Por María Asunción Poblete
Agencia UNO

Domingo, 16 de mayo de 2021. El abogado franteamplista Daniel Stingo, primera mayoría nacional, intervenía en un programa televisivo con una frase que resuena hasta el presente: “Los grandes acuerdos los vamos a poner nosotros, los demás tendrán que sumarse (…) ustedes no pueden imponer nada a la ciudadanía porque ustedes perdieron”. Ha pasado mucha agua bajo ese puente, y la noche del domingo recién pasado representa la antítesis de aquella oscura noche pandémica. Las derechas, encabezadas por el Partido Republicano, lograron hacerse de 34 de los 51 escaños del Consejo. Para descifrar la situación actual conviene volver a mirar el (largo) proceso constituyente que hemos vivido y sacar de él algunas lecciones.

Desde una perspectiva puramente numérica o electoral, hay claros ganadores y perdedores en los comicios del domingo. Sin embargo, desde una mirada más amplia, todavía no se ha ganado nada: hoy jugamos el alargue de un partido que fue un desastre. La farra de la Convención ya horadó gran parte de la confianza sobre si un proceso constituyente puede ofrecer una salida a nuestra crisis política. Para dar vuelta el juego se requiere la mayor seriedad y prudencia posibles, que difícilmente se alcanzarán con las bancadas exaltando a las barras bravas. Pero dejando de lado las analogías futboleras, el Partido Republicano debe saber administrar el gran resultado conseguido. El Consejo se viene cuesta arriba, por lo que deben entender que está en sus manos ser mejores que sus antecesores. Los vencedores de ayer hoy lloran sus derrotas, y el PR corre ese riesgo de cara a las próximas municipales y presidenciales si acaban este proceso con la misma fama con que terminaron convencionales del proceso anterior. A la inversa, si logran dotar de conducción y gobernabilidad al Consejo, no solo derribarán los fantasmas que con mayor o menor justicia los rodean, sino que además quedarán en una posición muy expectante de cara al ciclo político que se avecina.

Nada de esto está asegurado. La elección del pasado domingo tuvo mucho de juicio al gobierno, una expresión del descontento ante la crisis de seguridad, las volteretas, los gustitos ideológicos y la improvisación. Sin duda, las fuerzas de oposición han sabido capitalizar bien este escenario, pero ya sabemos que eso no es suficiente para construir alternativas sólidas que nos permitan salir de la crisis multidimensional que vivimos. En ese contexto, el moralismo y la retórica confrontacional implícitos en el eslogan “Sólo queda Republicanos” poco ayudan en un proceso cuyo cometido es entregar a la ciudadanía un nuevo pacto político y norma fundamental que traiga paz y estabilidad durante las siguientes décadas. Pueden ser efectivos a corto plazo para atraer a los votantes, pero no son sostenibles en el tiempo. Por mencionar un caso, en cuanto a sus golpes a Chile Seguro, hemos visto cómo la crítica destemplada a la Concertación a la larga ha afectado al presidente Boric. Es de esperar que el tono conciliador que primó en las declaraciones del indiscutido ganador de la noche, Luis Silva, y de otros líderes republicanos, sean ejemplos de la actitud que tomarán en el Consejo.

El caso de Chile Seguro también merece especial atención. A pesar de verse bastante disminuido, no es tan simple como tomarlos por derrotados. No por ahora, al menos. Sin duda el sector cometió errores imperdonables siendo oficialismo, y hoy está pagando por ellos. Sin embargo, como oposición durante la administración actual de Gabriel Boric y también en la campaña del Rechazo, muchos de sus líderes se han jugado su capital político por respaldar opciones sensatas y constructivas, empresa difícil en el momento actual. Si el norte de la centroderecha consiste en construir una identidad y un proyecto político serio y viable para el Chile que viene, lo que implica asumir costos, entonces no está todo perdido.

La centroizquierda, por su parte, vive un momento dramático. Les paso la cuenta la claudicación de su propio proyecto político, que se selló con el apoyo institucional de sus partidos al Apruebo. Las fuerzas de izquierda en el Consejo quedaron totalmente concentradas en el pacto Unidad para Chile, en el que destaca la elección de un fundador de la CAM, dos PC, y variedades de frenteamplistas, que también pueden contribuir a minar nuevamente el proceso.

Sin pretender restarle importancia a estas elecciones, cabe recordar que estas no son las parlamentarias o las municipales. La labor de los consejeros es acotada y tiene un objeto principal: entregar un proyecto de constitución para Chile que esta vez logre sí cerrar con éxito esta álgida discusión. Pues, al fin y al cabo, las fuerzas políticas “ganadoras” serán juzgadas de acuerdo con el cumplimiento de ese cometido, por lo que es crucial atender las lecciones que ha dejado el proceso constituyente durante los últimos años. Si el Partido Republicano consigue pasar del diagnóstico a la acción y de la protesta a la propuesta constructiva, ahí tendrá una real victoria. Una victoria que, inesperadamente, podría llevar a los herederos de Jaime Guzmán a cerrar el largo debate constitucional.

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