ARCHIVO / AGENCIA UNO

Como una “anacrónica resaca”, pero que proveen ingresos estables para inmigrantes que no pueden trabajar en otro lugar, calificó The Guardian a los cafés con piernas chilenos que están ubicados en Santiago.

El medio inglés publicó este martes un reportaje sobre la realidad de estos locales de la capital, indicando que “parecen retrocesos peculiares a días más sexistas”.

En un periodo que ha estado marcado por una nueva ola de feminismo, con un movimiento de mujeres que permanece influyendo en la política nacional y local, y con un presidente de la República que se comprometió a poner la equidad de género en el centro de su gobierno, “regular el funcionamiento de los cafés ha sido durante mucho tiempo un dolor de cabeza para la capital chilena”, sostiene el artículo.

Incluso, recuerdan que “en medio de denuncias de prostitución y acoso laboral en la década de 2000, sucesivos alcaldes ordenaron que los cafés estuvieran abiertos exclusivamente durante el día, prohibieron la venta de alcohol y exigieron que se polarizaran los vidrios”.

La alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, comentó al medio citado a través de un comunicado que su administración “no está en contra de que las mujeres trabajen en estas cafeterías, siempre que esto implique un contrato justo y legal en un establecimiento autorizado”.

De hecho, precisó que, como administración municipal, “no queremos estigmatizar a las mujeres que buscan trabajo para sobrevivir. Pero nos interesa garantizar su seguridad”.

El reportaje también da cuenta -con testimonio- de la realidad de maltrato que sufren algunas camareras en su trabajo. “A veces los hombres son groseros con nosotros y malinterpretan qué son estos lugares; esperan algo más”, relata Mandy.

Historia

Junto con mencionar que estos locales “forman parte de una curiosa y anacrónica resaca de los años ochenta”, el medio relata brevemente la historia de estos locales: “Se remontan a 1982, cuando una cadena de café ítalo-estadounidense, Café Haití, anunció un nuevo código de vestimenta para sus camareras, que vestían vestidos reveladores y tacones de aguja”.

“Tres años más tarde, El Barón Rojo abrió sus puertas frente al Teatro Municipal del siglo XIX de Santiago, presentando su infame ‘minuto millonario’ –60 segundos de servicio de mesa en toples”, añade.

La opinión estaba dividida, pero con la sociedad chilena aun tambaleándose por la dictadura represiva del general Augusto Pinochet, algunos empresarios pensaron que la oportunidad era demasiado buena para perderla”, continuó.

Finalmente, el medio indicó que pese a todo, los clientes de estos locales siguen existiendo, por lo que “parece poco probable que la tradición desaparezca pronto”.

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