Por Claudio Medina
Agencia Uno

El Cristo de Mayo, también conocido como el Señor de la Agonía o Señor de los Temblores, es un crucifijo ubicado en la Iglesia de San Agustín, del centro de Santiago. Cada 13 de mayo, la Iglesia celebra una peregrinación donde se venera esta imagen de Jesús. Esto porque, el 13 de mayo de 1647, hubo un terremoto (se estima que fue el de mayor intensidad en Santiago) que destruyó gran parte de la ciudad, así también los muros de la Iglesia donde se ubicaba esta imagen, con excepción del muro que sostenía al Señor de la Agonía. Además, el obispo Gaspar de Villarroel constató la caída de la corona de espinas hasta el cuello, lo que fue considerado un milagro, por ser físicamente imposible.

Esta celebración se enmarca en lo que reconocemos como “Religiosidad Popular”. Esta categoría teológica se entiende como la forma en que se expresa concretamente la religión universal en un pueblo determinado. Esta vivencia está compuesta de tres dimensiones: Las creencias (fe), la vida práctica (normas de conducta) y la celebración de la fe (ritos). Las distintas formas de piedad que se viven en latinoamericana son un claro ejemplo de esta categoría, y que, también, llamamos “inculturación de la fe”: La Palabra de Dios, que se ha hecho carne y ha entrado en nuestra existencia humana (en un tiempo determinado), a su vez ha tomado su propia retórica en contacto con cada tiempo y espacio, es decir, con cada cultura. Sin perder su sentido, se expresa de maneras distintas, animadas por Dios Trino, que la conserva.

El Santo Padre Benedicto XVI, en el discurso inaugural de Aparecida, dijo: “Todo ello forma el gran mosaico de la religiosidad popular, que es el precioso tesoro de la Iglesia Católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar”.

La Religiosidad Popular tiene elementos positivos, puestos por Dios, y elementos negativos, que hay que discernir y purificar, como son la superstición, la falta de pertenencia a la Iglesia, el individualismo de la fe, la separación de la fe y la vida, entre otros elementos.

Lo importante de esta forma de celebrar la fe, es que no solo es la transmisión de un conjunto de verdades, sino que es una experiencia dialogante de Dios y la historia humana, donde Él sigue revelándose a nuestro pueblo. El significado del Cristo de Mayo en la actualidad es una respuesta a la carencia de la capacidad de ser y hacer comunidad, ante esto es bueno detenerse para mirar los tres nombres cristo de mayo, señor de los temblores y señor de la agonía, estas tres denominaciones cobran sentido. En primer lugar, desde la historia y con un acontecimiento en particular, en este caso un terremoto, quedando su imagen intacta alrededor de las ruinas.

Asociado esto a un hecho milagroso, la corona de espinas que lo coronaba desde ese día rasga su cuello, siendo una imagen con mayor dolor, agonía, que pese a esta representación sufriente sigue de pie. Esto representa la esperanza de un Dios presente ante las dificultades, derrumbes en la vida personal y comunitaria y en la destrucción, polarización y atomización de la sociedad. Este Cristo de Mayo es un signo visible que refleja la necesidad de ir construyendo cotidianamente una amistad social y profundizar en la búsqueda del bien común, centrándose en las personas, en cuanto comunidad humana y en su relación con el resto de la naturaleza.

Tags:

Deja tu comentario