Por Juan de Dios Valdivieso
Agencia UNO

El acuerdo constitucional es una urgencia absoluta para una sociedad que no aguanta más sobresaltos ni extravagancias de su clase política. Hace tres años Chile estalló, hace dos años aprobó con contundencia un proceso constituyente, y hace tres meses rechazó con ahínco el fruto de ese proceso descarriado. Son los sobresaltos propios de una sociedad que desechó el consenso de la transición, y aún no da con el que lo reemplace y que saque a Chile de la parálisis en que está.

Gonzalo Vial describe la historia y la idiosincrasia chilena reconociendo los consensos clave de cada etapa. Siguiendo su método, en el momento actual podríamos ver el agotamiento del consenso de la transición y la búsqueda de uno nuevo. Los consensos, según el autor, son ese proyecto común que hace avanzar a los países. Su ausencia, por el contrario, los paraliza. ¿No es exactamente eso —el consenso— lo que nos está faltando con urgencia para el nuevo ciclo político?

El acuerdo recién firmado, aunque tiene mucho trecho por recorrer, es un primer paso para avanzar en esta línea, porque luego de tres años de sobresaltos, extravagancias y vaivenes, viene a poner calma y tiza: el camino no será ni el inmovilismo ciego de aferrarse al artículo 142, ni la porfía refundacional que desoye el mensaje más claro que jamás hayan dado los chilenos y chilenas.

Como en la mayoría de los acuerdos, ninguno de los negociadores lo gana ni lo pierde todo; pero ese resultado consensuado, por ser juzgado como mal menor desde los distintos polos, entonces termina encaminándonos al tan deseado bien común. El consenso es realista, a diferencia de las utopías o los fanatismos, por eso Vial nos recuerda que el consenso y la ideología se repelen. Este análisis nos permite someter a una “prueba del realismo” a quienes, oponiéndose al acuerdo, plantean alternativas a sus ojos óptimas, pero que carecen de viabilidad real.

En definitiva, con este acuerdo gana Chile. Con él se ve posible un entendimiento para revalidar la política y enfrentar de buena manera este cambio de ciclo histórico. El clivaje del sí y el no que comenzó el 89 y marcó la vida política de la transición, quedó definitivamente atrás. Y la buena constitución que esperamos escriba el nuevo Consejo Constitucional, con los resguardos y límites acordados, será el símbolo del consenso que nos sacará de la parálisis, rehabilitará a las instituciones y encauzará a Chile, en un nuevo ciclo histórico, por la vía del desarrollo humano integral.

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