Por Paulina Vodanovic
AGENCIA UNO

El desafío electoral que supone la segunda vuelta de las elecciones presidenciales suele provocar que los comandos y equipos programáticos se refuercen con la integración de nuevas figuras, que aporten un aire fresco y nuevos puntos de vista a la campaña presidencial, con la esperanza de encantar a los apáticos, convencer a los dudosos y renovar el espíritu de los convencidos.

Es en este movimiento de nombres -y en respuesta a la incorporación de Izkia Siches a la campaña de Gabriel Boric- que el candidato de la extrema derecha nacional ha reclutado a la Subsecretaria de Salud Pública Paula Daza, quien -a diferencia del ministro de la misma cartera- ha destacado por su innegable habilidad comunicacional y credibilidad en relación a la estrategia de prevención contra el COVID-19.

Paula Daza ha sido una buena subsecretaria, y es reconocida y valorada como tal por la ciudadanía. Por ello, sin lugar a dudas, es una figura que cualquier candidato oficialista quisiera tener a su lado.

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Para ello, la subsecretaria ha solicitado a Sebastián Piñera un “permiso sin goce de sueldo”, es decir, la suspensión de su función al servicio de todos los chilenos y chilenas para ir a servir a un fin ideológico. No es materia de esta columna la legalidad de aquello, que será resuelto por Contraloría ponderando el deber de no participar en política partidista que se le impone a los cargos de exclusiva confianza del Presidente de la República.

Recordemos al respecto que ministros de este gobierno saliente ya han sido declarados en incumplimiento de dicha prohibición, tanto por sus dichos, como por haber dedicado recursos, horas de trabajo y oficinas públicas a campañas políticas.

Se extraña en la hasta hace unos días comedida subsecretaria, la noción de Estado, la idea de República detrás de la incorporación a una campaña.

¿Es válido para ella sumarse a la campaña del candidato que apoya? Evidentemente. Pero existen formas para ello, repetidas por ministros y subsecretarios desde el retorno a la democracia: renunciar al cargo, dejando de lado todo conflicto de interés, sin ser al mismo tiempo autoridad y activista ideológica. Porque no cerremos los ojos a lo evidente: ella seguirá recibiendo llamadas desde la subsecretaría, recibiendo información y tomando decisiones, aunque los instrumentos jurídicos en que ellas se materialicen sean firmados por otros personeros.

Lo preocupante, además, es que esta puerta giratoria de Paula Daza devenida en vocera política, daña lo que la subsecretaria Paula Daza ha dedicado meses a construir: un sistema de prevención del COVID-19 que ha dado resultados, evitando hasta ahora el surgimiento de grandes rebrotes.

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Con este “permiso sin goce de sueldo”, ella compartirá mesa, micrófono y banderas con personas que han intentado desacreditar por todos los medios posibles las medidas de prevención que se han adoptado: la declaración de alerta sanitaria, el establecimiento de cuarentenas, y por supuesto, el proceso de vacunación del que se vanagloria este gobierno.

¿A quién deberán creerle nuestras familias? ¿A la subsecretaria que destacaba por su empatía y facilidad para comunicar medidas de prevención o a la vocera del candidato que hablaba de una “Dictadura Sanitaria”? El daño a la comunicación de riesgo en materia de salud puede ser irreversible, y ante el surgimiento de una nueva variante del COVID-19, el costo lo pagarán, una vez más, nuestras familias.

Finalmente, este baile de máscaras al que ha decidido sumarse Paula Daza sólo demuestra el profundo desprecio por los controles más básicos de probidad que ha venido exhibiendo este gobierno, y -que todo indica- serán continuados por el candidato al que ahora apoya.

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