Por Matías Reeves
Agencia Uno.

Desde hace años el debate público en torno a la educación ha estado marcado por las disputas de la clase políticas, siendo los principales afectados los estudiantes y las familias; el país completo. Pero quienes trabajamos en educación sabemos que hay muchos temas en que hay evidencia demostrada y criterios racionales para ofrecer una agenda de consenso de largo plazo para una mejora sustantiva en el sistema educacional.

Ya antes de la pandemia se sabía que era necesaria una profunda transformación a cómo está estructurado el sistema educacional, ya que ha estado anquilosado en prácticas y mecanismos centenarios de trabajo que no han sido capaces de ajustarse a los avances que la sociedad ha ido alcanzando y, en consecuencia, a las necesidades del mundo laboral y de desarrollo personal de quien vive en el siglo XXI. Se sabe hace mucho tiempo que urge un rediseño institucional de regulación e incentivos a nivel del sistema y mucha innovación a nivel escuela.

Se abre un nuevo ciclo para la política educativa. Tras el cambio de liderazgo en el Ministerio de Educación, cabe preguntarse dónde estarán los énfasis y prioridades que el nuevo ministro intentará llevar adelante. Por ello, considero que una agenda inmediata de política educativa debería contemplar, a lo menos, las siguientes prioridades:

  • Recuperar a los más de 250 mil estudiantes que fueron excluidos del sistema educativo durante los últimos años. Para esto, necesitamos redoblar el esfuerzo país de entidades públicas y privadas, familias, organizaciones sociales y territoriales. El imperativo es que los niños, niñas y adolescentes vuelvan a la sala de clases.
  • Cerrar la brecha de aprendizajes y transformar experiencias educativas. Los resultados SIMCE son claros, hay aprendizajes esenciales en lectoescritura y matemática que no se lograron tanto en educación básica como media. Pero no se debe pensar que ello es fruto de la pandemia, ya que la evidencia muestra que es un tema histórico que no ha tenido la urgencia necesaria. Cerrar esa brecha es urgente.
  • Reinstalar el liderazgo directivo como pilar del sistema educativo. La reinserción escolar, recuperación de aprendizajes y transformación educativa se sustentan en el rol que cumplen directoras, directores y equipos directivos en las escuelas y liceos del país. La creación de un Sistema de Desarrollo de Trayectorias Directivas es una deuda pendiente y un vehículo para fortalecer la autonomía escolar y promover el mejoramiento y aseguramiento de la calidad
  • Implementar exitosamente el Nuevo Sistema de Educación Pública, adoptando las mejoras y ajustes que sean necesarios. Para que así, se recupere la confianza de las familias en esta modalidad de educación. La implementación de esta ley, debe ser una prioridad país que concite esfuerzos y compromisos transversales.
  • Retomar los esfuerzos en primera infancia, dándole continuidad con fuerza a políticas de aumento de cobertura, flexibilidad y calidad
  • Promover y fortalecer la educación técnico profesional con foco en la equidad de género y en la construcción de trayectorias formativo-laborales de alto valor para los estudiantes, tarea conjunta a realizarse entre instituciones educativas y el sector productivo.

De acuerdo al SIMCE 2022, solo el 47% de los estudiantes de enseñanza media declara que le gusta estudiar, el 31% se siente discriminado por su personalidad y el 53% tiene un nivel insuficiente en los estándares de aprendizaje de lectura. Estas cifras deben movilizarnos y hacer de la educación la principal prioridad nacional.

Junto a muchas otras organizaciones de la sociedad civil, Educación 2020 lleva 15 años dedicada a promover mejoras en la educación chilena. Por ello, desde mi rol como presidente del directorio de esta fundación, hago un llamado transversal a todos los sectores e instituciones a ponernos detrás de una agenda común que aborde el desafío más allá de la urgencia y recuperación, para dar impulso a la transformación real de la educación.

Nuestro trabajo día a día con comunidades escolares a lo largo de Chile y en contextos de alta vulnerabilidad nos evidencian que los temas antes mencionados son una oportunidad de retomar una agenda pendiente y urgente.

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