengan otros factores de riesgo, su posibilidad de desarrollar cáncer gástrico va a disminuir en forma muy significativa, ya que el principal factor desencadenante es esta infección”.

¿Cuáles han sido los principales desafíos del estudio hasta ahora?
—La idea es invitar a cerca de mil jóvenes, por lo que pensamos que la mejor forma es hacerlo a través de colegios, pero lo que hemos visto post pandemia es que hay más desconfianza, cuesta más que la gente participe. Ha sido más difícil de lo que esperábamos, no han bastado los colegios que teníamos al inicio, mucha gente dice que no.

Frente a este escenario, el experto afirma que el periodo de enrolamiento se va a alargar probablemente otros meses: “Estamos en el segundo año de un estudio de cuatro años, así que todavía estamos a tiempo para completar el enrolamiento este año y seguir a los niños tratados y no tratados, al menos, dos años, para ver qué pasa con todas las variables”.

En este sentido, destaca la importancia de generar confianza y de que la población “vaya sintiendo que participar en esto es bueno, útil y va a ser útil para ellos también porque van a saber si tienen o no esta bacteria, y no es para asustarlos ni mucho menos, pero es para decirle ‘usted tiene esta bacteria, no se asuste, mucha gente lo tiene y nosotros queremos ver si erradicarlo es o no es provechoso, y lo vamos a acompañar por dos años, ya sea reciba o no el tratamiento y si, al cabo de dos años, este estudio junto a otros concluye que sí hay que erradicarlo, le vamos a ofrecer tratamiento’”.

Es un estudio bastante único, no hay una investigación de este nivel de envergadura, hasta donde sabemos, que se esté desarrollando. Va a dar información relevante, por lo menos para avanzar”, cerró.

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