Por Matías Reeves
AGENCIA UNO

El liderazgo directivo desempeña un papel fundamental en la calidad de la educación, como señalan diversos estudios e investigaciones a nivel mundial, es dentro de las variables intra escuela, el segundo factor que más influye en la mejora de los aprendizajes de los estudiantes, explicando un 25% de estos. Esta afirmación resalta la importancia de contar con líderes educativos efectivos para garantizar un rendimiento académico sólido y una enseñanza de calidad.

Un ejemplo destacado de éxito en el fortalecimiento del liderazgo escolar se encuentra en Finlandia. Según Andy Hargreaves, académico y autor especializado en educación, en ese país, se ha desarrollado una comunidad de aprendizaje en la que los directores y directoras tienen un papel clave en la toma de decisiones pedagógicas y en la implementación de estrategias de mejora continua. Este enfoque integral del liderazgo escolar ha contribuido a los excelentes resultados educativos que ha alcanzado el país.

En Singapur, por otro lado, se ha implementado un sistema de desarrollo profesional para directores que combina formación académica, experiencia práctica y mentoría. Según el profesor David Hopkins, experto en políticas educativas, este enfoque ha demostrado ser efectivo para fortalecer las capacidades de liderazgo y promover la mejora escolar sostenible.

En nuestro país, en tanto, y específicamente desde Educación 2020, llevamos alrededor de una década relevando e impulsando el rol de las y los directores y equipos directivos en la mejora educativa. Nuestro primer proyecto en escuelas, el que dio paso a un contundente enfoque de trabajo para el desarrollo de innovación educativa en cientos de establecimientos a lo largo del país y en Centroamérica, estuvo centrado en el acompañamiento a grandes líderes educativos. En esa época, nuestro objetivo era lograr que las y los directores escolares fueran concursados ya que llevábamos décadas con directores nombrados a dedo. Y como país lo conseguimos: en 2011 se hizo realidad la ley 20.501, que mandata a la concursabilidad de directores y directoras por el sistema de Alta Dirección Pública. Desde entonces, ha habido más de siete mil concursos y el proceso de profesionalización ha traído muy buenos resultados en disminuir la rotación docente, aumentar la matrícula, e incluso disminuir la brecha de calificaciones en un 10% entre establecimientos públicos y privados, según un estudio del año 2020 de la Universidad de Chile y el Instituto Milenio.

Importantes pasos, pero todavía insuficientes.

Por otro lado, y como en todas las campañas presidenciales, desde nuestra fundación presentamos los principales desafíos en educación. Para el período del presidente Boric establecimos “5 prioridades en educación para el nuevo gobierno (2022-2026)”, de las cuales una llamamos: “Liderazgo para la mejora sistémica: la urgencia de una carrera directiva“; con un desafío claro: priorizar el liderazgo directivo, a través de un sistema de desarrollo profesional directivo en etapas, con mayor foco en su rol pedagógico, formación específica e incentivos salariales.

La buena noticia es que actualmente el Mineduc, a través del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP), ha comenzado un trabajo prelegislativo para presentar próximamente el “Sistema de Desarrollo de Trayectorias Directivas” para directivos de escuelas, con el objetivo de fortalecer su labor y promover mejoras significativas en el ámbito educativo.

Este esfuerzo cobra especial relevancia tras siete años desde la promulgación de la Ley 20.903 que creó el Sistema de Desarrollo Profesional Docente, un significativo avance para el país, y que, dada su experiencia, empuja a la necesidad de otorgar un enfoque integral a esta nueva iniciativa y resolver algunas inquietudes y expectativas. En esta línea, hace algunas semanas, en conjunto con UNICEF y el Programa de Liderazgo Educativo de la Universidad Diego Portales, organizamos un conversatorio con miembros de comunidades educativas, la academia, organismos públicos y sociedad civil. A continuación, algunos de los elementos que se valoran y otros que preocupan.

Lo primero es destacar que se esté haciendo un proceso de consulta y reflexión colectiva con la sociedad civil, directores, sostenedores, el Servicio Civil, la academia, entre otros. Por lo mismo, es comprensible la preocupación de que el proyecto pueda sufrir contratiempos, pero no nos podemos permitir la falta de acuerdos, como ha sucedido en el pasado.

Es alentador que se busque potenciar el trabajo del equipo directivo en su conjunto, no solo del director o directora. Sin embargo, es necesario abordar la preocupación sobre cómo se llevará a cabo este trabajo colaborativo si no se reducen las horas lectivas y la carga administrativa. Sobre este punto, será muy importante la comunicación y participación de las comunidades educativas para asegurar el éxito del proyecto.

Es positivo que tenga un enfoque integral más allá de incentivos económicos y remuneraciones, porque el liderazgo debe abarcar una visión más amplia y holística de la mejora educativa. Asimismo, la política debe reconocer que las trayectorias directivas y docentes tienen características comunes y sus propias particularidades, lo que requiere identificar los puntos de intersección para su articulación y que a la vez promueva el desarrollo de competencias específicas para cada cargo.

Un desafío relevante de abordar será atraer a los mejores directivos a los establecimientos que más los necesitan: es importante considerar incentivos atractivos, como programas de formación continua, oportunidades de desarrollo profesional y reconocimiento por el trabajo en contextos desafiantes, y por cierto, garantizar condiciones laborales adecuadas y un entorno propicio para el liderazgo efectivo.

Se valora, además, la visión de trayectoria y no como “carrera”. Esto implica que el desarrollo profesional debe ser continuo y brindar oportunidades de aprendizaje y crecimiento a lo largo del tiempo, pero sin una visión lineal. No se trata simplemente de ascender en una jerarquía, sino de adquirir y desarrollar habilidades a lo largo del tiempo. Pero por otra parte, es necesario considerar las distintas modalidades educativas, por ejemplo los establecimientos particulares subvencionados y la educación parvularia presentan lógicas diferentes. La diversidad de realidades requiere una adaptación del sistema, considerando las particularidades de cada tipo de establecimiento, sin perder de vista el objetivo común de mejorar la calidad educativa en todos los niveles.

Por último, surge con fuerza la articulación con la Nueva Educación Pública, esto incluye la provisión de recursos, infraestructura adecuada, apoyo en la gestión administrativa y la definición clara del rol de sostenedores y miembros del nivel intermedio.

El liderazgo directivo desempeña un papel central en la mejora educativa y, por ende, en el devenir del país, más aún en momentos en que la reactivación educativa es una prioridad consensuada por todos los sectores; los directores y directoras son claves para avanzar en este desafío de largo aliento. En Chile, el desarrollo de un sistema profesional para directivos de escuelas, es un paso fundamental y urgente hacia la construcción de una educación de calidad. Ya se han perdido muchos años sin que se logre un consenso para que el país cuente con esta importante política, y si bien el gobierno actual ha manifestado que empujará esta iniciativa, no figura, hasta ahora, entre las prioridades legislativas para este año.

Sin embargo, esperamos que esta iniciativa vea prontamente la luz, y desde nuestro rol en la sociedad civil nos ponemos a disposición desde ya para avanzar en esta materia. No dejemos pasar esta oportunidad, no están los tiempos para seguir dilatando los cambios que la educación de nuestro país necesita.

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