Por Loreto Stambuk
Agencia Uno

Al nacer, un bebé que llora nos indica que todo salió bien. Pero cómo esté la calidad de ese aire que inhala, poco o nada se cuestiona.

Yo tampoco me lo cuestioné el 9 de agosto del 2013, día que nació mi última hija. Ahora reviso los datos de esa fecha y me percato que nació en plena preemergencia ambiental, con un aire con concentraciones de partículas suspendidas de 116 mg/m3 o sea 7 veces más de lo que nos recomienda la Organización Mundial de la Salud para proteger la salud de las personas. Con todos los retos que enfrentan los niños y niñas durante su vida, el aire que respiran no debiera sumarse a ellos.

En 2020, la mala calidad de aire causó la muerte prematura de casi medio millón de bebés en su primer año de vida, la mayoría en países latinoamericanos. Porque en países de ingreso medio a bajo, no hay casi lugar que se mida que cumpla con el nivel de contaminación recomendado.

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Lo peor es que esa mala calidad de aire afecta al niño o niña desde el vientre de su madre y será más susceptible a tener infecciones respiratorias y neumonía, pero también a tener peor rendimiento escolar. Esto porque los bebés, además de los niños y niñas son especialmente sensibles a la contaminación del aire por tener sus órganos desarrollándose y por tener mayor ingesta de aire por peso corporal.

Varias medidas se han implementado y es verdad que los planes de descontaminación han funcionado en reducir la contaminación, pero el foco ha sido más bien centralista. Se pasó de las micros antiguas a las amarillas, luego a las del Transantiago y hoy vemos aparecer poco a poco buses eléctricos cero emisión.

Se comenzó prohibiendo las chimeneas abiertas y hoy la restricción es a todas las estufas a leña en el gran Santiago.  Se logró reducir la contaminación en 70% desde el retorno a la democracia. Sin embargo, en el sur de Chile, que respira aire mucho peor, se partió más tarde, por lo que los avances han sido más lentos que en el centro del país. Entre Rancagua y Coyhaique se ha reducido la contaminación entre 25 a 49% desde el 2013, focalizando los esfuerzos en la leña contaminante, donde se incentivó el recambio de estufas y reacondicionamiento térmico.

Las medidas permitieron bajar las consultas de urgencia por enfermedades respiratorias en 460 mil casos al año entre 2013 al 2019, y la mayoría de esas reducciones fueron niños entre a 0 y 4 años. Los infantes fueron los primeros en respirar mejor.

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A pesar de los avances, las ciudades siguen teniendo un aire intolerable. Casi la mitad de los días de invierno son preemergencia o emergencia ambiental en ciudades como Valdivia, Temuco, Osorno, o Coyhaique.

¿Cómo garantizamos como sociedad que ese aire que llena los pulmones de los más pequeños y pequeñas no los dañe en su desarrollo presente y futuro?

Horizonte Ciudadano y el Centro de Acción Climática de la PUCV han estado impulsando un trabajo comunitario y colaborativo bajo la premisa que la descontaminación empieza por medir. Desde el 2020, el proyecto Aires Nuevos para la Primera Infancia ha venido cambiando la mirada de la contaminación poniéndole un rostro: el de la niñez. Quienes se exponen a niveles de contaminación que no necesariamente mide la estación de monitoreo oficial o que llanamente no tiene estación que mida el aire que respiran.

Partimos expandiendo las mediciones en Chile a jardines infantiles y escuelas para conocer la calidad del aire a los que estaban expuestos los infantes, instalando sensores de bajo costo en escala comunitaria. Medimos el aire en lugares como Huasco, Punta Choro, La Calera, Los Andes, Villa Alemana, Limache, LlayLlay, Catemu, Quilpué, Quillota, Concón, Viña del Mar, Valparaíso, Casablanca, Placilla (V región), La Pintana, Lo Barnechea, Peñalolén, Renca, El Bosque, San Bernardo, Placilla (VI región), Hualpén, Coronel y Coyhaique. Luego seguimos en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, General Pico, Rafaela, Montevideo, Sao Paulo (Diadema), Río de Janeiro, Lima, Quito, Bogotá, Medellín, Caldas, Girardota y Monterrey.

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A la fecha tenemos un total de 118 monitores operando en esas localidades, con datos abiertos, disponibles para ser consultados en tiempo real. Así hemos permitido aumentar en un 50% la capacidad de medición en Latinoamérica e ir cerrando las brechas de medición. Esto ha permitido que la ciudadanía esté informada de lo que respira, haciendo real uno de los ejes que promueve el Acuerdo de Escazú.

Pero Aires Nuevos mide para actuar. Para catalizar la acción y la gobernanza del aire, se promueve un trabajo colaborativo entre los gobiernos locales y las universidades asociadas a cada localidad para diseñar planes de acción de mitigación que permitan bajar esa exposición. Ya sea con medidas como pedirles a los furgones escolares que apaguen motores al estar detenidos, o bien establecer zonas de baja emisión para sacar vehículos contaminantes en áreas circundantes al jardín y promover calles escolares para una movilidad activa de los estudiantes.

Este trabajo mancomunado entre la academia, gobiernos locales y la sociedad civil ha permitido el diálogo entre el mundo de la investigación y el mundo de las soluciones locales, permitiendo aportar a la reflexión en torno a la relevancia de la temática climática, a enriquecer las posibilidades de encontrarnos en este espacio y defender los intereses de los niños y niñas y sus ciudadanos en su totalidad.

Este monitoreo localizado de Aires Nuevos permite la vigilancia permanente de la calidad de aire, y asegura la participación a través del acceso a la información. El conocimiento generado en la medición y el trabajo colaborativo asienta las bases para elaborar y aplicar políticas climáticas.

Lograr que esas políticas realmente protejan el derecho al aire limpio, implica tener un liderazgo por parte del Estado. La garantía estatal debe evitar la violación de este derecho a través de acciones de sus propios agentes y órganos (derecho de respeto) y proteger intereses y derechos de la población y de los infantes frente a los actores contaminantes (efecto indirecto y horizontal de las obligaciones de los Estados en materia de derechos humanos).

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El pasado sábado 7 de mayo en la sesión 98ª del Pleno en la Convención Constitucional en la Comisión sobre Medio Ambiente, Derechos de la Naturaleza, Bienes Naturales Comunes y Modelo Económico. Se votó por el Artículo 49 que establece que “todas las personas tienen el derecho al aire limpio durante todo el ciclo de vida, en la forma que determine la ley”.

La OMS determina por sus recomendaciones lo que es el aire limpio. Sólo una ciudad en todo Chile cumple esa recomendación, Punta Arenas. Hemos comprometido ser carbono neutros al 2050, pero no tenemos compromiso alguno para tener aire limpio. Es el momento de ponernos al día.

Con esta votación se abre la puerta para que exista una garantía constitucional al derecho a respirar aire limpio como uno de los componentes fundamentales del derecho humano a un medio ambiente sano. Así todas las medidas de descontaminación tendrán un marco legal sólido para que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial garanticen este derecho a la salud y al medio ambiente limpio para que aquello y aquellas que abren sus ojitos por primera vez vean un cielo azul por el resto de sus días. Porque la lucha contra el cambio climático nos permite proteger el futuro de nuestros hijos, pero la lucha contra la contaminación atmosférica nos permite proteger su presente.

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